En defensa del neoliberalismo
 


La primera ley de petropolítica
 
 


 
THOMAS L. FRIEDMAN


Desde los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, los precios del petróleo han subido desde entre 20 y 40 dólares a entre 40 y 70. Parte de esto tiene que ver con la inseguridad en los mercados mundiales del petróleo debido a la violencia en Irak, Nigeria, Indonesia y Sudán, pero otra parte aún mayor parece ser el resultado de lo que yo llamo "el aplanamiento" del mundo y la
rápida entrada en el mercado global de 3,000 millones de nuevos consumidores procedentes de China, Brasil, India y el antiguo imperio soviético, todos ellos soñando con una casa, un automóvil, un microondas y un frigorífico. Su creciente sed de energía es enorme. Esto ya es, y seguirá siendo, una fuente constante de presión sobre el precio del crudo. A menos que se produzca un fuerte giro
ecologista en Occidente o se descubra una alternativa a los combustibles fósiles, en el futuro inmediato vamos a permanecer en este rango de entre $40 y $70, o más.

 

Políticamente, esto hará probable que todo un grupo de países petroleros con instituciones débiles o gobiernos abiertamente autoritarios experimenten una erosión de las libertades y un aumento de los comportamientos corruptos, autocráticos y antidemocráticos. Los dirigentes de estos Estados pueden esperar un incremento significativo de sus ingresos disponibles para crear cuerpos de seguridad, sobornar adversarios, comprar votos o apoyo público, y resistirse a acatar las normas y convenciones internacionales. No hay más que coger el periódico cualquier día de la semana para constatar esta tendencia. Por ejemplo, un artículo de febrero de 2005 en The Wall Street Journal sobre cómo los ayatolas de Teherán - embriagados por el dinero gracias a los altos precios del petróleo - están volviéndole la espalda a algunos inversores extranjeros en lugar de darles la más calurosa de las bienvenidas. Turkcell, un operador turco de telefonía móvil, había firmado un acuerdo con Irán para
construir la primera red de telefonía móvil de propiedad privada del país. Se trataba de un acuerdo atractivo.

 

La operadora acordó pagar 300 millones de dólares (unos 230 millones de euros) por la licencia e invertir 2,250 millones, lo que habría creado 20,000 puestos de trabajo. Pero los mulás del Parlamento congelaron el contrato, alegando que podría ayudar a los extranjeros a espiar a
su país. Alí Ans ari, un experto en Irán de la Universidad de Saint Andrews (Escocia), señala en The Wall Street Journal que los analistas iraníes llevaban 10 años abogando por las reformas económicas. "La realidad es que la situación es peor ahora", dice. "Tienen mucho dinero gracias a los altos precios del petróleo y no necesitan reformar la economía". O bien se puede echar un vistazo a un reportaje sobre la República Islámica en el número del 11 de febrero de The Economist, que apuntaba: "El nacionalismo cae mejor en un estómago lleno y el señor Ahmadineyad es el afortunado presidente que espera recibir, en el próximo año, alrededor de 36,000 millones de dólares en ingresos por exportaciones de petróleo para ayudar a comprar lealtades. En su primera ley presupuestaria, que
está tramitándose en el Parlamento, el Gobierno ha prometido construir 300,00 viviendas, dos tercios de ellas fuera de las grandes ciudades, y mantener las subvenciones a la ener gía, que ascienden a un increíble 10% del PIB".

 

Otro caso O considérese el drama que se desarrolla en la actualidad en Nigeria. Sus presidentes tienen un límite de mandatos: dos de cuatro años. El presidente Olesegun Obasanjo llegó al poder en 1999, después de un período de gobierno militar, y fue reelegido por votación popular en 2003. Cuando asumió el poder saltó a los titulares de prensa por investigar violaciones de los derechos humanos por parte de los militares, liberar a prisioneros políticos e incluso por hacer un intento seria por erradicar la corrupción. Esto era cuando el precio del crudo estaba en torno a 25 dólares el barril. Hoy día, con el crudo a 70 dólares, Obasanjo está intentando persuadir a los legisladores para que modifiquen la Constitución de modo que le permita obtener un tercer mandato.

 

Un líder de la oposición en la Cámara de Representantes, Wunmi Bewaji, ha dicho que "se estaban ofreciendo a los parlamen tarios sobornos de un millón de dólares por voto", según se citaba en un artículo de Voice of America News del 11 de marzo. "Y esto lo ha coordinado un alto representante del Senado y un alto representante de la Cámara". Clement Nwankwo, uno de los principales activistas de los derechos humanos de Nigeria, me dijo en marzo que desde que el precio del petróleo ha empezado a subir, "las libertades públicas [han estado] en fuerte declive: se han producido arrestos arbitrarios, se ha asesinado a adversarios políticos y las instituciones democráticas han sufrido".

 

El petróleo representa el 90% de las exportaciones del país africano, añade Nwankwo, y eso explica, en parte, por qué, de repente, se ha producido un aumento de los secuestros de empleados extranjeros de petroleras en el delta del Níger, muy rico en crudo. Muchos nigerianos creen que estos trabajadores deben estar robando crudo porque lo que está llegando a la población es un a parte muy pequeña de los ingresos del oro negro.
 

Con mucha frecuencia, en los países petroleros no sólo ocurre que toda la política gira en torno a quién controla la producción del crudo, sino que el público adquiere una noción distorsionada de en qué consiste el desarrollo. Si son pobres y sus dirigentes son ricos, no es porque su país no haya promovido la educación, la innovación, el Estado de Derecho y la creación de empresas. Es porque alguien se está llevando el dinero del petróleo. La gente empieza a pensar que, para hacerse ricos, no tienen más que pararles los pies a quienes se lo llevan, y no construir una sociedad que promueva la educación, la innovación y la creación de empresas.
 

