En defensa del neoliberalismo

Desastre a la vista

Adolfo Rivero

Los Estados Unidos se encuentran en una de las coyunturas más graves de su historia. No se trata de la crisis financiera. Todas las sociedades capitalistas entran y salen de las mismas. Se trata de que la crisis se ha producido vísperas de las elecciones presidenciales, creando condiciones favorables para el triunfo del candidato presidencial más izquierdista en la historia de la nación. Este individuo, Barack Hussein Obama, de raíces africanas y árabes, nunca ha sido un simpatizante del modo de vida americano. Lo importante, por supuesto, no son sus raíces. Incontables millones de hombres y mujeres de todas las razas y orígenes nacionales han optado por convertirse en americanos. Lo peligroso es su ideología.

Lo importante no es que una presidencia Obama vaya a tratar con simpatía a todos los gobiernos antiamericanos de América Latina y del mundo. Lo importante no es que le dé tiempo a Irán para desarrollar sus planes de armas nucleares. Esto es lo de menos. Lo importante es que una presidencia Obama, con un Congreso demócrata, va a poder alterar permanentemente la distribución del poder en EEUU. La izquierda no sólo tiene el control del Congreso, sino que va a conseguir el control de la presidencia. Y no sólo eso. Casi inevitablemente dos magistrados del Tribunal Supremo se van a retirar en los próximos años. Una presidencia Obama respaldada por un Congreso demócrata también garantizaría una mayoría izquierdista en el Tribunal Supremo. Los magistrados de tendencia conservadora sólo quieren aplicar las leyes, las consideren buenas o malas, los jueces socialistas, por su parte, quieren interpretarlas en un sentido populista. No les importa que el pueb! lo no e sté de acuerdo. ¿Por qué habrían de preocuparse? Nadie puede deponerlos. Es decir, que un gobierno Obama significaría que los poderes ejecutivo, legislativo y judicial estarían en manos de la izquierda. Con semejante poder en la mano y con el pretexto de la crisis económica van a poder subvertir la tradicional sociedad americana, la más exitosa de la historia. No es por gusto que estén de fiesta.

Una de las consecuencias de una presidencia Obama va a ser la indefinida prolongación de la recesión. Nada más lógico. Una economía capitalista no puede prosperar en un medio ambiente donde los empresarios, los capitalistas, sean considerados el enemigo. Tomemos el ejemplo más importante de su plataforma. Obama insiste en que le va a subir radicalmente los impuestos a todos los que ganen más de 250,000 y que, por consiguiente, los pequeños negocios no tienen nada que temer. ¡Todo lo contrario! Según Obama, su plan va a rebajar los impuestos de la mayoría de los pequeños negocios que, según él, son los que ganan menos de 250,000. Por favor. Esto es delirante. A cualquier trabajador individual, como a mí, por ejemplo, eso le parece mucho. Pero ¿lo es realmente para un empresario? El Departamento de Comercio define un pequeño negocio como al que tiene menos de 100 empleados. ¿250,000? Casi todos los pequeños negocios tienen ingresos muy por encima de esa cifra. Si un concesionario de autos, por ejemplo, tiene ingresos anuales de entre $23 y 29 millones, es un pequeño negocio. Si los ingresos de las ferreterías, mueblerías o pequeñas tiendas de efectos deportivos o electrónicos son menores de $7 millones anuales, son consideradas pequeños negocios. Si usted trabaja en un pequeño negocio que sólo tiene cinco o seis trabajadores y gana unos $50,000, simplemente haga la suma. Todo el que se moleste en hacer los cálculos (y yo invito a mis lectores que los hagan) tiene que llegar a la conclusión de que, bajo el plan Obama, el 99% de los pequeños negocios va a sufrir un enorme aumento de impuestos. Y, por consiguiente, sus empleados también van a ser afectados.

¿Qué significa todo esto? Muy sencillo. Que en una presidencia Obama la economía va a permanecer en la recesión. Es inevitable. Repito que una economía capitalista no puede crecer y prosperar en un medio ambiente donde los capitalistas, los empresarios, sean considerados como el enemigo. Y eso es precisamente lo que va a suceder. No hay que olvidar que el fundamento ideológico de la izquierda mundial es el marxismo, la teoría de la lucha de clases. Ahora bien, esta es precisamente la ideología de la izquierda del Partido Demócrata, que ahora controla al partido. Entre paréntesis, los comunistas americanos están de fiesta. Es cierto que no todos los demócratas son de extrema izquierda, pero toda la extrema izquierda vota demócrata. Y esa es la que está dirigiendo el partido.

Hillary Clinton estaba influida por las ideas de la izquierda, pero Barack Obama es un militante de las mismas. ¿Cuál es su tarea fundamental en estos momentos? Ocultarlo. Ocultar la militancia ideológica, profundamente izquierdista, que se desprende de su historial político. Disfrazarse de un americano corriente de clase media. Aunque esos americanos nunca hayan tenido una perenne vinculación con personajes de la extrema izquierda, sean el reverendo J. Wright, su pastor de toda la vida, o antiguos terroristas como Bill Ayers. Y Obama, por supuesto, aprovecha el noble y legítimo deseo de grandes masas del pueblo americano de superar un pasado racista, aunque ya lejano, eligiendo a un negro como presidente de Estados Unidos. Yo también lo quisiera. Lo fundamental para ese cargo, sin embargo, no puede ser la raza ni el origen nacional, lo fundamental tiene que ser quién es el individuo, qué piensa, cuáles son sus ideas. Y las ideas radicales y anticapitali! stas de Barack Hussein Obama son profundamente hostiles a la esencia misma de este país. Sería trágico que una coyuntura económica adversa vaya a poner en el poder a los enemigos ideológicos de esta nación.

Octubre, 2008

 

 

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