La loca Europa

 
 

Víctor Davis Hanson

En las elecciones del 2000, George W. Bush se convirtió en presidente sin una votación mayoritaria. Muchos europeos se burlaron del espectáculo que presentaba la democracia más vieja del mundo cayendo en un caos electoral propio de un país del Tercer Mundo. Poco críticos se preocuparon por estudiar nuestro Colegio Electoral, que tiene 200 años.

Pero ahora Alemania está en el mismo tipo de parálisis electoral. Aunque los cristiano-demócratas de Angela Merkel tuvieron una pequeña mayoría sobre los social-demócratas del canciller Gerhardt Schroeder en las elecciones del 18 de septiembre, nadie sabe quien va a ser el nuevo canciller.

La mayoría de los americanos admira el cultivado estilo de vida de los europeos, su transporte público y su sofisticada posición en asuntos internacionales. Pero les extraña que los europeos – mucho antes de la elección de Bush – parezcan haberse definido como antiamericanos.

¿Será porque ya no necesitan que los Estados Unidos impidan una invasión soviética? ¿Habrán olvidado los sacrificios americanos en las dos guerras mundiales que empezaron en Europa? ¿O será que la Unión Europea no funciona mejor que Estados Unidos, y frecuentemente funciona peor?  Esa frustración pudiera explorar porque los orgullosos y cultivados ciudadanos de muchos países europeos parecen estar tan irritados – o tan envidiosos – de nuestros rústicos compatriotas.

Se supone que la compasión de la red social europea contraste con el despiadado carácter de nuestra cultura, tan duramente competitiva. Pero la realidad es que, en lo fundamental, Alemania y Francia no tienen crecimiento económico y que su nivel de desempleo ronda el 10 por ciento de la población laboral. Eso no parece muy humano que digamos.

Antes de la Segunda guerra Mundial, los débiles gobiernos de coalición de la República de Weimar finalmente colapsaron cuando 6 millones de alemanes estaban sin trabajo. Cuidado: en este año, el número de desempleados en Alemania llegó a los 5 millones. Y los alemanes le están echando la culpa a otros. En esta ocasión, los chivos expiatorios son los capitalistas americanos que participan en empresas conjuntas, George W. Bush o los siniestros neoconservadores.

Tras los ataques del 11 de septiembre del 2001, muchos europeos, celosos defensores de los derechos civiles, se sintieron sobrecogidos ante las medidas de la Ley Patriota. Estados Unidos – fiel a su cultura de colgar a los bandidos – estaba descendiendo a una justicia estilo Texas, o eso parecían creer.  Pero tras los atentados de Madrid y de Londres, y la difusión del radicalismo islámico en general, las nuevas leyes aprobadas por los parlamentos europeos van mucho más allá de la Ley Patriota. Pronto, hasta los europeos naturalizados pudieran verse sumariamente deportados por simples sospechas de hablar o escribir a favor del terrorismo.

Y también están los resultados de la insistencia europea en buscar soluciones multilaterales a los conflictos internacionales. Muchos americanos pensaban que ese enfoque era una forma astuta de vincular a los Estados Unidos o una forma poco práctica de confrontar a matones.

No importa. Los Estados Unidos estuvieron de acuerdo y le han pasado la crisis iraní a los europeos. Pero, hasta ahora, el programa nuclear iraní marcha a toda máquina. Rusia, la India y China son los nuevo apologistas de Irán. Francia y Alemania parecen humillados porque los ayatolas generalmente ignoran o se burla de sus solicitudes de una débil auditoría de Naciones Unidas.

Más recientemente, el huracán Katrina se ofreció como un ejemplo de la incapacidad ecológica, clasista y racial de EEUU. Sin embargo, parece que nos estamos recuperando bastante bien. Después de todo, un ciclón enorme abrumó a una ciudad que está por debajo del nivel del mar, en una costa tormentosa, ubicada en el enorme delta de un río y debajo de un gran lago. En la ola de calor de agosto de 2003, sin embargo, 15,000 ciudadanos franceses  murieron - muchos más de los que perecieron en Nueva Orleáns -  mientras una distraída nación estaba en las playas disfrutando de sus vacaciones subsidiadas por el estado.

Los problemas militares en particular parecen exacerbar nuestras diferencias. En Irak, los americanos son caricaturizados por los europeos como primitivos que están rompiendo cabezas en el Triángulo Sunita mientras los civilizados ingleses patrullan, sin casos y sin espejuelos oscuros, en el más tranquilo sur chiíta. Y, sin embargo, Basra se está volviendo ingobernable debido a laxitud británica. Recientemente, exasperados militares británicos estrellaron su tanque contra un centro de detenciones iraquí para tratar de rescatar a sus propios soldados secuestrados.

En Afganistán, a la OTAN le pidieron que ayudara en la supuestamente “buena guerra” para acabar con los talibanes y garantizar la democracia. Pero hasta ahora, los niveles de las tropas europeas son decepcionantes. Y sus gobiernos le impiden a la mayoría confrontar con los terroristas fuera de Kabul.

Aquí hay cuatro lecciones a sacar:

(1)    Cuando Europa ocasionalmente se ve obligada a confrontar los mismos desafíos humanos o naturales que los que Estados Unidos confronta regularmente, no reacciona mejor que EEUU, y frecuentemente reacciona peor.

(2)     El Gran Gobierno europeo  pueden ser tan indiferente o despiadado que la empresa privada americana, y frecuentemente es menos eficiente.

(3)    La irritación europea con EEUU refleja su propia incertidumbre en relación con política fallidas que producen muy pocos empleos. Países más optimistas como India, China, Australia, Japón y varios países de la Europa central miran hacia el futuro, no hacia el pasado, y no le echan la culpa a EEUU por los problemas que ellos mismos han creado.

(4)    Para mantener nuestra histórica amistad – y tenemos que hacerlo - es hora de dejar que los europeos reconquisten su confianza, dejándolos actuar independientemente. Empecemos por llevarnos a nuestro soldados.

(5)    Después de todo, un continente más grande y con mayor población que el nuestro, después de 60 años, puede defenderse por si solo, mientras los americanos seguimos adelante.

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Víctor Davis Hanson es un historiados de la Hoover Institution, en la Universidad de Stanford.
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