En defensa del neoliberalismo

 

El gran cambio

 

Adolfo Rivero Caro

Las recomendaciones hechas por la Comisión de Ayuda para una Cuba Libre, presidida por Colin Powell y Mel Martínez, representan un cambio radical en la política de Estados Unidos hacia Cuba. Ningún gobierno serio prepara una comisión de esta envergadura si no existe la voluntad de aplicar una política bien pensada con un propósito muy definido. El centro de la nueva política hacia Cuba parece ser un viraje radical hacia la confrontación. La práctica dirá si es cierto.

Esto no es tan banal como parece. Estados Unidos, por ejemplo, siempre consideró un enemigo a la Unión Soviética. Después de todo, Nikita Jruschov había dicho ''los enterraremos.'' Pero la política americana hacia la URSS tuvo varias etapas, que incluyeron la distensión de los años 70. El paradigma de la política de la distensión, su tesis subyacente, era que el gobierno de la URSS era una realidad establecida, distinta y quizás desagradable pero con la que era necesario encontrar un acomodo. Había que ser realista y llegar a un nuevo y más relajado status quo. De la URSS sólo se pedía la eliminación de algunos abusos graves que significaran un estorbo para que EEUU pudiera mejorar las relaciones. Es decir, crímenes. Por lo demás, según los liberales americanos, los soviéticos tenían su propia concepción sobre la libertad, la democracia y otros ''derechos humanos'', entre comillas. El gobierno de Ronald Reagan cambió ese paradigma.

Reagan planteó que no era posible aceptar la existencia de un sistema hostil, que combatía los valores de la sociedad americana y negaba el más esencial de todos: la libertad humana. La libertad era un valor universal, compartido por los pueblos que se encontraban tras la cortina de hierro. Fue a partir de esta tesis que Reagan calificó a la URSS, para enorme escándalo de los liberales americanos, como un imperio del mal. Baste recordar en cuanto a las implicaciones políticas de esta concepción, el despliegue de los 108 misiles Pershings II y los 464 misiles crucero Tomahawk en Europa para contrarrestar los SS-20 soviéticos. Esto provocó gigantescas manifestaciones de protesta en Europa (mucho mayores que las que hemos visto en esta ocasión) y enfurecidas acusaciones de ''guerrerismo''. Los liberales americanos consideraban a Reagan ''un amable estúpido'', un inepto, un mal actor casualmente promovido, para peligro del mundo, a un cargo de enorme importancia. La vida demostró quiénes eran los miopes y los ineptos.

Ahora nos encontramos en una situación similar. Los mismos críticos de Reagan vuelven a esgrimir los mismos argumentos contra George W. Bush. En el fondo, lo que le critican es que haya cambiado de modelo. En cuanto a la situación cubana, el paradigma anterior era presionar al gobierno para que no cometiera crímenes que estorbaran una mejoría en las relaciones. Ahora se ha abandonado esa pretensión. La razón es sencilla aunque los liberales americanos y los ''progresistas'' del mundo entero nunca la han comprendido. Una dictadura totalitaria no puede sobrevivir sin una represión implacable. No son errores de Castro. Es la naturaleza del régimen. La nueva tesis es que, en las condiciones después del 11 de septiembre del 2001, es inaceptable la existencia de una dictadura patrocinadora del terrorismo a 90 millas de Estados Unidos. Hay que buscar un cambio de régimen.

El cambio de política ha provocado diversas reacciones, tan esperadas unas como inesperadas otras. Ha habido cierta falta de comprensión dentro de la oposición interna. Obviamente, no me refiero a esos supuestos ''opositores'', bienvenidos por Fidel Castro, que jamás han defendido a la disidencia y cuya gran bandera de combate ha sido cerrar Radio y TV Martí. No significaban nada aquí, y no significan nada allá. Lo preocupante es que algunos verdaderos opositores se encuentren coincidiendo con ellos. Esto debía de hacerlos reflexionar. Cuidado con la supuesta ''independencia''. En mayor o menor medida, los dirigentes políticos siempre dependen de sus aliados. El aislamiento debilita. Nosotros queremos aislar a Castro. El pretende aislarnos a nosotros. (Trata de hacerlo presentándonos como sanguinarios revanchistas incapaces de cualquier negociación o compromiso.)

Estados Unidos es el principal amigo y aliado que han tenido las fuerzas de la libertad y el progreso en nuestro tiempo, como lo atestigua la historia de la guerra fría. Y sin ese apoyo, no hay liberación posible. La caída del régimen del apartheid, por sólo mencionar un caso, fue consecuencia directa de un hermético bloqueo internacional. No puede ser de otra forma. Ningún pueblo ha podido liberarse solo de una dictadura totalitaria. Rechazar el apoyo es suicida. ¿Qué base de ayuda tiene la oposición cubana en el exterior? ¿Quién le da voz y aliento? ¿La socialdemocracia europea? ¿El Vaticano? ¿Los gobiernos latinoamericanos? No es prudente aislarse de los únicos verdaderos amigos. En política, por otra parte, siempre se cometen errores y siempre hay posibilidad de rectificarlos. Es justo señalar en este momento el valor moral y la lucidez política de Vladimiro Roca. Será socialdemócrata, pero no pierdo las esperanzas. Y no es el único que piensa así.

La discusión en el seno de la comunidad cubanoamericana era de esperar. Son discrepancias normales entre personas razonables. Eso sí, todos estamos esperando. Sabemos que la burocracia del Departamento de Estado no simpatiza con esta política y que Rumsfeld tiene otras prioridades. Siempre habrá excusas para no hacer nada. Pero queremos ver volar ese avión. Y pronto. Queremos que TV Martí se vea en Cuba, y que se elimine la interferencia de Radio Martí. Esto crearía nuevas condiciones en Cuba. Y todo el mundo está interesado en ver la reacción de Fidel Castro. Fuera de prohibirle a la gente comprar radios y televisores previendo lo que viene, único objetivo real de sus últimas medidas económicas. Y de hacerlos marchar, por supuesto. Otra caminata terapéutica. Pobre pueblo. ¡Hasta cuándo!