En defensa del neoliberalismo

 

El singular mérito de Dagoberto Valdés

 

Al leer el libro Cuba: libertad y responsabilidad del ingeniero Dagoberto Valdés, director de la revista Vitral, no puedo dejar de preguntarme qué se escribirá en el futuro sobre la historia intelectual de Cuba durante el último medio siglo. ¿Qué tremenda inversión de valores no tiene el pueblo cubano por delante? ¿Qué piadoso silencio no les espera a los alabarderos ideológicos de una dictadura totalitaria? ¿Y qué respeto y admiración a los campeones intelectuales de la libertad, a ésos que han trabajado durante décadas en las más difíciles de las circunstancias? En Cuba, dentro de esa elite intelectual, Dagoberto Valdés juega un papel singular.

En la batalla cultural contra la dictadura cubana, lo habitual ha sido el desafío individual. También ha habido, sin embargo, individuos que como Dagoberto Valdés se han concentrado en la creación de un vehículo colectivo de ideas. De aquí el excepcional papel de Vitral. En sus páginas lo mismo se encuentran ensayos sobre la actualidad nacional que sobre bioética o poesía. Todos, sin embargo, desafían el universo cultural totalitario. Dagoberto Valdés ignora la coerción cultural a su propio riesgo. Escribe lo que piensa y se niega a fingir. Lo hace desde un punto de vista extraordinariamente generoso e inclusivo, fiel al espíritu de la Iglesia. Probablemente eso lo hace más efectivo.

Dentro del universo intelectual católico, se enfrentan dos grandes corrientes intelectuales. Hay una izquierda que, apoyándose en la vocación caritativa de la Iglesia, critica ferozmente al capitalismo. En la práctica, esto ha llevado a una obscena tolerancia de las dictaduras de izquierda. Pero también hay una derecha que se apoya en la responsabilidad individual y, por consiguiente, en la defensa del capitalismo. Es la que defiende la mejor revista católica del mundo: First Things, que tiene un excelente website. Es por eso que me haya parecido alentador leer en el ensayo sobre libertad y responsabilidad (pag. 284): ''Una parte de la verdad, tal como la hemos vivido, nos enseña que cuando se establece un sistema de justicia distributiva que intenta garantizar la seguridad económica y social por parte del estado a costa de la iniciativa y la responsabilidad de los ciudadanos, las libertades civiles y políticas se ven seriamente restringidas, siendo aún peor, pues reclamar esos derechos aparece como una oposición al proceso de liberación y a la causa de los pobres... con grave falta de la verdad...''. Sin embargo, también afirma que ''`Hay una parte de la verdad cuando se argumenta que las libertades civiles y políticas no tienen posibilidad de ejercerse en un sistema de injusticias sociales y carencias económicas en el que la libertad sólo es ejercida por los que tienen medios para vivir''. Este ha sido siempre el argumento intelectual de los demagogos. El eclecticismo en este punto crucial me parece poco convincente. Dagoberto se muestra indeciso en este choque de visiones. Quizás le fuera útil revisar las reflexiones de F. A. Hayek sobre este problema.

En su artículo ''Algo se mueve en Cuba'' (pag. 268), Dagoberto hace un breve recuento histórico del movimiento opositor y recuerda cómo, en 1976, comenzaron a organizarse unos pocos cubanos en defensa de los derechos humanos fuera del ámbito religioso. Fue, por supuesto, aunque no lo mencione específicamente, el inicio del Comité Cubano pro Derechos Humanos encabezado por Ricardo Bofill.

El libro abunda en agudas observaciones. Como sobre la vulgaridad: ''¿Qué es entonces la vulgaridad que nos invade? No es sólo falta de modales, ni grosería ni alarde de bravuconería. Se trata, en mi opinión, de algo más profundo y más serio: la vulgaridad es fruto de la destrucción de costumbres, modelos de vida, escuelas de comportamiento, métodos de educación... que fueron abolidos sin encontrar nuevos modelos''. O sobre el exilio y la nación cubana: “Todos conocemos personas que viven aquí y no les interesa para nada la comunidad de intereses, ni la historia pasada, ni la por venir. Son nacidos en Cuba pero han abandonado la nación a su suerte. También conocemos a cubanos que han abandonado la patria, la tierra donde nacieron, por razones que no detallaremos, pero que mantienen su vínculo afectivo, cultural y efectivo con la vida que transcurre aquí. Estos dejaron la patria pero siguen siendo parte de la nación en la que nos cobijamos todos...''.

Cuando se escriba la historia intelectual de los últimos 50 años, cuando se haga la triste crónica de esa mayoría que se ha dejado sobornar por la dictadura, este libro será testimonio de que también hubo intelectuales insobornables. Y el destino de nuestra nacionalidad podrá apoyarse en ellos.