En defensa del neoliberalismo

Editorial: EEUU con la barda en remojo

Son muchos los argumentos que compiten entre sí, para explicar los disturbios a nivel mundial. Sin embargo, deben analizarse por separado cada caso, o tal vez cada circunstancia. No es la misma situación la que nos encontramos en el mundo árabe, que en Europa y América latina. Aunque hay factores que pueden estar presentes en todos los escenarios, las dictaduras de por si son una condición que justifica los levantamientos populares.

Ahora, lo que conlleva una análisis más profundo son los estallidos sociales en sistemas de participación ciudadana en el poder, lo que conocemos como democracia. En este caso partiremos de lo que ha sucedido en Europa y América latina, con un enfoque preliminar en Inglaterra, país con un alto desarrollo económico y social.

Lo primero que hay que poner en perspectiva, independientemente de los factores desencadenantes, que cuando la violencia no se puede evitar profilácticamente y hay que recurrir a ella misma para superar la que se confronta está en presencia de un estado fallido, como sucede en México, Venezuela y otros países en que los grupos al margen de la ley imponen su voluntad. Incluso, deciden quien vive o quien muere, según sus caprichos. Dice David Wilson, profesor de criminología de la Universidad de Birmingham City que el Reino Unido hay una cultura de derechos. Aquí hay que ver donde comienzan los derechos de unos y terminan los de otros, porque hay derechos universales, que no hay razón humana que justifique a quien los viola.

Esto es muy importante, porque muchas de las causas subyacentes de los disturbios, se atribuyen a una reacción del individuo ante una situación de asfixia socia-económica, que escapa a su responsabilidad. “Los estudios sugieren que vivir en zonas de marginación social puede ser un factor desencadenante de los disturbios, dice Marian FitzGerald, profesor visitante de la criminología en la Universidad de Kent. Sin embargo, los excluidos socialmente no siempre son los que están presentes en los disturbios - de hecho, a menudo son los más vulnerables a los disturbios. Necesitamos pensar en un enfoque mejor  y no sólo en la exclusión social como una excusa”

Muchos culpan a la sociedad de la marginación social. Eso es un concepto muy amplio y generalizador que no implica o determina responsabilidad alguna. El desarrollo desigual de las distintas comunidades, dentro de una misma sociedad, está basado en diversos factores. La responsabilidad por el desarrollo armónico de todas las comunidades es una responsabilidad política y administrativa del Estado. No obstante, en esa misma dirección estña la responsabilidad individual y colectiva, partiendo de cada peersona y su familia, como célula principal de la sociedad.

La manipulación ideológica ha convertido en una cultura, la creencia que el individuo por naturaleza goza de una serie de privilegios que tienen que satisfechos, sin tomar en cuenta quien produce y cómo se producen los bienes y servicios que reclama. Incluso, en su exigencia se cree con el derecho de destruir todo lo creado por otros. Ese es el caso de Chile en estos momentos, que las pérdidas por los daños ocasionados hacen más díficil cumplir con los intereses de los propios demandantes.

El sobre proteccionismo a la exclusión social ha conllevado a que se produzca una discriminación invertida. No quiere decir que los grupos “marginados” muchas veces víctimas de malas políticas de gobiernos y sistemas, que los hacen vulnerables a medidas de fuerza para desintegrar sus asentamientos, algo que es reprochable y deplorable. Por esto no se puede catalogar a una sociedad culpable y excluyente, sino a sus representantes.

Sin embargo, los supuestos marginados sociales son más proclive a la violencia o disturbios como reacción a violaciones de su habitad natural, que arrastran desde su propia cultura ancestral y que como sus propias raíces, no les permiten la inclusión social. En sus comunidades la destrucción a la propiedad ajena es muy poco efectiva, porque en comparación con el avance socioeconómico de otras comunidades es insignificante.

En este punto convergen dos tendencias, la de los “marginados sociales” y la de los  progresistas, que en s
u visión de la equidad social y la distribución equitativa de la riqueza, se abrogan el derecho de recibir de la supuesta sociedad, una redistribución de riqueza que no les pertenece. Esa compensación social se enmascara con una serie de programas sociales que tienen al mundo en bancarrota. Sin embargo, estos supuestos justicieros sociales, se niegan a entender que ya no hay de dónde sacar. Que las fuentes generadoras de riquezas se están agotando, en la misma medida que la supuesta demanda social crece.

De esta confrontación conceptual, los Estados Unidos no escapa, por eso decimos que cuando veas la barda de tu vecino arder, que pongas la tuya en remojo. Los disturbios sociales en los Estados Unidos son una cuestión de tiempo. Sólo hay que esperar que se haga imposible sostener el nivel de privilegios sociales de los que disfruta la sociedad norteamericana, para que se desencadene la violencia. Los demás factores ya están presentes: una inmigración ilegal incontrolada, el consumo de dragas fuera de control, una inseguridad económica manifiesta y una corriente ideológica tomando posiciones, minando la sociedad por dentro y esperando el momento oportuno para atacar.

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