En defensa del neoliberalismo
 
 

                                                         

El legado de Boris Yeltsin

  
 

 

DAVID SATTER


La era de Boris Yeltsin, que murió el lunes 23 de abril, fue una época de oportunidades perdidas. Yeltsin encabezó la revolución que derrocó a la Unión Soviética. Pero su esfuerzo por construir una democracia en Rusia fue un fracaso debido, en gran medida, a que quiso crear una democracia por la fuerza.

En cierto sentido, Yeltsin ha sido uno de los grandes benefactores de la humanidad. Expulsado de la dirección del partido tras su discurso de 1987 denunciando el lento ritmo de las reformas soviéticas, a los ojos del público se convirtió en un mártir. Y con la ayuda de las primeras elecciones libres, emergió como el líder de la oposición. El movimiento que él encabezó trajo un fin pacífico a 73 años de dictadura comunista.

El derrocamiento del comunismo, sin embargo, solo era el primero de los objetivos que Rusia confrontaba en los años 90. El segundo, igualmente importante, era la creación de una democracia. En el caso del derrocamiento del comunismo, Yeltsin se puso al frente de un movimiento que ya existía. Construir lo que vendría después fueron decisiones suyas y, con el tiempo, llevaron al desastre.

Es este fracaso el que explica por qué Yeltsin será tan poco lamentado en Rusia. Al fin de su segundo período, 98% de la población desaprobaba de su gobierno. Cuando a los rusos se les pregunta por la popularidad de Vladimir Putin siempre se refieren al caos y la criminalidad de los años de Yeltsin. Esto también explica su falta de fe en la "democracia," una pérdida de fe que coloca un enorme peso sobre los activistas rusos de derechos humanos.

El país que  Yeltsin heredó tras la caída de la Uunión Soviética estaba espiritualmente desorientado. Tras 4,000 años de civilización, los comunistas no solo rechazaron a Dios sino a todo sentido de lo bueno y lo malo. "Bueno" era lo que servía al proletariado. En estas circunstancias, la mayor necesidad de Rusia era reestablecer la autoridad de los valores morales universales, lo que sólo podia conseguirse mediante el establecimiento de un estado de derecho.

Yeltsin, sin embargo, y el pequeño grupo de economistas que lo asesoraba, decidió que la más urgente prioridad era poner las propiedades estatales en manos privadas, aunque esas manos fueran delincuentes.  En esto, se vieron plenamente apoyadas por Estados Unidos. El resultado fue que se abrió el camino para el saqueo del país y la emergencia de la actual dictadura de la KGB.

Los extranjeros que contemplan a Rusia desde afuera, impresionados por las nuevas libertades del país, no se daban cuenta de la criminalidad y la terrible pobreza que abrumaba a los ciudadanos ordinarios. Toda la propiedad estaba en las manos del gobierno; el dinero estaba en las manos de los gangsters y los traficantes del mercado negro  Sin salvaguardas legales, los delincuentes adquirían propiedad sobornando a los funcionarios del gobierno. Los mayores delincuentes se conviertieron en oligarcas y, con su nueva riqueza, en los pilares del gobierno.

Los rusos presenciaban con asombro como la riqueza creada por los esfuerzos de toda la población, era diividida entre los que tenían buenos contactos dentro del estado. Los nuevos propietarios procedieron a robarse los activos de las fábricas y las minas, y la economía colapsó. En el período entre 1992-1998, el Producto Nacional Bruto bajó a la mitad. Esto no había pasado ni bajo la ocupación nazi.

Una consecuencia fue que los rusos dejaron de recibir sus salarios. Para el 1 de enero de 1998, los salarios atrasados constituian 13% del total de la masa monetaria:$8,000 millones a la tasa official de cambio. Para evitar el hambre los trabajadores, que llevaban meses sin cobrar sus salarios,tenían que cultivar sus propios alimentos.

Quizás lo más importante, la crisis spiritual se profundizó. La ideología comunista se basaba en una serie de anti-valores destinados a justificar el gobierno totalitario. Al mismo tiempo, sin embargo, estos valores le daban a cada individuo el sentido de que estaba trabajando por el bien de la humanidad y de que su vida tenía significado. Las revelaciones del glasnot mostraron que la perspetiva comunista se basaba en mentiras pero no ofrecían nada para sustituirla. Tras la caída de la Unión Soviética, la gente quería democracia pero, en vez de eso, se encontraron gobernados por gangsters. El resultado fue una generalizada desesperación.

