En defensa del neoliberalismo
 

            ¿Puede haber un viraje en la Guerra de Irak?

 

 
Víctor Davis Hanson

El veredicto sobre la guerra de Irak depende de los próximos meses.
En Estados Unidos, tanto el público como la mayoría de los políticos son
sumamente escépticos de que un cambio en la estrategia militar pueda salvar la
guerra. En esta situación, el general David Petraeus tiene que ganar su apoyo, y
rápido.

Petraeus se hace cargo tras la renuncia del Secretario de Defensa Donald
Rumsfeld, la salida de Irak de los generales John Abizaid y George Casey, y los
triunfos electorales de los demócratas opuestos a la guerra.

Sin embargo, aunque no sea fácil imaginar una situación peor, Petraeus llega a
Irak con el refuerzo de más de 20,000 soldados y con una nueva visión de cómo
desarrollar la contrainsurgencia: eliminar a los terroristas de los vecindarios
y sustituirlos por tropas iraquíes y americanas para garantizar la seguridad
pública y la restauración de servicios básicos.

De alguna forma, Petraeus tiene que sofocar la violencia sectaria sunita-chiita
sin afectar la autonomía del gobierno iraquí. Eso significa no sólo ganar un
apoyo popular sino también desarmar las milicias, terminar con la política de
detener y soltar a los terroristas, ampliar las reglas de combate e impedir que
los jihadistas se infiltren en Irak a través de Irán, Arabia Saudita y Siria. Y
hacer todo eso mientras se le da crédito a las fuerzas armadas iraquíes.

Es inevitable que uno se pregunte: ¿Puede un jefe militar significar una
diferencia tan grande? ¿Puede la presencia de un solo jefe cambiar
inmediatamente todo el escenario de una guerra?

La respuesta es que sí. Los relativamente desconocidos generales Ulises S.
Grant, Curtis LeMay y George S. Patton se hicieron famosos reemplazando a
predecesores fallidos. En realidad, en casi todas las guerras, ocasionalmente un
solo general puede cambiar tanto la situación que una victoria se vuelve
alcanzable cuando  todo el mundo pensaba que era imposible.

Tomemos, por ejemplo, la Guerra de los Boers, entre Gran Bretaña y los
Afrikaners en Africa del Sur. Su primer año (1899), fue desastroso para las
fuerzas británicas. Sus efectivos convencionales no estaban preparados para las
emboscadas, los francotiradores y la caballería de los afrikaners. Pero con el
nombramiento de Lord Kitchener en 1900 vino la creación de los comandos
británicos y nuevas tácticas que llevaron a la victoria británica y a un nuevo
acuerdo.

La Gran Bretaña afrontó una situación todavía peor en los tres primeros años de
la Segunda  Guerra Mundial. Pero, para fines del verano de 1942, el recién
nombrado General Bernard Montgomery había reorganizado las defensas británica en
Egipto y restaurado la moral. Y luego detuvo al Mariscal Edwin Rommel en El
Alamein. Las críticas a  Churchill por los fracasos en Europa Occidental,
Grecia, Creta, Singapur y Tobruk se terminaron. Poco después, Gran Bretaña
estaba a la ofensiva. Y así se mantuvo hasta el final.

Pocos recuerdan que Corea también se consideró prácticamente perdida. En
noviembre de 1950, cientos de miles de soldados comunistas chinos abrumaron a
las tropas de Naciones Unidas y casi las sacan de la península. Un fatigado
general MacArthur se vio sorprendido, frustrado y pocos meses después tuvo que
renunciar a su mando.

Imperturbable, su reemplazo, el general Matthew Ridgway, restauró el espíritu
ofensivo, descubrió debilidades en las tácticas del enemigo y empujó a los
comunistas chinos y coreanos al norte del Paralelo 38. Ese viraje le dio al
recién electo presidente Dwight Eisenhower la capacidad para negociar un paz que
reconoció la autonomía de Corea del Sur.

Durante la imprevista ofensiva árabe de 1973 en la guerra de Yom Kippur, Israel
recibió una sorpresa todavía más grande que la invasión china de Corea.  El
Tercer Ejército egipcio de Anwar Sadat, equipado con nuevos misiles soviéticos
anti-tanques y protegido por baterías anti-aéreas, invadió la península del
Sinaí, inflingiendo fuertes pérdidas a las sorprendidas fuerzas israelíes.

Todo el mundo estaba esperando un contra-ataque israelí dentro del Sinaí pero un
excéntrico general Ariel Sharon optó por cruzar el Canal de Suez, cortar los
abastecimientos del ejército egipcio y amenazar el Cairo.  El audaz gambito de
un solo general cambió radicalmente la dinámica de toda la guerra. Como
resultado, las fuerzas israelíes consiguieron una inesperada victoria.

Actualmente, Irak no le plantea a Petraeus obstáculos mayores que los que han
afrontado grandes generales de guerras anteriores, inclusive teniendo en cuenta
las reservas de efectivos y de paciencia de Estados Unidos están casi exhaustas.

Tras el sombrío verano de 1864, el general William Tecumseh Sherman salvó la
causa de la Unión, y con ella la presidencia de Lincoln, con la toma de Atlanta.
Para el invierno, veremos si David Petraeus puede hacer algo similar con Bagdad.

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Tomado de Nacional Review
Traducido por AR

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