En defensa del neoliberalismo

FUERZA INTERAMERICANA DE PAZ

Luis Conte Agüero

Interesado entrañablemente en el caso venezolano por su justicia y mis vínculos personales, al observar el programa de televisión  Ahora con Oscar Haza, protagonizó mi interés su referencia a una Fuerza Interamericana de Paz, inquietud que hace años me tortura. Comprendo los celos y recelos de imperialismo que permanecen. Pero…

En CUBA, LA OEA Y LA FUERZA INTERAMERICANA DE PAZ, libro que publiqué en 1965, respaldé aquella indispensable iniciativa. El desembarco de  Marines norteamericanos en la República Dominicana, ordenado por el Presidente Lyndon B. Johnson, causó ojeriza en presidentes y políticos de América como Rómulo Betancourt, Tejera París, Muñoz Marín, José Figueres… que lo interpretaron como  política de cañoneras sin advertir la necesidad humanitaria de acción inmediata que detuviera el fratricidio.

Al conmemorarse las efemérides del 19 de Mayo de 1895- muerte en Dos Ríos del Apóstol José Martí- y el 20 de Mayo,-fundación de la República de Cuba en 1902 – reiteré en Brasil al presidente, Humberto de Alencar Castello Branco, la necesidad de enviar tropas a la crisis dominicana que vistieran panamericana la intervención salvadora. El militar Castello Branco había sido nada menos que el Jefe de los Ejércitos Aliados en el desembarco norteamericano en Normandía cuando la Segunda Guerra Mundial,  titularidad nominal conveniente a la internacionalización de la guerra.

Cuando intervine en lo que llamaron El milagro dominicano (1965) las tropas del Brasil habían asumido esa jefatura simbólica de lo que ha sido hasta ahora la única y justa acción de una Fuerza Interamericana de Paz. El purismo nacionalista que llama imperialismo a una justa y necesaria intervención colectiva  extranjera para salvar y redimir la nacionalidad subyugada, y, como consecuencia,  las inevitables vacilaciones norteamericanas para ayudar expeditivamente a la justicia y la democracia, han impedido hasta hoy la creación de aquella fuerza hemisférica que hubiera resuelto en tiempo y forma la tragedia cubana y sin la cual la tiranía ladrona, traficante y asesina se entroniza en Venezuela con el apoyo y comando del castrocomunismo. 

         No precisa repetir conceptos de mi libro. El desgarramiento venezolano y la epopeya de su juventud, hoy duelen a un mundo que no actúa suficientemente por la falta de esa fuerza militar salvadora de la democracia que sería la Fuerza Interamericana de Paz donde los Estados Unidos y toda la América garantizarían la libertad y el desarrollo creciente y justo de nuestros pueblos. La experiencia de Europa y otras partes prueba y ratifica que estos EEUU no quieren ni pretenden ocupar y aprovecharse de pueblo alguno. Y la sola existencia de esa Fuerza Interamericana y el temor a su acción justiciera, haría innecesaria su intervención, traería siglos de paz y desarrollo, evitaría golpes de estado y dictaduras en América, y garantizaría procesos electorales y políticos suficientes y efectivos.

        ¿Qué impide la creación de tal Fuerza que evita la fuerza y la muerte y acelera el desarrollo, la prosperidad, la fraternidad? ¡Hasta los ateos bendecirían instrumento tan divinamente humano porque estamos IMPREPARADOS PARA LA LIBERTAD como lo prueba el drama actual de Venezuela que confirma la necesidad imperiosa de crear definitivamente esa Fuerza Interamericana de Paz. Lamentablemente, cuanta justicia hagan los Estas Unidos en una nación de América será llamado intervención imperialista. Y nuestro continente seguirá impotente ante el duelo de sus pueblos heridos por la zarpa de tiranos y militares y cómplices al aferrarse y perpetuarse en el poder. Así, la tiranía se consolida en Venezuela donde hoy, con pocas esperanzas de éxito, se enfrentan quienes quieren participar en las elecciones trampas que se ofrecen y los negados a la optimista esperanza de que tal camino conduzca finalmente a la libertad. Los resueltos a participar en una convocatoria que desde ya les niega candidaturas en varios Estados puede que patrióticamente lo hagan porque no encuentran otra salida y esperan alguna evolución favorable al triunfo en la marcha de los acontecimientos. Los otros salvan el honor y no se arriesgan a lucir cómplices. Quiero pensar que en ambas tendencias manda y dispone el amor a Venezuela. Conflicto tan angustiante y doloroso cuando la irrenunciante juventud se aferra al honor del martirio, obliga a insistir en aquella experiencia dominicana que en 1965 salvó a una República rica y linda, dolorosamente sumida en espantoso fratricidio. Hiere confesar que nuestros pueblos no están esencialmente preparados para vivir en libertad. Los propios Estados Unidos de América, que evidenciaron barbarie en la Guerra de Secesión Norte-Sur- hoy asustan al buen juicio al extremo que John Mc Cain, candidato presidencial Republicano al que conocí y acompañé una vez, y por quien voté para presidente, lastimado por torpes intemperancias del Presidente Trump, ridiculiza su firme advertencia al tiranuelo de Corea del Norte e invita a dudar en ese caso del poder militar de su país, su patria. Una cosa fue la injusticia de Donald Trump al calificarlo impropiamente y otra es el daño a la patria cuando se duda públicamente de su poderío en circunstancias de conflicto internacional. ¡Increíble, carajo!

         Malinterpretando su democracia, los propios EEUU no aprenden. Líderes y prensa y periodistas y cineastas y empresas y comercios informan y sirven al enemigo cuando en estas situaciones de excepción su deber es apoyar al Presidente o callar. Su poder excepcional ha salvado al país del mal uso de su libertad, estupidez probada repetidamente en contiendas internacionales. Ocurre tan repetidamente que, por ejemplo, no recuerdo obra cinematográfica alguna que honre a la Agencia Central de Inteligencia de los EEUU o salude un servicio prestado a la nación. Maledicencia, bobería, desinformación, mentira, absurdo, todo se consagra a manchar. Hollywood ataca más y es más enemigo de los EEUU que la Unión Soviética. La libertad contra la libertad es deporte nacional. Yo no quiero el espectáculo ridículamente monocorde de los desfiles de Corea del Norte donde el tirano expulsa un viento y todos lo expulsan también. ¡Abominable sumisión! ¡Pero qué triste los norteamericanos contra la patria democrática amenazada por los cohetes y armas nucleares de un imbécil!

Luis Conte Agüero   CON DIOS SERVIR