En defensa del neoliberalismo

 

Los orígenes de la corrección política

 

Bill Lind

¿De dónde viene todo esta concepción de que la civilización occidental es opresora? ¿De que en sus sociedades casi todo el mundo es víctima de esa opresión: las mujeres, los negros, los hispanos, los indios, los homosexuales y de que de que el capitalismo está acabando con el planeta?

Por primera vez en nuestra historia, los americanos tienen miedo de lo que dicen, de lo que escriben y de lo que piensan. Tienen que tener miedo de utilizar la palabra incorrecta, no vaya a ser que esa palabra sea denunciada como ofensiva, insensible, racista, sexista u homofóbica.

En el siglo XX, hemos visto otros países donde ha sido así. Y siempre los hemos considerado con una mezcla de piedad y diversión porque nos ha parecido extraño que alguien pueda permitir que se desarrolle una situación en la que vayan a tener miedo de las palabras que usa. Pero ahora tenemos esa situación en este país. La tenemos fundamentalmente en las universidades pero se está extendiendo por toda la nación. ¿De dónde viene? ¿Qué es?

Lo llamamos “Corrección Política (PC).”  El nombre surgió medio como un chiste, literalmente en una tira cómica, y todavía tendemos a no tomarlo muy en serio. En realidad, es terriblemente serio.  Es la gran enfermedad de nuestro siglo, la enfermedad que dejó decenas de millones de muertos en Europa, en Rusia, en China, en todo el mundo. Es la enfermedad de la ideología. El PC no es cómico. Es mortalmente serio.

Si lo vemos analíticamente, si lo vemos históricamente, no nos demoramos en descubrir exactamente lo que es: la Corrección Política es una versión vulgarizada del marxismo. Lo que pudiéramos llamar concepciones marxoides. Es un esfuerzo que no se retrotrae a los años 60 y a los hippies y al movimiento por la paz sino a la I Guerra Mundial. Si comparamos los principios básicos de la Corrección Política con el marxismo clásico los paralelos son obvios.

En primer lugar, son ideologías totalitarias. En ninguna parte se revela más claramente la naturaleza totalitaria de la Corrección Política que en las Universidades, muchas de las cuales son actualmente pequeñas Coreas del norte cubiertas de hiedra. Cualquier estudiante o profesor que se atreva a cruzar las líneas establecidas por las feministas o los activistas homosexuales, o los grupos locales de negros o hispanos, o cualquiera de los otros grupos de “víctimas”  se verá rápidamente implicado en problemas judiciales. Dentro del pequeño sistema legal de la universidad, afrontarán cargos formales y sanciones. Esa es la visión del futuro que la Corrección Política pretende para la nación en su conjunto.

En realidad, todas las ideologías son totalitarias porque la esencia de una ideología es tomar alguna filosofía y, sobre la base de esa filosofía, decir que ciertas cosas tienen que ser verdad – como que toda la historia de nuestra civilización es la historia de la opresión de las mujeres. Y, puesto que la realidad contradice esto, prohibir la realidad. Hay que prohibir reconocer la realidad de nuestra historia. Hay que obligar a la gente a vivir en la mentira. Pero la gente es renuente a vivir en la mentira porque usa sus ojos y sus oídos y comprueba que lo que le dicen no es cierto. Entonces hay que utilizar el poder del estado para obligar a la gente a vivir en la mentira. Es por eso que, inevitablemente, la ideología crea un estado totalitario.

El marxismo tradicional nos dice que la historia es la historia de la lucha de clases, la historia de la lucha entre los que tienen los medios de producción (que son los malos) y los que no los tienen (que son los buenos).

Ahora bien, es importante destacar que, para el marxismo, todo lo que uno piense está influido por el lugar que uno ocupa en la estructura de la sociedad. Marx insistía en que  toda producción intelectual no podía sino reflejar la realidad social imperante. Al hacerlo, sin embargo, tomaba como características “humanas”, y por lo tanto eternas, lo que no eran sino características históricas , y por lo tanto transitorias. Al no comprender este carácter histórico de la realidad social, los intelectuales tenían una visión deformada de la misma. Aunque no tuvieran un propósito político deliberado, al presentar lo transitorio como eterno, justificaban y legitimaban el status quo social. En esto, por supuesto, Marx tenía parte de razón y ofrecía un instrumento de análisis sociólogico no despreciable. Marx, sin embargo, se burlaba cruelmente de los que pretendían censurar las obras de Balzac porque este fuera monárquico. Lenin, aunque mucho menos cultivado, también rechazó con aspereza las pretenciones del Prolekut de crear una “cultura proletaria” sobre las cenizas de la cultura “burguesa”. “Lean un poco y estudien –decía Lenin- “el proletariado tiene que apoderarse primero de toda la cultura burguesa antes de soñar con sustituirla.’’

¿Cómo justificaba Marx entonces que su propia producción intelectual

no fuera otra visión deformada de la realidad social? Marx escapaba de esta contradicción considerando que el desarrollo de la ciencia y el mundo industrial moderno creaban, por primera vez en la historia, la posibilidad de una sociedad sin explotadores ni explotados. El proletariado industrial era la primera clase social en la historia que podía derrocar a sus explotadores sin tener que sustituir una explotación por otra. Al liberarse de la explotación de la burguesía, el proletariado creaba una sociedad sin clases, terminando definitivamente con la explotación del hombre por el hombre. El hombre salía de la prehistoria de la sociedad, donde era víctima de fuerzas sociales incontrolables, para entrar en la historia, planificada y controlada racional y deliberadamente.

Esto también permitía, por primera vez, la posibilidad de una comprensión científica de la sociedad, que Marx llamaba  materialismo histórico.

Al comprender el carácter histórico de la sociedad, los intelectuales revolucionarios comprendían la transitoriedad del capitalismo y, al criticarlo, aceleraban su inevitable desaparición. Especular sobre la sociedad futura era ocioso. El futuro se ocuparía de si mismo.

Es curioso, sin embargo, que Marx fuera tan superficial a la hora de analizar la revolución proletaria. ¿Quiénes iba a dirigir esa revolución? ¿Cómo garantizar que no pretendieran monopolizar el poder, un poder enorme que no sólo iba a ser  político sino también económico?  Y, por otra parte, ¿donde estaba la famosa depauperación de la mayor parte de la sociedad? 

¿Acaso no era la clase media la que estaba creciendo cada vez más? ¿Y acaso esta clase media no vivía cada vez más segura y cómodamente? 

El sueño de la razón produce monstruos, como dijo Goya. En las concepciones marxoides de moda, la historia es la historia de la explotación de ciertos grupos – mujeres, negros, hispanos, homosexuales – (que son los buenos) por los hombres de origen europeo (que son los malos). Es el mismo perro con diferente collar.