En defensa del neoliberalismo


Inmigración y suicidio nacional

Adolfo Rivero Caro



Hoy se cumple el séptimo aniversario del ataque terrorista del 11 de septiembre en Nueva York. Aquella horrible tragedia ha creado una situación radicalmente nueva en Estados Unidos. Nuestro país está asaltado por enemigos que quieren destruirnos. Entre otras cosas, esto exige que nos preocupemos por la seguridad de nuestras fronteras y, en consecuencia por la inmigración ilegal. Se trata de un problema extraordinariamente difícil, que es necesario afrontar con rigor y objetividad. Ningún país del mundo ha sido tan generoso con los inmigrantes como Estados Unidos y, sin embargo, constantemente estamos oyendo virulentas críticas sobre una supuesta xenofobia. Esto es poco serio. A lo que se opone el pueblo de Estados Unidos, con toda razón, es a la inmigración ilegal.

Estados Unidos y México tienen una porosa frontera de 2,000 millas. No se trata solamente de que México sea un país pobre y con la típica cultura estatista, heredada de España, que dificulta enormemente el desarrollo, sino que California, Texas y otros territorios americanos fueron parte de México. En las dos décadas de la revolución mexicana, entre 1910 y 1930, hubo más de un millón de inmigrantes mexicanos y desde entonces su influjo ha sido de casi 50,000 anuales. Actualmente se calcula que en estados Unidos hay unos 20 millones de inmigrantes ilegales. Es una cifra enorme. Mucho más grave es la creciente dificultad en su asimilación. Hasta el concepto mismo de asimilación está bajo ataque.

Desde aproximadamente los años 70, el concepto de multiculturalismo se ha ido imponiendo entre nuestras elites culturales. Según esta concepción, la civilización occidental no requiere ninguna consideración especial, puesto que todas las culturas son de igual mérito. La civilización del arte gótico, Shakespeare y Bethoven no debe considerarse superior a la de los hotentotes de Australia o los papúas de Nueva Guinea. De aquí, el constante énfasis en preservar nuestras “raíces” y la lucha contra el “English only” y otras medidas para acelerar la asimilación. Luchar por la asimilación se ha vuelto “racista”. En todo esto, más de una vez se ha utilizado erróneamente el ejemplo de los cubanos. A partir de los años 60, empezó una masiva emigración de cubanos a Estados Unidos. Esos cubanos estaban convencidos de que su estancia en Estados Unidos sería a corto plazo, por lo que reorganizaran aquí muchas de sus instituciones. Otros grupos migratorios hispanos interpretaron esto como un rechazo organizado a la asimilación. Pasaban por alto, que ninguna comunidad hispana, simpatiza más con Estados Unidos y se siente más patriota de este país, que la cubana.

A diferencia de los polacos, alemanes, italianos, judíos y japoneses, la mayoría de los inmigrantes mexicanos no quiere asimilarse. Esto tiende a crear bolsones étnicos resentidos y fácilmente manipulables por organizaciones como La Raza. Por otra parte, hay que recordar que nacer en Estados Unidos significa tener la ciudadanía americana, algo que sucede en muy pocos países. Esto representa una tentación irresistible para nuestros vecinos y un verdadero disparate demográfico, que es imperativo eliminar. Los valerosos legisladores que se han atrevido a proponerlo se ven violentamente calumniados y hostigados. Es importante tomar consciencia de este fenómeno y ayudarlos.

Los economistas liberales afirman que los inmigrantes contribuyen a la riqueza de la nación, pero otros insisten en que cada inmigrante ilegal recibe $50,000 más en servicios estatales que lo que contribuye en impuestos durante su vida. Algunos estudios sugieren que cada hogar de California tiene que aportar, por lo menos, $1,200 anuales para subsidiar el déficit entre lo que los inmigrantes cuestan en servicios y lo que pagan en impuestos. De cualquier forma, a las presentes tasas de nacimiento e inmigración, para 2050 habrá 97 millones de hispanos en Estados Unidos, un 25 por ciento de la población total y más de la mitad de la población de California.

De Estados Unidos sale una enorme cantidad de remesas para todo el mundo. Sin duda, una de las causas de la recesión es la cantidad de dinero que los inmigrantes ganan en EE. UU. pero gastan fundamentalmente en sus países de origen. El mayor receptor de remesas en la región es México, con más de 25 mil millones de dólares americanos en el 2008, pero más allá de las consideraciones en términos nominales, para la economía más pobre de la región, Haití, las remesas representan aproximadamente la mitad del PBI. Jamaica recibe U$D 550 per cápita anuales y aproximadamente, el 25 por ciento de las familias de la República Dominicana, el Salvador, Honduras, Haití y Nicaragua declaran recibir remesas. En Ecuador, algunos especialistas afirman que gracias a las remesas ha sido posible sostener la dolarización de su economía.


Los activistas de los inmigrantes luchan porque se le conceda la ciudadanía a los ilegales. Ahora bien, si se toma en consideración que hay 20 millones de ilegales y que cada naturalizado pudiera reclamar a varios parientes, esto significaría hacer una verdadera revolución demográfica. Estados Unidos se transformaría en un país completamente distinto, principalmente en cuestiones de salud y de infraestructura social. Por consiguiente, en realidad, lo que está en juego es la identidad nacional de Estados Unidos e, inclusive, la integridad misma de la nación. Nadie discute que es justo y necesario ayudar a los inmigrantes ilegales. Lo que nadie pude olvidar es  que ningún país está dispuesto al suicidio nacional.

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