En defensa del neoliberalismo
 
 

La tolerancia: una avenida de doble vía

 


Charles Krauthammer

Los fanáticos religiosos, con independencia del nombre que le den a su celoso dios, invariablemente tienen algo en común: carecen del sentido del humor.  En particular cuando se trata de ellos mismos.  Es difícil imaginar a Torquemada en el momento de admitir una broma. 

Los islamitas de hoy día parecen carecer incluso del sentido de la ironía.  Son incapaces de captar la riqueza de la secuencia siguiente.  El Papa se refiere al comentario de un emperador bizantino del siglo XIV sobre el Islam que se impone por la espada y para protestar de este vínculo entre el Islam y la violencia:

- En Cisjordania y Gaza, los musulmanes atacan siete iglesias.

-En Londres, el siempre confiable radical Anjem Choudary informa a los manifestantes ante la Catedral de Westminster que el Papa ha sido condenado a muerte.

- En Mogadiscio, el líder religioso somalí Abubukar Hassan Malin llama a los musulmanes a “cazar” al Papa.  Como el Papa no está tan a mano, hacen lo mejor que pueden: asesinan, a la manera de una ejecución, a una monja italiana que trabajaba en un hospital para niños.

 “¿Cómo se atreve usted a decir que el Islam es una religión violenta?  Lo mataré por decirlo” no es la mejor manera de refutar la acusación.  Aunque, por supuesto, de lo que se trata aquí no es de una refutación, sino de una intimidación.

Primero Salman Rushdie.  Después el falso reportaje de Newsweek sobre Coranes lanzados por los inodoros en Guantánamo.  Más tarde las caricaturas danesas.  Y ahora, una disquisición académica sobre el racionalismo y la fe hecha por el Papa en Alemania, en una universidad alemana. 

Y la intimidación surte efecto: políticos serviles que se someten a  las turbas en la cuestión de las caricaturas; el cobarde editorial del sábado del New York Times en el que se le pide al Papa que se disculpe; la plaga de autocensura al abordar cualquier tema del Islam por poco controvertido que fuese, y todo esto en una cultura en la que una artista pop semidesnuda representa alegremente un simulacro de crucifixión como punto culminante de su última gira de conciertos.

En el mundo actual, la sensibilidad religiosa es una avenida de una sola vía.  Las turbas islámicas imponen las reglas del tránsito que los medios de comunicación, los políticos y los líderes religiosos de Occidente cumplen abyectamente. 

Lo cierto es que las tres religiones monoteístas han empuñado la espada en el decurso de sus dilatadas historias.  La sangre llega a las rodillas en el Libro de Josué.  La historia real de Januká, tan absurdamente entrelazada (por un accidente del calendario) con el festival cristiano de la paz, es la de una insurgencia salvaje y una guerra civil.

El cristianismo superó con creces esa historia escabrosa con las Cruzadas --un baño de sangre ecuménico que comenzó con la matanza de judíos en Renania, una suerte de calentamiento de pretemporada para las masacres de musulmanes que se cometerían en el futuro--, y en el caso de la Cuarta Cruzada,  con un añadido:  el saqueo de la capital de Bizancio.

El Islam, por supuesto, se difundió con gran velocidad desde Arabia hasta Europa a través del Mediterráneo.  No todo fue persuasión benigna.  Después de todo, ¿qué hacían los ejércitos islámicos en Poitiers en el año 732 y a las puertas de Viena en 1683? ¿Turismo?

.Sin embargo, la inconveniente verdad es que después de siglos de guerras religiosas la Cristiandad hace mucho que renunció a ellas.  Es un hecho tan sencillo como innegable que los abastecedores violentos de religión monoteísta son los autoproclamados guerreros del Islam, que gritan “Dios es grande” mientras cortan el cuello de los infieles  --como fue el caso de los que secuestraron los aviones el 11 de septiembre del 2001--,  y luego son venerados como héroes y mártires. 

Hace solo un mes, dos periodistas fueron secuestrados en Gaza y liberados sólo después de su conversión forzada al Islam.  ¿En qué lugar del mundo islámico se protestó contra ese acto de conversión forzosa? 

¿Dónde están las protestas por la corriente constante de vilipendio del cristianismo y el judaísmo proveniente de periódicos oficiales, mezquitas y autoridades religiosas de las naciones árabes?   ¿Dónde, cuando el jeque Atiyyah Saqr emite una fatwa en la que se califica a los judíos de “simios y cerdos”? ¿Dónde, cuando el jeque Abd al-Aziz Fawzan al-Fawzan, profesor de derecho islámico, declara a la televisión saudita que “ si alguien  niega a Alá, adora a Cristo, hijo de María, y proclama que Dios es la tercera parte de una trinidad.....¿no odia usted la fe de semejante politeísta?”

¿Dónde están las manifestaciones, dónde las resoluciones parlamentarias, dónde la exigencia de retractación cuando el mufti Ali Gum’a incita a los lectores de al-Ahram, el diario del gobierno egipcio, contra “la faz verdadera y espantosa de los chupadores de sangre..... . que amasan el pan sin levadura (de Pascua) con sangre humana?

El Papa ofende y el Consejo Mujaheddin al-Shura de Iraq declara que “destrozará la cruz, verterá el licor e impondrá la ‘jizya’ (impuesto personal); entonces lo único aceptable será la conversión o la espada”.  Y esto es para protestar por la acusación de que el Islam podría propagarse mediante la espada.

Ya lo dije: carecen del sentido de la ironía.

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Tomado del Washington Post
Traducido por Félix de la Uz

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