En defensa del neoliberalismo

                                         

 

                                              

                         Victoria en Francia 

 

 

Amo profundamente a Francia. Fue el país que me dio asilo político en 1988. A Sebastián Arcos Bergnes y a mí la embajada americana en La Habana nos negó la visa. Aquel peregrino rechazo significó que Adriana, mi joven esposa, y yo tuvimos que vivir en París. No todos los reveses son infortunio. En ocasiones hablo con amargura de Francia porque sus problemas me hacen sufrir. Los siento como propios. Ahora, sorpresivamente, de allí me llega la única buena noticia política que he recibido en muchos meses: el espectacular triunfo de Nicolás Sarkozy. La participación electoral (86%) ha sido una de las más altas en la historia de la V República y Sarkozy ganó con el 53 por ciento de los votos (De Gaulle sacó el 55% en 1965). Sólo 48% de las mujeres votó por Ségolène Royal, el 52% votó por Sarkozy.

¿Cómo es posible que en medio de una situación de crisis nacional, donde 75% de la población piensa que el país está en franca decadencia, y tras 12 años de gobierno de un hombre y de un partido supuestamente de derecha, el pueblo francés haya rechazado, por una mayoría abrumadora, a la carismática candidata socialista?

La explicación está en que el pueblo francés comprende perfectamente que durante todo su desastroso mandato, Jacques Chirac ha gobernado a la izquierda. En política internacional, la izquierda y la derecha se identifican, fundamentalmente, por su actitud ante Estados Unidos. Y desde hace más de diez años, ningún gobierno occidental ha sido tan ferozmente hostil a Estados Unidos como el de la Francia de Chirac. La misma Francia que ha abrazado la desastrosa semana de 35 horas. Independientemente de los rótulos partidarios, el pueblo francés comprendía que, paradójicamente, Ségolène Royal, en la oposición, significaba el continuismo y que Nicolás Sarkozy, en el gobierno, significa el cambio.

El estancamiento económico de Francia es comprensible. Baste decir que los sábados y los domingos todo está cerrado. ¿Cómo extrañarse del elevado desempleo, alrededor del 9 por ciento? En esas condiciones, las pequeñas y medianas empresas apenas consiguen sobrevivir y, por supuesto, ninguna puede crecer y expandirse.

Para poder conseguir petróleo barato, Francia le abrió las puertas de par en par a la inmigración musulmana, algo que hubiera espantado a De Gaulle. Ahora Francia tiene unos 5 millones de musulmanes. Es una población joven que se reproduce a ritmo vertiginoso. Infortunadamente, como el estado del bienestar social francés no genera ningún crecimiento económico significativo, esa enorme masa de jóvenes musulmanes no tiene trabajo. En esas condiciones, ¿para qué sacrificarse y estudiar? Es mejor vivir del welfare y la delincuencia. El resultado es que hay un ghetto cada vez mayor, culturalmente alienado y fácil víctima del nuevo radicalismo islámico. Actualmente, Francia acepta como algo rutinario que jóvenes delincuentes quemen unos 15,000 carros todos los años. Para la izquierda francesa, simplemente están manifestando su descontento con una sociedad que ella misma considera como esencialmente injusta. Es una forma de la libertad de expresión.

Ahí reside la sorprendente afinidad entre la izquierda ''progresista'' y los regímenes más reaccionarios del mundo, entre los Hugo Chávez y la teocracia iraní: los une su odio contra las sociedades liberales. Y, sobre todo, contra Estados Unidos, el buque insignia del capitalismo mundial. Todos los socialistas (que aquí se llaman ''liberales'') son herederos ideológicos de la II Internacional. Para ellos la sociedad capitalista es esencialmente injusta. Y, de una forma o de otra, siguen trabajando por su destrucción.

Sarkozy ha hablado duro y claro. Como ministro del Interior, exige respeto por la ley. Al mismo tiempo, como estadista, comprende que esa masa de jóvenes delincuentes necesita una perspectiva real. Comprende que para poder aspirar a asimilarlos, Francia tiene que tener un vigoroso índice de crecimiento económico. Y los países que más crecen, como explica el Indice de la libertad económica, son los más libres económicamente. Es por eso que el centro mismo de su política tiene que ser la liberalizacíón de la economía francesa. En este terreno, los éxitos o fracasos de Sarkozy van a ser decisivos.

La izquierda francesa aspira a ganar las elecciones legislativas del mes que viene. Sin mayoría parlamentaria, Sarkozy estaría impotente. Me siento moderadamente optimista. Me parece que el pueblo francés realmente quiere un cambio. Veremos.

Además, la elección de Sarkozy ha cambiado profundamente el panorama político europeo. Ahora la popular canciller alemana, Angela Merkel, puede contar con un verdadero aliado en Francia. Por otra parte, el nuevo presidente de Francia ha insistido en la necesidad de reestablecer buenas relaciones con Estados Unidos. Se mantendrán discrepancias pero su gobierno va a ser una sustancial mejoría en relación con el feroz antiamericanismo de Jacques Chirac.

Los padres de Sarkozy salieron huyendo de Hungría cuando la insurrección popular de 1956. No creo que este hijo de inmigrantes anticomunistas vaya a tener ninguna simpatía, ni pública ni privada, por Fidel Castro. José Luis Rodríguez Zapatero se queda solo en Europa. Increíblemente, este payaso había llamado a los franceses a votar por Ségolène Royal. No creo que su lamentable gobierno pueda superar las próximas elecciones.

El triunfo de Sarkozy ha sido una gran noticia para Francia, para Europa y para Estados Unidos. Y también para los disidentes cubanos y los que, como ellos, están luchando por la supervivencia de la civilización occidental.

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