En defensa del neoliberalismo

Demagogos y enterradores

Adolfo Rivero Caro

Hugo Chávez está cavando su tumba política aceleradamente. Está profundamente equivocado si cree que proclamar su solidaridad con la narcoguerrilla de las FARC va a aumentar su popularidad en el pueblo venezolano. Está igualmente equivocado si cree que amenazar con un guerra absurda a Colombia va a conseguir una ola nacionalista a su favor. Es increíble el desprecio que estos demagogos sienten por sus pueblos. Creen que la gente es incapaz de razonar y que basta con sonar un par de tambores para llevarlos a donde les parezca. Chávez debería reflexionar sobre el catastrófico descenso de su popularidad. No es ningún misterio. Ningún gobierno populista más o menos democrático ha podido mantener su popularidad. Y la razón es muy simple: ninguno es capaz de elevar el nivel de vida de las masas. Ninguna medida socialista, anticapitalista, es capaz de estimular la creación de riqueza. Y el nivel de vida de las masas no puede mejorar sin una masiva creación de nueva riqueza. La enorme disminución de la pobreza en China no es el resultado directo de ningún plan estatal, sino el resultado indirecto de la creación de miles de nuevas y exitosas empresas capitalistas.

Los estereotipos latinoamericanos sobre las causas de la pobreza, producto de una enraizada cultura marxista, han ayudado mucho a Chávez. Nuestros problemas, nos dicen, se derivan del afán de lucro de las empresas y, particularmente de las empresas extranjeras, que nos empobrecen porque se llevan los beneficios para sus países. Partiendo de esa base, a mucha gente le parece lógico que el gobierno de Chávez haya conseguido mejoras importantes para los pobres. Después de todo, ha establecido un gobierno populista e intervencionista. El tamaño del estado ha crecido enormemente. Los gastos del gobierno, que en 1999 sólo representaban 1.8 por ciento del PNB (producto nacional bruto) ahora representan el 29.4 por ciento. El gobierno ha nacionalizado sectores claves como la electricidad y las telecomunicaciones y ha regulado los precios y los salarios. Mucha gente (inconscientemente hostil a la libre empresa) piensa que este es el camino del desarrollo. Es justo decir que, en América L atina, esa hostilidad ha tenido muchas justificaciones porque en nuestro continente ha imperado un capitalismo malo (Good Capitalism, Bad Capitalism, and the Economics of Growth and Prosperity, de Baumol, Litan y Schramm.)

Es cierto que Chávez ha tenido éxitos, pero en lo fundamental han sido de propaganda. El nivel de pobreza ha bajado del 54 por ciento en el 2003 al 27.5 por ciento en la primera mitad del 2007. Esto, aunque impresionante, es engañoso. La reducción de la pobreza está obviamente asociada con el crecimiento económico y el PNB per cápita de Venezuela creció casi 50 por ciento durante ese período. No fue ninguna hazaña administrativa. El precio del petróleo simplemente se triplicó. Ahora bien, ¿ha sido efectivo el gobierno de Chávez en convertir este extraordinario período de crecimiento económico en reducción de la pobreza? Según los economistas, una forma de evaluarlo es calcular cuánto ha bajado la pobreza por cada punto porcentual de crecimiento económico. En la mayoría de los países en desarrollo, la pobreza ha disminuido en dos puntos porcentuales por cada punto de crecimiento económico. En Venezuela sólo ha disminuido en uno. Estas pueden parecer cifras abstractas, pero el pue blo venezolano las percibe como realidades muy concretas.

Entre 1999 y el 2006, por ejemplo, el porcentaje de casas sin agua corriente en Venezuela subió del 7.2 por ciento al 9.4 por ciento y el porcentaje de familias que viven en casas de piso de tierra casi se triplicó, del 2.5 por ciento al 6.8 por ciento. En este mismo período, el número de bebitos nacidos con un peso inferior al normal ha subido del 8.4 por ciento al 9.1 por ciento. La mortalidad infantil ha disminuido a una tasa anual del 3.4 por ciento, pero esto es prácticamente igual al 3.3 por ciento de los nueve años anteriores a su gobierno, e inferior a la de Chile (5.3 por ciento) y México (5.2 por ciento) durante el mismo período. Uno esperaría que la disminución de la pobreza estuviera acompañada por una disminución de la desigualdad de los ingresos. Pero, según el mismo Banco Central de Venezuela, la desigualdad ha crecido bajo el gobierno de Chávez.

Nada de esto debería extrañar. Chávez no sólo ha estrangulado a la empresa privada, el único motor real del crecimiento económico, sino que durante los ocho años de su gobierno la proporción promedio del presupuesto estatal dedicado a salud, educación y vivienda ha sido 25.12 por ciento, esencialmente la misma que en los ocho antes de su gobierno (25.8 por ciento) y sustancialmente inferior a la del último año de Carlos Andrés Pérez. Y, por favor, que nadie me hable de los formidables logros de las Misiones Robinson. Si en la primera mitad del 2003 había 1.1 millones de analfabetos en Venezuela, ahora sigue habiendo alrededor de un millón, según investigadores independientes.

Convertirse en el padrino de los asesinos, secuestradores y narcotraficantes de las FARC va a acabar de hundir la imagen de Chávez ante el pueblo venezolano. Y de Rafael Correa puede decirse lo mismo. Ellos mismos están cavando su tumba política. Enhorabuena. Nuestros pueblos no tienen mayores enemigos que estos demagogos que sólo hablan de revolución social para convertirse en dictadores de por vida.

Marzo, 2008

 

 

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