En defensa del neoliberalismo

 


Antiamericanismo y tecnología militar

 
 Ralph Peters

Muchos de nosotros hemos luchado tratando de comprender el carácter incomprensible e inclusive fanático del anti americanismo de ia prensa mundial, incluyendo la nuestra. ¿Cómo pueden hombres y mujeres educados, ya hablen árabe, español, francés o inglés, condenar todo lo que EEUU haga  pasando por alto los abusos de lo dictadores y el salvajismo de los terroristas? 

¿Por qué se le echa la culpa de todo a EEUU aún cuando la participación Americana sea mínima o inclusive inexistente? ¿Como ha podido la gran potencia más benéfica de la historia ser transformada por la prensa internacional en una entidad de implacable malevolencia?

Hay una respuesta sencilla. A su manera secular, las elites mundiales de los medios de comunicación son tan incapaces de aceptar la realidad como los fundamentalistas islámicos. Ambos odian el mundo en el que están obligados a vivir, y EEUU ha conformado ese mundo.

No es que el mundo creado por EEUU sea tan malo para la intelligentsia mundial: La libertad que explotan para condenar a Estados Unidos ha sigo conquistada, preservada y expandida por los sacrificios y el ejemplo americano. El problema es que ellos querían un mundo diferente: la utopía prometida por los teóricos socialistas y marxistas, un imposible paraíso en la tierra que capturó su imaginación tan totalmente como las visiones del paraíso deslumbran a los terroristas kamikazes.

Los medios mundiales de comunicación son ferozmente seculares pero eso no los protégé contra formas alternativas de fe. Los europeos, por ejemplo, han descartado la creencia en Dios y, sin embargo, todavía les hace falta un Satanás para explicar sus propios fracasos, al igual que sus antepasados les hacían falta los diablos para explicar por qué la leche se cortaba o se enfermaban las ovejas. Hoy, los Estados Unidos han reemplazado al Lucifer del pasado europeo. Más allá de la conciencia de su presunta superioridad, los euuropeos contemporaneous son tan superticiosos e irracionales como sus antepasados. Simplemente creen en otros demonios. 

Uno de los aspectos máas perversos del anti-americanismo en los medios globales de comuunicación y entre la intelectualidad interacional es que es presentado como un movimiento liberal y progresista cuando en realidad es profundamente reaccionario, una revuelta elitista contra el creciente poderío del hombre común (el ethos central de los Estados Unidos). Pese a sus diferencias externas, los intelectuales son los aliados lógicos de los extremistas islámicos, igualmente opuestos al progreso social y la libertad masiva. Por supuesto, los terroristas tienen la ayuda de la fe religiosa mientras que la intelectualidad global, confrontada a la muerte del marxismo y el triunfo del capitalismo,  sólo tiene su propia rabia.  

Los seres humanos están alambrados para la fe. Desprovistos de un dios, buscan una fe alternativa.  Durante un tiempo, el nacionalismo, el socialismo, el marxismo y otros ismos parecieron tener la posibilidad de funcionar, siempre que los intelectuales seculares rechazaran las pruebas de los crímenes de Stalin o el salvajismo de Mao (en forma parecida a como hoy pasan por alto las brutalidades de los terroristas islámicos). Los intelectuales que trabajan en los medios globales tuvieron que sufrier que Estados Unidos destruyera sus sistemas seculares de creencias. Lentamente durante la Guerra Fría y luego drástica y rápidamente entre 1989 y 1991. La experiencia ha sido tan desorientadora e irritante para ellos como si le hubiéramos demostrado a los fanáticos musulmanes que su dios no existe.

El triunfo americano averguenza al Medio Oriente y a Europa por igual y, desde hace mucho tiempo, ha lastimado el orgullo de América Latina. Pero la hermandad de los terroristas islámicos y la tribu de los intelectuales globales que dominan los medios de comunicación son los dos grupos que más odian a Estados Unidos. Los terroristas sueñan con un paraíso más allá de la tumba; los intelectuales fantasean sobre utopias en la tierra. Ninguno puede soportar el éxito práctico del modo de vida americano, con su insistencia en el desempeño personal y su resistencia a los privilegios no ganados. Para los islámicos, el poder americano amenaza las promesas de su fe. Para los intelectuales, Estados Unidos es el asesino de sus más queridas fantasias.

¿Es de extrañar que estos dos grupos, tan aparentemente diferentes, hayan ido cayendo en colusión?,

Los kamikazes pudieran ser la gran arma de nuestro tiempo, pero el nuevo y crucial factor estratégico es el ascenso de una cultura de información global que pretende reflejar la realidad pero que de hecho la recrea. Irak es sólo el más flagrante ejemplo de la desconexión entre la realidad empírica y la realidad alternativaa, rediseñada y políticamente infectada que nos dan los medios. Este fenómeno es decisivo: la esfera de la información global es ahora un campo de batalla decisivo. Las imágenes y las ideas son tan poderosas como las más avanzadas técnicas militares. 

Hemos llegado al punto (como lo probó la primera batalla de Faluja) en que los medios globales pueden alterar el veredicto del campo de batalla. A nosotros no nos van a derrotar los kamikazes en Irak pero existe  la posibilidad de que los medios internacionales puedan conseguirlo. Al luchar contra los enemigos que tenemos en frente, tratamos de ignorar los enemigos que tenemos a nuestras espaldas, enemigos contra los que no podemos disparar. En realidad, si hay algo que sobre lo que tenemos que hacer una profunda reevaluación es sobre el papel de nuestros medios de comunicación en tiempo de guerra.  

Esto no significa que todos los medios sean malévolos o deshonestos. Significa que tenemos que tener el sentido común y el valor de discriminar entre los medios que tratan de reportar justamente (y no comprometen secretos de guerra) y los que tienen un largo y probado historial de hostilidad contra nuestros objetivos nacionales o su franco apoyo a los terroristas

Lo supimos hacer en la II Guerra Mundial pero hoy ya no se puede contar con el patriotismo de los periodistas, mucho menos con su aceptación de censores. Nuestros propios reporteros pretenden ser  “ciudadanos del mundo” con “lealtades más altas”, y muchos consideran al patriotismo como anacrónico. Obsedidos por la defensa de sus privilegios, rehusan aceptar que también tienen responsabilidades como ciudadanos. Pero cuando la irresponsabilidad periodística mate un número suficientemente grande de americanos, la realidad nos va a obligor a cuuestionar la alegación de los medios de que “el público tiene derecho a saber” todos los secretos del gobierno en tiempo de guerra.

Los medios pueden constituir el elemento decisivo en la contrarrevolución mundial en asuntos militares, y la video camera (ese insaciable cómplice del terrorista) es la barata negación de nuestra tecnología militar. (Y cuidado con la creciente capacidad de la tecnología digital de crear “atrocidades” americanas de la nada.) Estamos orgullosos de nuestra capacidad de poner acero en cualquier objetivo en cualquier parte del mmundo, pero las bombas dirigidas no funcionan contra la fe ni contra una avalancha de mentiras no desmentidas.

Tenemos que romper las cadenas mentales que nos atan al sueño de una tecnología-über-alles de la guerra., una fantasia tan absurda y anacrónica como los sueños marxistas de los intelectuales europeos. Ciertamente, que las tecnologías militares tienen su lugar y pueden proveer a nuestras tropes de instrumentos útiles. Pero lo fundamental en la guerra no es la tecnología sino la disposición a dar la vida. Y no existe arma superior a la firmeza de voluntad. No podemos olvidarlo.

Ralph Peters, un official retirado del ejército, es el autor de 21 libros, incluyendo el próximo “Never Quit the Fight”.