En defensa del neoliberalismo
 

                    

    

             Crónica de una sucesión anunciada

 
 

 
ADOLFO RIVERO CARO

Fidel Castro pudiera morirse, pero creo que sería prematuro alegrarse hasta por lo menos tres meses después de su entierro oficial. Mientras tanto, Raúl Castro y la nomenclatura cubana están haciendo juegos malabares. Tienen que decir que el comandante en jefe es una figura titánica y absolutamente insustituible y, al mismo tiempo, que su sustitución no plantea ningún problema. Esa posición refleja una contradicción básica: toda su preocupación está en el mantenimiento del status quo justamente cuando éste ha cambiado, quizás para siempre. Quizás. No hay ninguna razón para esperar que un hombre de 80 años, si es fuerte y está bien cuidado, no pueda sobrevivir una operación delicada. Lo importante, sin embargo, es que el fundador de la revolución ya no está en el poder, ni lo va a estar durante varios meses. Independientemente de la voluntad de nadie, estamos en medio de una sucesión. ¿Cuál será su duración? Nadie lo sabe. Los cubano s van a estar jugando al 64 durante algún tiempo. ¿Qué la caracterizará? Hasta ahora, todo parece indicar que un pétreo inmovilismo.

Actualmente el país depende totalmente de las subvenciones petroleras de Venezuela. Eso no es problema para Chávez porque Venezuela, al igual que Irán, está viviendo un momento de fabulosos ingresos con el barril de petróleo a $75. Mientras los precios del petróleo sigan absurdamente altos (absurdamente, puesto que no hay ninguna escasez real de combustible en el mundo), los agresivos y reaccionarios países petroleros se seguirán sintiendo los dueños del mundo, como ha señalado agudamente Thomas L. Friedman. Y Venezuela podrá seguir manteniendo a Cuba. Ahora bien, esto pudiera cambiar. Sólo depende de la voluntad política del Congreso americano de no querer seguir dependiendo del petróleo extranjero y de buscar la independencia energética de Estados Unidos.

Permítanme un paréntesis necesario. Poderosos intereses ecológicos y de la industria turística prácticamente han impedido, desde hace décadas, que se busque petróleo y gas natural en gran parte de Estados Unidos. Es increíble que se le quiera echar la culpa del alto precio de la gasolina a un gobierno republicano cuando fundamentalmente han sido los demócratas, el brazo político de los poderosos grupos ecologistas, los que han impedido perforar en la casi totalidad de la enorme plataforma continental de Estados Unidos y ni siquiera en el Refugio Artico de la Vida Silvestre, donde la protección del caribú ha sido más importante que la independencia energética de la nación. Ellos también son los que han paralizado desde hace décadas el desarrollo de la industria nuclear de Estados Unidos. La gran prensa liberal americana ha defendido ferozmente estas causas y lo sigue haciendo hasta el día de hoy. Que Irán esté utilizando sus enormes ganancias petroleras para construir armas nucle ares no les interesa. Que Venezuela las esté utilizando para convertirse en una fuerza hegemónica antiamericana en América Latina, aliada con China e Irán, tampoco les interesa. Su única y formidable preocupación es... el calentamiento global. Hace veinte años era el enfriamiento, o quizás el peligro del crecimiento de la población, la llamada ''bomba demográfica'', no recuerdo bien. Quien sabe cual será el imaginario terror que inventen mañana. Mientras tanto, lo único que hacen es obstaculizar la lucha contra el terrorismo real.

En todo caso, los altos precios del petróleo no son ni necesarios ni inevitables. Por consiguiente, en cualquier momento la privilegiada situación de Venezuela puede venirse abajo. Y la nomenclatura cubana lo sabe. Parte de ella estará dispuesta a seguir a ese Chávez, simpatizante de los terroristas islámicos pero tiene que haber un sector que lo considere como un peligroso aventurerismo. Y ahora ese sector tiene una ventana para la acción. Veremos si es capaz de aprovecharla.

Una dictadura asustada ha incrementado la vigilancia sobre la oposición y está dispuesta a reprimirla sangrientamente si fuera necesario. Aunque nada haya podido quebrarla, sí ha conseguido mantener la pasividad y la apatía de la población. Líderes de la disidencia han llamado a la resistencia pasiva, a la no cooperación con el gobierno, así como a incrementar la presión por todas las demandas económicas y sociales. Razonan que si el principal objetivo de la dictadura es que todo siga igual sin Fidel Castro, la principal tarea de la oposición es tratar de impedirlo. Todo dependerá de su capacidad de movilizar a la gente para pedir cambios: económicos, sociales, políticos, todos hacen falta, el enemigo es el inmovilismo.

En el exterior, la mejor ayuda que se le puede dar al pueblo cubano no es desear la rápida recuperación del dictador más viejo del mundo, como han hecho el gobierno chino y el español, ni levantarle el embargo a una dictadura que no ha dado la más mínima señal de cambio, como plantean los liberales americanos. Lo que hay que hacer, por el contrario, es reforzar su denuncia y su crítica. En este sentido es importante que hoy llegue a Miami Martin Lessenthin, portavoz de la Sociedad Internacional de los Derechos Humanos (IGFHR), la única organización de su tipo en denunciar las violaciones de los derechos humanos en los países comunistas. (Amnistía Internacional nunca lo hizo.) Viene desde Alemania para reforzar el trabajo de solidaridad con el pueblo cubano. Nunca más oportuno. Bienvenido, querido amigo, tenemos mucho trabajo por delante.

www.neoliberalismo.com