En defensa del neoliberalismo

 

Los intelectuales y la revolución
1 de junio del 2006

 

A la hora de evaluar el papel de los intelectuales en la revolución cubana, es difícil eludir la conclusión de que ha sido extremadamente pobre. La naturaleza esencialmente represiva del régimen se hizo evidente desde el caso Padilla (1971) y, sin embargo, más de 30 años después sigue siendo exiguo el número de los que se han atrevido a desafiar al régimen. Son pocos los que han dado una batalla dentro de la isla e inclusive los que han emprendido el duro camino del exilio. ¿Por qué? Esto es tema que merece y necesita reflexión.

Creo que tenemos que considerar tanto ideas como intereses. Keynes decía que la gente no se mueve por los intereses, sino por ideas. Y ciertamente que no era ningún idealista. Es sorprendente pero cierto que grandes corporaciones americanas les dan decenas de millones de dólares a organizaciones izquierdistas dedicadas a demoler nuestra sociedad. Desde hace décadas, Hollywood y la gran prensa liberal americana repiten críticas a la sociedad americana idénticas a las de la prensa soviética y comunista en general. Tenemos que llegar a la conclusión de que o los comunistas tenían razón o esos medios han sido profundamente influidos por una ideología enemiga. A los interesados en conocer la magnitud del trabajo de penetración de la KGB en EEUU, les recomiendo The Sword and the Shield, la historia secreta de la KGB del historiador británico Christopher Andrew y del ruso Vasili Mitrokhin. Obviamente, no está traducido al español. Casi todo lo que el público hispanoparlante lee es virulentamente antiamericano. El senador Mel Martínez ha hecho referencia a la importancia de la batalla cultural. Y, sin embargo, pese al creciente deterioro de la situación en América Latina, esto no parece interesarle al gobierno del presidente Bush. ¿Es de extrañar que la situación sólo siga empeorando?

Creo que el problema de los intelectuales cubanos con las ideas se ha ido simplificando. Después de todo, la Unión Soviética, la principal fuente de las ideas de la izquierda desde los años 20, ha sido el fracaso político social más catastrófico del siglo XX. No es absurdo pensar que todas las ideas que hayan venido de esa fuente son sospechosas y probablemente erróneas. Y esto implica las ideas laboriosamente sembradas por el viejo partido comunista de Cuba desde su fundación en 1925. Esto es una enorme y fascinante tarea para los jóvenes intelectuales cubanos. ¿Qué queda de aquella herencia ideológica a la luz de la experiencia cubana? ¿Qué mantiene vigencia? ¿Fue Estados Unidos el causante de la relativa pobreza de Cuba? ¿Las inversiones americanas empobrecieron a nuestro país? ¿Que la guerra de Estados Unidos contra España fue perjudicial para los cubanos? ¿Que la primera intervención fue negativa para la nueva república? ¿Que EEUU quiso la segunda intervención? ¿Que ésa fue la causa de la corrupción de la república? He aquí un vasto campo de importante trabajo intelectual para la oposición.

En cuanto a los intereses, me parece que habría que empezar reconociendo que, en comparación con el mundo libre, los intelectuales de los países socialistas disfrutan de un status privilegiado. En primer lugar porque no están sometidos a las leyes del mercado. Es decir, que no tienen que vivir del producto de su creación. No están sometidos al gusto de la gente. En condiciones ideales, en una sociedad libre debía haber una masa tan grande con capacidad de apreciación intelectual y artística, que existiría un público capaz de adquirir prácticamente cualquier nueva producción. Idealmente, ese público sólo rechazaría tajantemente lo que no tuviera valor. Ciertamente que una creciente culturización y enriquecimiento nos mueve en esta dirección. La realidad, sin embargo, es que ninguna sociedad libre llega a esa situación ni llegará nunca. Siempre habrá intelectuales y artistas talentosos que no podrán vivir exclusivamente de su creación.

Ahora bien, en una sociedad socialista, el estado tratará de garantizar un ingreso seguro a los intelectuales y artistas independientemente de su valor de mercado. Y, por modestos que sean esos ingresos, siempre serán significativos en una sociedad pobre. Básicamente, es una gran empresa de soborno social.

Esto plantea una situación desgarradora para los artistas e intelectuales cubanos. La inmensa mayoría de ellos tienen que estar consciente de la realidad que vive el país. Pero, ¿qué hacer? ¿Oponerse al régimen dentro de Cuba, arriesgándose al ostracismo, la persecución y la cárcel u optar por un exilio en el que, casi seguramente, van a tener que renunciar a su vocación intelectual o artística para poder ganarse la vida? Hay que tener una gran firmeza y una gran confianza en sí mismo para confrontar esa difícil realidad. Pero también hay prestigio y reconocimiento para los que se atreven.

Ahora, ¿qué actitud debemos tomar los exiliados? En primer lugar, hay que ayudar intelectualmente a la oposición cubana. Y hay que reconocer que en Cuba sólo se puede trabajar para el gobierno. Castro quiere hacer aparecer como que eso es equivalente a simpatizar con la revolución. Eso es radicalmente falso. Hay que comprenderlo y actuar con generosidad y empatía. No podemos olvidar que por significativa e importante que sea la oposición cubana, lo fundamental de la misma todavía está por venir.

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