En defensa del neoliberalismo

 

Apoyar a Saddam Hussein

 

Adolfo Rivero Caro

En su discurso sobre el estado de la Unión del año pasado, el presidente Bush se refirió tajantemente a un ''eje del mal'' integrado, fundamentalmente, por Irak, Irán y Corea del Norte. Irán está dirigido por una teocracia medioeval que alberga y equipa a las organizaciones terroristas más peligrosas del mundo. La dictadura de Corea del Norte no puede alimentar a su pueblo aunque sí fabricar armas atómicas. Saddam Hussein encabeza una dictadura agresiva y sangrienta que también cobija y equipa a terroristas. El carácter opresor, agresivo y profundamente reaccionario de estas dictaduras es irrefutable.

Recientemente, sin embargo, hemos visto coléricas manifestaciones de protesta, sobre todo en Europa, contra el guerrerismo ¡de Estados Unidos! ¿Cómo es posible? La única forma de derrocar la dictadura de Saddam es mediante la guerra. Cualquier transacción diplomática lo dejaría en el poder. Por consiguiente, el objetivo concreto de las maniobras de Francia y Alemania, así como el de las manifestaciones, es mantener a Saddam Hussein en el poder. ¿De dónde puede salir este interés en perpetuar una dictadura agresiva y brutal? ¿De dónde proviene este antiamericanismo que, como una nueva fiebre amarilla, provoca tembleques incontrolables en la vieja Europa? Después de todo, hace apenas un año Estados Unidos liberó al pueblo de Afganistán de una de las tiranías más opresivas y reaccionarias del mundo moderno. Por no hablar de la historia desde principios del siglo pasado hasta el día de hoy. ¿Cómo explicar esta ceguera histórica, esta sorprendente ingratitud?

La divergencia con una parte de Europa, y sobre todo con Francia, viene gestándose desde hace tiempo. No hemos querido ver lo que hemos tenido delante de los ojos: la política antiisraelí de Europa. Desde hace treinta años, Estados Unidos siempre ha sido un defensor, si no siempre un simpatizante, del estado de Israel. Las razones son obvias. Es una minúscula democracia que ha estado luchando, a brazo partido, por sobrevivir desde su mismo nacimiento. Es también un estado rodeado de dictaduras reaccionarias que jamás han aceptado su derecho a existir. Dado el historial de las relaciones entre Europa y los judíos (historial que no es cortés recordar), hubiera sido lógico esperar que los judíos hubieran encontrado una firme y segura defensora en Europa. No ha sido así. Todo lo contrario. Han sido los países europeos los que han defendido a los terroristas que han estado atacando a Israel desde hace medio siglo.

Europa convirtió a Yasser Arafat de efectivo maleante en supuesto estadista. No es difícil encontrar la causa. Tras la Guerra de Yom Kippur y el bloqueo petrolero árabe de 1973, la entonces Comunidad Europea creó una estructura de Cooperación y Diálogo con la Liga Arabe. A iniciativa francesa, el diálogo árabe-europeo (DAE) empezó integrado por representantes de la Comunidad Europea y países de la Liga Arabe. La Comunidad Europea acordó apoyar la política árabe antiisraelí a cambio de amplios acuerdos comerciales. El organismo clave del diálogo, la Comisión General, era responsable de planificar los objetivos políticos, culturales y económicos. Esta estructura se convirtió en el instrumento de cabildeo para conseguir que Europa aceptara una masiva inmigración árabe. Se convirtió también en un estridente portavoz del antisemitismo, de la denigración de la cultura occidental y del más frenético antiamericanismo. Fue la interpenetración de las políticas árabes y europeas lo que determinó la implacable política antiisraelí de Europa, y su consiguiente antiamericanismo.

Los instrumentos creados por la DAE llevaron a la Comunidad Europea, y luego a la Unión Europea, a tolerar el terrorismo palestino, a justificarlo y, finalmente, a financiar su infraestructura, que luego se convirtió en la Autoridad Palestina. El DAE fue el vehículo para legitimar la propaganda de la OLP y procurarle reconocimiento internacional al movimiento terrorista de Yasser Arafat. Fue su cabildeo el que permitió que Arafat interviniera ante la Asablea General de Naciones Unidas el 13 de noviembre de 1974, convirtiéndolo en una personalidad internacional. La DAE fue el vehículo para difundir y popularizar en Europa la constante difamación de Israel. Su objetivo estratégico ha sido separar a Europa de Estados Unidos y su agente más activo ha sido Francia. Fue Francia la que construyó un reactor atómico para Saddam Hussein, el mismo que los israelíes destruyeron en 1984. Jacques Chirac se jacta de su amistad con Saddam Hussein. No es por gusto. Según los bancos de datos de Naciones Unidas, desde 1998 las compañías francesas han encabezado las solicitudes de licencias de Naciones Unidas para vender a Irak material de potencial utilización para armas nucleares, químicas y bacteriológicas. Han hecho más de 272 solicitudes de licencias diferentes por valor de miles de millones de dólares. En segundo lugar está Alemania. Estados Unidos nunca ha estado de acuerdo con esta política.

La alianza entre la izquierda y los fascistas islámicos es natural. Ambos son igualmente anticapitalistas y antiamericanos. No es que los hombres y mujeres de buena voluntad del mundo entero se unan contra las pretensiones guerreristas de Estados Unidos. No me hagan reír, que tengo el labio lastimado. Es que los comunistas y sus simpatizantes de todo el mundo han reactivado sus viejas redes para unirse a los fascistas islámicos en su odio a la modernidad y a su principal representante, Estados Unidos. Que no es lo mismo. Ahí está Lula, por cierto, proponiendo un frente latinoamericano de oposición a la guerra. No es por gusto. Lo que es malo para Saddam es malo para Fidel, para Chávez y, ¿por qué no decirlo?, para Lula también. Que nadie lo olvide, en última instancia sólo hay dos bandos. Como dijo el presidente Bush, los que no están con nosotros están contra nosotros.