Entre 1992 y 1994, el aumento del índice de mortalidad en Rusia fue tan dramático que los demógrafos ocidentales no podían creer las cifras. Entre los asesinatos, los infartos, los accidentes y los suicidios, Rusia tenía el índice de mortalidad de un país en guerra. Los demógrafos occidentales y rusos ahora están de acuerdo en que entre 1992 y el 200, el número de “muertes excesivas” en Rusia estuvo entre cinco y seis millones, y que no puede explicarse por ninguna tendencia anterior.

En estas circunstancias, Yeltsin se convirtió en una figura impopular e inclusive odiada en Rusia. Pese al desastre de sus reformas, se puede decir que Yeltsin tenía buenas intenciones. No se puede decir lo mismo de los medios mediante los que garantizó la elección de su successor.

En 1999 estaba claro que, salvo circunstancias extraordinarias, ningún candidato asociado con Yeltsin podia ser electo presidente. Esto significaba que, casi seguramente, las deshonestas privatizaciones serían revisadas. Y, para los que estaban cerca de Yeltsin, esto no solo podia significar la ruina sino inclusive la cárcel.

Y las circunstancias aparecieron. En septiembre 1999, cuatro edificios de apartmentos fueron dinamitados en Moscú, Buinaksk y Volgodonsk, matando a 300 personas mientras dormían. Las explosions se atribuyeron a los chechenos y, con el público galvanizado en su apoyo, las autoridades lanzaron una nueva invasion de Chechenia. Vladimir Putin, un prácticamente desconocido antiguo jefe del Servicio Federal de Seguridad (SFS) que había sido nombrado primer ministro, fue puesto a cargo de la campaña.

La guerra consiguió algunos triunfos iniciales, lo que consiguió distraer la atención del saqueo del país. De la noche a la mañana, Putin se convirtió en un héroe nacional y electo presidente. Su primer acto oficial fue perdonar a Yeltsin y a sus familiares por todos los delitos cometidos desde su cargo, y anunciar que no se reconsiderarían los resultados de las privatizaciones

Sin embargo, pusieron una quinta bomba en un sótano de Ryazan, al sureste de Moscú. En este caso, la bomba no explotó. Reisidentes alertas llamaron a la policía local. Los autores fueron arrestados. Eran agentes del SFS.

Yeltsin fue una figura contradictoria. Un hombre de enorme energía y determinación, su lucha contra el sistema soviético estuvo motivada no sólo por un deseo personal de venganza sino por su deseo de una vida major para el pueblo ruso. Al mismo tiempo, sin embargo, compartía las premisas esenciales del pensamiento comunista: que ningún individuo vale nada en comparación con los objetivos del estado. Esto fue lo que socavó la democracia que esperaba construir y lo que preparó el camino para el gobierno de la KGB que hoy existe en Rusia

Tras la muerte de Yeltsin's, habrá muchos, particularmente en EEUU, que tratarán de hacer una distinción entre la democracia bajo Yeltsin y el autoritarismo bajo Putin. Es una distinción falsa.  La democracia implica un estado de derecho, que no existió bajo Yeltsin. Al mismo tiempo, Putin fue el sucessor escogido por Yeltsin. Nunca hubiera llegado a presidente a no ser por la criminalidad de los años de Yeltsin; y por los sangrientos atentados que llevaron a la Segunda Guerra de Chechenia.

Tanto la emancipación de Rusia como su regreso al autoritarismo son partes del legado de Yeltsin. El destino lo puso al frente de un movimiento que hizo mucho bien pero que demostró ser incapaz de garantizar un futuro major para su pueblo. Al final, su vida ilustra la necesidad de desarraigar la herencia comunista de Rusia, y lo profundas que son las raíces de esa herencia.

David Satter  trabaja con la Hoover Institution y la Johns Hopkins University.


Tomado del Wall Street Journal
Traducido por AR.