En defensa del neoliberalismo

La alternativa

Adolfo Rivero

En Cuba, la reciente conmemoración del 60 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre estuvo caracterizada por tristes paradojas. Al mismo tiempo que reprimía duramente a opositores pacíficos, la dictadura cubana tenía la audacia de organizar en La Habana una reunión internacional sobre el aniversario. A los participantes, por supuesto, no les importaba mucho el tema. ¿Una reunión en La Habana? ¿Con todos los gastos pagos? ¡Cómo no! Nada más placentero para gran parte de la izquierda de América Latina y del mundo. Y, sin embargo, prestarse a ir a La Habana para hablar de derechos humanos es particularmente repugnante. En primer lugar porque hay una contradicción esencial entre el marxismo y los derechos humanos. Toda la teoría marxista descansa sobre la idea de la lucha de clases. Para los marxistas hay toda una clase social que es la supuesta responsable de todos los males de la humanidad y a la que, por consiguiente, hay que exterminar. Reconocerles derechos inalienables a los empresarios, a sus dependientes y simpatizantes es esencialmente incompatible con el marxismo. Sería honesto que esa intelectualidad lo reconociera.

La Constitución de Cuba se declara ''marxista-leninista'' (Art. 5) y afirma, paladinamente, que el Partido Comunista ''es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado''. Señores, ¡por favor! ¿Quién le dio esa potestad al Partido Comunista? ¿Fidel Castro? ¿Cómo es posible que haya intelectuales que acepten esto? Es francamente vergonzoso aunque nada extraño. Estos personajes son los lamentables herederos de los que defendieron tenazmente a Stalin: uno de los grandes genocidas del siglo XX. Heredero y fiel discípulo, por cierto, de Lenin. Yo insisto en llamar a los intelectuales latinoamericanos a leer las cartas y telegramas del mismo Lenin (ver The Unknown Lenin, de Richard Pipes) para que comprueben quién era realmente este siniestro personaje. Es inexplicable que en América Latina haya tan pocos intelectuales dispuestos a dar esta batalla y a desenmascarar a los que hablan de ``marxismo-leninismo''.

¿Qué ha significado la revolución marxista-leninista para Cuba? Una catástrofe nacional. Que la izquierda mundial no lo reconozca clara y tajantemente, la descalifica como una opción intelectual y política. ¿A dónde pueden ir sus seguidores? Obviamente al desastre. Ese ha sido el camino escogido por Hugo Chávez, que durante muchos años ha disfrutado de una bonanza petrolera sin precedentes en la historia de Venezuela. ¿Y qué provecho han sacado los venezolanos de la misma? ¿Qué ha sacado Ecuador de los delirios de Correa? ¿O los bolivianos de Evo Morales? ¿O los nicaragüenses de Ortega? Los peruanos resistieron la tentación de Ollanta Humala y han tenido un crecimiento sostenido. Lula no cedió a las presiones de su base (que lo considera un traidor) y ha empujado vigorosamente el desarrollo de Brasil. ¿Qué modelo van a escoger los salvadoreños en las próximas elecciones? ¿El de Castro, Chávez y Correa o el de Alan García, Uribe y Lula? Esa es su alternativa.

Ningún modelo económico puede traer un mejoramiento inmediato. Lo más que pueden hacer los gobiernos es tomar algunas medidas que ayuden a resolver algunos urgentes problemas sociales como poner médicos, hospitales y escuelas en las regiones menos favorecidas del país. O invertir en vías de comunicación. Lo fundamental, sin embargo, es ayudar al surgimiento, crecimiento y desarrollo del empresariado nacional. En América Latina, esto puede significar oponerse a poderosos intereses monopólicos. En muchos de nuestros países, esos intereses han desprestigiado al capitalismo aunque, en realidad, son su opuesto: el capitalismo es competencia, es libre mercado.

Nuestros amigos salvadoreños no deben dejarse engañar por cantos de sirena. El modelo Castro, Chávez, Correa y compañía sólo puede significar un rápido empeoramiento de su situación económica. Va a haber, inmediatamente, una fuerte contracción en las inversiones extranjeras. ¿Qué pueden esperar los capitalistas de los guerrilleros comunistas, apadrinados por Fidel Castro? Es cierto que la derecha en el gobierno ha cometido errores. Bien. Vamos a criticarlos. Vamos a buscar alternativas pero dentro de la concepción capitalista y desarrollista. Amigos salvadoreños, visiten a Cuba. ¿Es eso lo quieren para su país? Los comunistas ya no apoyan la lucha armada para tomar el poder. Ahora tratan de tomar el poder mediante elecciones. ¿Algo de malo en eso? Nada, si fueran realmente demócratas. Pero no lo son. Siguen aspirando a la dictadura. De ahí ese fenómeno que hemos visto repetirse, una y otra vez, de tratar de cambiar inmediatamente la constitución. ¿Por qué? Porque el objetivo fundamental de las constituciones democráticas es impedir que ningún grupo pueda tener excesivo poder. De ahí la división de poderes y la protección a la diversidad de opiniones. Para los comunistas, sin embargo, esto es un obstáculo que hay que eliminar. Saben que su popularidad es efímera, que sus políticas no van a resolver ninguno de los problemas que atormentan a sus sociedades y que, más tarde o más temprano, el pueblo se va a volver contra ellos. De aquí que haya que desmantelar todas sus posibilidades de defensa. En primer lugar, restringirle la información. Acostumbrarlo a la versión oficial, privarlo de toda explicación alternativa. Y luego tratar de desarticular cualquier organización opositora. Y va a ser difícil impedirlo si llegan al gobierno.

El frente Farabundo Martí ensangrentó el país y es el principal responsable por la proliferación de las pandillas. Educó a toda una generación en la violencia. Y no han cambiado. Sus partidarios siguen siendo marxistas, leninistas y admiradores de Fidel Castro. ¿Cómo es posible que el valiente pueblo salvadoreño, que los derrotó en la guerra, vaya a entregarles el poder en la paz? No sería la derrota de un partido sino la de todo un país.

Diciembre, 2008

 

 

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