En defensa del neoliberalismo

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La nueva revolución americana 

 
por Martin Gurria *

Washington DC es una ciudad con una vida política y cultural en estado de ebullición permanente, alimentada por cientos de instituciones, públicas y privadas, que a diario celebran presentaciones, marchas, movilizaciones, campañas informativas, fiestas y saraos de todo tipo.

A diario, uno puede encontrarse a presidentes, ex presidentes, ministros, profesores, periodistas y demás fauna de la sociedad civil presentando nuevas causas, libros o lo que sea. Se trata de acontecimientos en los que, por lo general, todo el mundo es bienvenido. La competencia es formidable en esta ciudad, capital de las ideas y de los Estados Unidos de América.

Yo mismo he acudido a todo tipo de actos, organizados en torno a cualquier tema imaginable y protagonizados por sujetos de lo más dispar. Pero pocos me han resultado tan sorprendentes como el que sirvió para presentar el último libro de José María Marco: La nueva revolución americana.

El Metropolitan, a una manzana de la Casa Blanca, es uno de los clubes más prestigiosos e influyentes del país. Sus múltiples salones han servido de escenario para la adopción de centenares de decisiones políticas. Aquí fue, por ejemplo, donde Theodore Roosevelt, George Dewey y Leonard Wood acordaron invadir las últimas colonias del Imperio español. Pues bien, el otro día fue el propio Metropolitan quien hubo de sufrir una invasión en toda regla de liberal-conservadores deseosos de escuchar lo que tenía que decir Marco a propósito de la nueva revolución americana.

Los tres presentadores de su libro se cuentan entre lo más selecto de la élite intelectual de estos pagos: Alejandro Chafuén, director de la fundación Atlas; Lee Edwards, de la Heritage Foundation y uno de los mayores expertos en lo relacionado con el movimiento conservador norteamericano, y Alfred S. Regnery, del American Spectator y cuya editorial –llamada, precisamente, Regnery– desempeñó un papel fundamental en el (re)nacimiento de dicho movimiento, a mediados del siglo pasado.

En esta obra, Marco hace un magistral repaso del devenir de la derecha norteamericana en los últimos sesenta años. "I take my hat off", dijo Edwards durante la presentación. Y es que a los americanos les encanta descubrir que un extranjero se interesa de veras por su país y repara en cosas que ellos mismos habían pasado por alto, o incluso les explica cosas que les cuesta entender. (Claro que les encanta, sobre todo si están de acuerdo en lo que se les dice...). Dos siglos después de su publicación, La democracia en América de Tocqueville sigue siendo un libro de referencia en el proceso político-intelectual estadounidense.

El otro día, en el Metropolitan estaban representadas las cuatro pes que hicieron posible la nueva revolución americana. Hablamos de los philosophers (Hayek, Kirk, Weaver), los popularizers (Buckley, Will, Limbaugh), los politicians (Goldwater, Reagan, Gingrich) y los philanthropists (Coors, Pew, Salvatori). La presentación contó con el patrocinio de Curtin Winsor III, miembro de una familia de gran tradición filantrópica y muy relacionada con mundo de las ideas. En cuanto a los políticos, se dejaron ver varios altos cargos del Partido Republicano y representantes de formaciones liberales latinoamericanas. Por lo que hace a los filósofos, acudieron numerosas cabezas pensantes de think tanks tan prestigiosos como la Atlas Foundation (que corrió a cargo con la organización del acto), Hacer, una institución especializada en promover las ideas liberales en América Latina y entre los hispanos, y, como no podía ser menos, la Fundación Burke, dirigida por el editor Antonio Arcones. Ent re los divulgadores, cabe mencionar al infatigable Randal C. Teague, director del Fund For American Studies, un centro que lleva 40 años concediendo becas a los jóvenes interesados en todo lo relacionado con la libertad individual y los mercados.

Esta conjunción de elementos sería muy difícil de reunir en España, terreno hostil a la filantropía, especialmente cuando andan las ideas de por medio. Me imagino que se debe, en parte, a la falta de costumbre, al gran peso del Estado o, simplemente, al temor que sienten los potenciales mecenas a apadrinar ideas que no sean del agrado del Poder. Sea como fuere, lo cierto es que resulta inimaginable la existencia en España de un gigante como el Cato Institute, que se financia exclusivamente con fondos privados. Lo interesante de la filantropía a la americana es que es cosa de todos; de hecho, el grueso de las donaciones corren aquí por cuenta de gente que no es millonaria ni por asomo. "Put your money where you mouth is", dicen los americanos. Y lo hacen.

En España, las cuatro pes siguen estando muy concentradas en las mismas personas. No parece lógico ni ideal –pero sí necesario, dadas las circunstancias– que unos pocos carguen sobre sus hombros con tanta responsabilidad y sean a la vez la vanguardia creativa, los buscadores de fondos, los grandes promotores de las ideas y los valores liberal-conservadores. Vamos por el buen camino (ahí están LD y LDTV, la COPE, La Razón, o editoriales como Ciudadela), pero todavía falta mucho. Se necesita más gente, y hay que prestar mucha atención al caso americano: allí, las cuatro pes aúnan fuerzas pero son independientes las unas de las otras y no están sometidas a decisiones de terceros, especialmente si esos terceros forman parte del poder político.

Que un profesor español y su editor logren poner todas las pes juntas en un templo del poder de la democracia americana como el Metropolitan Club, que además consigan llenarlo a rebosar y que reciban un torrente de elogios (cosa nada fácil; recuerden el dicho de Truman: "Si quieres tener un amigo en Washington, cómprate un perro") es algo verdaderamente sorprendente. Marco y Arcones lo consiguieron el otro día. Lo cual dice mucho en su favor (y de lo bien que aprovechó José María su año de exilio en Georgetown). Ojalá les haya dotado de una carga extra de ilusión y energía. Buena falta les hará, dado lo que se avecina de aquí a las próximas elecciones generales.


Fuente: Libertad Digital