Los nexos El vínculo entre los precios del oro negro y el ritmo de la libertad es tan estrecho en algunos países que un aumento repentino del primero puede desviar del sendero de las reformas económicas y políticas hasta a los dirigentes más lúcidos. Considérese Bahréin, que sabe que su crudo se está agotando, y ha sido un modelo sobre cómo la caída de su precio puede impulsar las reformas. "Ahora
nos va bien gracias a que el precio del petróleo está alto. Esto podría llevar a los gobernantes a ser complacientes", señaló recientemente a Gulf Daily News Jasim Husain Alí, director de la unidad de investigación económica de la Universidad de Bahréin. "Esta tendencia es muy peligrosa, ya que los ingresos del crudo no son sostenibles. La diversificación [de Bahréin] puede ser suficiente para los niveles del Golfo, pero no según los estándares internacionales".
 

Geología ideológica Con el debido respeto por Ronald Reagan, no creo que él hiciera caer a la Unión Soviética. Obviamente hubo muchos factores, pero el colapso de los precios mundiales del petróleo hacia finales de los ochenta y comienzos de los noventa desempeñó, sin duda, un papel clave (cuando la Unión Sov iética se disolvió oficialmente el día de Navidad de 1991, el precio del barril rondaba los 17
dólares). Y también ayudaron a encaminar el Gobierno poscomunista de Boris Yeltsin hacia un fortalecimiento del Estado de Derecho, una mayor apertura al mundo exterior y más sensibilidad a las estructuras legales exigidas por los inversores globales. Y luego llegó Vladímir Putin. Piénsese en la diferencia entre el presidente ruso de cuando el petróleo estaba en un rango de entre 20 y 40 dólares y el de ahora, que se sitúa entre 40 y 70. Entonces, tuvimos lo que yo llamaría "Putin I". Después de su primer encuentro con él, en 2001, el presidente Bush dijo que se había asomado al "alma" del ex director del KGB y que vio un hombre en el que podía confiar. Si el presidente de Estados Unidos se
asomara hoy al alma del presidente ruso (Putin II, el de 70 dólares el barril) vería que está tan negra como el petróleo. Vería que el líder de Moscú ha < BR>utilizado las ganancias inesperadas del crudo para engullirse (nacionalizar) la enorme compañía petrolera rusa, Gazprom, varios periódicos y cadenas de televisión, y toda clase de empresas rusas e instituciones anteriormente
independientes.
 

Cuando, a comienzos de los noventa, los precios estaban en el nadir, incluso países petroleros árabes como Kuwait, Arabia Saudita y Egipto - este último, poseedor de unos sustanciales depósitos de gas - por lo menos hablaban de reformas económicas, cuando no de tímidos cambios políticos. Pero desde que comenzaron a subir, todo el proceso se frenó, sobre todo en el campo político. A medida que se acumule más y más riqueza de crudo en los países petroleros, esto podría empezar a distorsionar mucho todo el sistema internacional y la naturaleza misma del mundo posterior a la Guerra Fría. Cuando cayó el muro de Berlín, se extendió la creencia de que también se había desatado una marea
imparable d e mercados libres y democratización. La proliferación de elecciones libres en todo el mundo durante la década posterior convirtió aquella oleada en algo muy real. Pero en la actualidad se está encontrando con una contramarea imprevista de petroautoritarismo, que está siendo posible gracias a que el petróleo está a 70 dólares el barril. De repente, regímenes como Irán, Nigeria, Rusia y Venezuela están batiéndose en retirada de lo que parecía un inndetenible proceso de democratización, y autócratas elegidos en las urnas están utilizando estas repentinas ganancias para acomodarse en el poder, comprar a adversarios y defensores, y ampliar el control estatal al sector privado.
 

Impacto. Aunque el petroautoritarismo no representa la amenaza estratégica e ideológica que el comunismo supuso para Occidente, su impacto a largo plazo podría corroer la estabilidad mundial. No es sólo que algunos de los peores regímenes tendrán dinero extra dura nte más tiempo que nunca para hacer las cosas más horribles, sino que países democráticos - la India y Japón, por ejemplo - se verán
obligados a doblegarse o a mirar hacia otro lado ante el comportamiento de Irán
o Sudán, debido a su fuerte dependencia de ellos.
 

Quisiera destacar de nuevo que me consta que las correlaciones que estos gráficos sugieren no son perfectas y, sin duda, hay excepciones. Pero creo que ilustran una tendencia general que uno puede ver reflejada en las noticias todos los días: el creciente precio del petróleo tiene un impacto negativo sobre el ritmo de la libertad en muchos países, y cuando se suman suficientes Estados con suficientes impactos negativos, la política global empieza a envenenarse.
 

Aunque no podemos influir sobre el precio del crudo en ningún país concreto, sí podemos hacerlo en su valor global, alterando la cantidad y el tipo de energía que consumimos. Cuando digo "podemos", me refiero en particu lar a EEUU - que absorbe en torno al 25% de la energía mundial-y a los países importadores de petróleo en general. Pensar en cómo alterar nuestros patrones de consumo
energético para reducir el precio del oro negro ya no es simplemente un entretenimiento de activistas ecologistas; es un imperativo de la seguridad nacional.
 

Por lo tanto, cualquier plan de Estados Unidos que promueva la democracia y no
incluya una estrategia creíble y sostenible para encontrar alternativas al
petróleo y para hacer bajar su precio es insignificante y está condenada al
fracaso. Hoy día, al margen de dónde se esté en el espectro de la política
exterior, hay que pensar como un verde.

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Tomado de Foreign Policy
Traducido por AR
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