En defensa del neoliberalismo

Elecciones importantes
Adolfo Rivero Caro

La última semana se ha caracterizado por dos elecciones cuyos resultados, aunque esperados, representan profundos cambios políticos. El primero ha sido la elección de Sebastián Piñera como el próximo presidente de Chile. En Chile no encontramos un típico enfrentamiento entre las tradicionales izquierdas y derechas. En primer lugar, porque esas tradicionales izquierdas y derechas están desapareciendo. Impulsado en gran medida por los resultados prácticos de la revolución cubana, una izquierda latinoamericana anticapitalista se ha ido transformando en una izquierda procapitalista. No es de extrañar. El ejemplo de Cuba permite identificar el comunismo con la miseria. La izquierda tiene que aceptar que ese modelo ha sido ásperamente rechazado dondequiera que la gente ha podido manifestar su opinión. La mayoría no simpatiza con el igualitarismo. El igualitarismo sólo puede ser impuesto por la fuerza y, a largo plazo, sólo por un gobierno totalitario cuyos funcionarios, no casualmente, formen uno de los estratos más privilegiados que hayan existido en la historia.

Aunque de mala gana, la nueva izquierda reconoce que sólo el capitalismo, un capitalismo moderno, puede desarrollar y enriquecer nuestras sociedades. Se concentra por eso en buscar medidas que alivien los problemas que este desarrollo ocasiona en las vidas de los trabajadores. Esos problemas no son nuevos. Es pertinente recordar que la llegada del automóvil produjo la quiebra de la milenaria industria caballar. Súbitamente, desde los herreros hasta los constructores de coches se vieron desempleados. Tiene que haber sido una enorme tragedia nacional. La hemos olvidado, no porque haya sido inconsecuente, sino porque inició un período extraordinariamente más próspero.

Todas nuestras futuras discusiones políticas van a girar en torno a la medida, en que esas medidas --con cuya generosidad simpatiza todo el mundo-- van a afectar el enriquecimiento de nuestra sociedad a largo plazo. Llevadas a un terreno familiar plantean varias interrogantes. ¿Debemos ahorrar, hacer inversiones en el futuro o gastar en placeres actuales? Uno sólo vive una vez. No son decisiones fáciles. La presencia de un Hugo Chávez en el continente parecería rebatir esto pero, en realidad, sólo lo confirma. ¿Cómo es posible que Venezuela esté en una crisis económica? El ejemplo de Cuba es elogiado, aunque no seguido, por muchas razones. Es como elogiar a los faraones que construyeron las pirámides. La diferencia, por supuesto, es que Fidel Castro deja muchos sufrimientos pero ningún monumento significativo.

Se elogia a Fidel Castro porque ha sido un enemigo irreductible de Estados Unidos, el país más desarrollado del mundo. Y eso es popular, en un continente profundamente frustrado, cuya vasta clase media necesita explicaciones por su permanente subdesarrollo. Las explicaciones marxistas, aunque la experiencia demuestre que son falsas, mantienen un superficial atractivo. Infortunadamente, la mayoría de los intelectuales de América Latina casi nunca cuestionan esos argumentos fallidos y, muy por el contrario, tratan de reforzarlos. Nuestro subdesarrollo es un fenómeno complejo pero, por extraño que parezca, en gran medida es responsabilidad de nuestros intelectuales. Desde hace mucho tiempo, su furioso antiamericanismo, y por consiguiente, su anticapitalismo, ha sido un gran obstáculo para un crecimiento encabezado por la empresa privada, el único desarrollo realmente posible.

América Latina nunca parece poder acercarse a los ritmos de desarrollo alcanzados por muchos países asiáticos. La izquierda mexicana paraliza todos los esfuerzos para acelerar el crecimiento. Perú ha hecho un esfuerzo admirable en los últimos años pero, sin embargo, Colombia, que ha derrotado a los revolucionarios castristas en el campo de batalla, ha mantenido una política económica izquierdista y fallida.

Piñera ha prometido un crecimiento del 6% anual durante su mandato. Debía ser una meta alcanzable. El gobierno peruano, bajo feroz ataque interno, es el único país de gran tamaño que ha crecido a más del 4% este año. (Es, precisamente por eso, que es el principal enemigo de la izquierda). Piñera sabe todo esto. Se ha referido a un estudio del Banco Mundial que indica que fundar un negocio en Chile demora 27 días y cuesta $1,100 mientras que en Nueva Zelanda se demora un día y sólo cuesta una fracción de ese precio. Obviamente, nada más importante, Esos pequeños negocios son los grandes empleadores. La forma de disminuir el desempleo no es ningún enigma: consiste en estimular los pequeños negocios bajándoles los impuestos y disminuyendo sus regulaciones.

Piñera lo sabe, pero se enfrenta a un Congreso dominado por una izquierda dispuesta a mantener empresas fallidas y en bancarrota a costa del dinero de los electores. Es muy lamentable tener que despedir trabajadores pero ¿acaso es mejor mantener una empresa en quiebra a costa de los contribuyentes?

Piñera ha dicho que la mala administración de las empresas estatales que manejan el transporte, la energía y la explotación del cobre ha malgastado $4,000 millones. ¿Podrá cambiar esa situación e imponerse a un Congreso izquierdista? La revolucionaria elección de Massachusetts nos dice que es posible. Más sobre esas formidables elecciones en una próxima columna.

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