En defensa del neoliberalismo

 

En torno a los efectos de la globalización

 

GUILLERMO DE LA DEHESA
Guillermo de la Dehesa es presidente del Centre for Economic Policy Research (CEPR).


Dos artículos míos sobre uno de los temas más polémicos del momento, la globalización, han suscitado una respuesta razonada, aunque creo que no razonable, por parte del profesor Ángel Martínez González Tablas (AMGT) en EL PAÍS del 30 de diciembre de 2000, que agradezco sinceramente, ya que mi ánimo al escribir dichos artículos era estimular el debate.

AMGT critica mis dos artículos del 29 de septiembre y del 14 de diciembre pasados con los siguientes argumentos. En primer lugar, aunque reconoce que la globalización no es pura ideología, afirma que tiene un fuerte componente ideológico, ya que es otra propuesta más del 'paradigma neoliberal' y del 'pensamiento único'. Naturalmente, es difícil pensar que un proceso que está impulsado por millones de decisiones individuales de los empresarios y de los inversores de todo el mundo pueda tener un componente ideológico. Sobre el 'paradigma neoliberal' y 'el pensamiento único' ya he escrito en este mismo diario (28-1-98) exponiendo que el nuevo liberalismo se ha ido imponiendo lentamente al nuevo keynesianismo desde la primera crisis del petróleo, porque este último no daba respuestas teóricas y prácticas suficientes a los nuevos problemas que se estaban experimentando, como el de la 'estanflación', y porque había creado unos sectores públicos difícilmente financiables por los contribuyentes. Es decir, el liberalismo no tiene nada de 'pensamiento único', sino de pensamiento más práctico y mejor adaptado, por el momento, a la realidad económica. Los paradigmas, como señalaba Karl Popper, sólo duran lo que tarde en aparecer otro que tenga más fundamento y se adapte mejor a la realidad. Igual terminará pasando con este nuevo paradigma liberal algún día.

En segundo lugar, AMGT duda de que la globalización conlleve a un aumento de la competencia, sino que, según él, lleva a una mayor oligopolización por el desarrollo de grandes complejos empresariales. Si efectivamente no conduce a una mayor competencia, entonces, ¿de qué creciente competencia, ajustes de plantilla y dumping social se quejan continuamente las organizaciones empresariales y sindicales de los países desarrollados? Además, AMGT sabe perfectamente, a través del trabajo de keynesianos 'de pro' como Krugman, Helpman y Kierzkowsky, que la competencia internacional es cada vez más imperfecta y oligopolizada, pero no por ello menos dura, y que las economías de escala y la diferenciación del producto se van imponiendo poco a poco a las ventajas comparativas. El hecho de que Boeing y Airbus sean los dos fabricantes dominantes del mercado de aviones comerciales no significa que no exista una competencia 'a muerte' entre ellos y que los precios de los aviones no vayan cayendo, sino todo lo contrario.

En tercer lugar, AMGT pone en entredicho que la globalización provoque una reducción de los precios de las mercancías, servicios y capitales que se comercian y pone como ejemplo que los tipos de interés reales (descontada la inflación) tienden a aumentar en lugar de disminuir y que los precios de muchos productos no caen por la situación oligopolística y por las políticas antiinflacionistas. Para empezar, tenemos el ejemplo contrario en nuestro país, en el que entre 1995 y 2000 los tipos reales de interés han caído desde cerca de un 5% a cerca de un 1%. Los tipos reales de interés de la OCDE han caído del 4% en 1990 al 2% en 1999. Si los tipos reales de interés mundiales no han caído lo suficiente es, por un lado, porque la desinflación mundial ha sido muy rápida y, por otro, porque no ha habido suficiente integración o globalización del capital, y ello, por tres problemas básicos. Primero, por el riesgo de tipo de cambio entre países. Segundo, por el riesgo país, ya que hay muchos países en los que la probabilidad de no poder recuperar la cantidad prestada es aún muy elevada, y tercero, por los controles de capital y de cambios, que siguen siendo numerosos tanto en países ricos como pobres.

Dobson y Jacquet estiman que la liberalización de los servicios financieros en la nueva Ronda del Milenio de la OMC durante un periodo de 10 años supondría un menor coste de capital para el conjunto mundial de 1,3 billones (europeos) de dólares. Lo mismo se puede decir de la liberalización del comercio de mercancías y servicios. La OMC estima que la Ronda del Milenio, al aumentar la liberalización de bienes y servicios, reducirá sus precios en 400 millardos de dólares por año, que se añadirán a los 200 millardos por año que se han conseguido ya con la Ronda Uruguay.

En cuarto lugar, AMGT cree que la globalización no induce a un aumento del flujo de los capitales extranjeros 'productivos' hacia el mundo en desarrollo y que los mayores flujos de capital se deben a privatizaciones y están concentrados en muy pocos países. Sin embargo, los flujos privados netos de capital al conjunto de los países en desarrollo han pasado de una media anual de 10 millardos de dólares en los años sesenta a otra de 20 millardos en los setenta. Volvieron a bajar a 15 millardos en los ochenta tras la crisis del 82 y en los noventa han sido de 130 millardos por año de media. Para el año 2001 se estima que se acerquen a los 120 millardos. Además, en su composición tienen un peso cada vez mayor la inversión extranjera directa (40%) y la emisión de bonos y acciones (40%) y un menor peso los créditos bancarios. Naturalmente, los países que llevan a cabo políticas de mayor apertura, desregulación, privatización y seguridad jurídica son los que reciben mayores flujos, como no podía ser de otra manera. Por otro lado, gracias a la inversión extranjera, los gobiernos de estos países han conseguido ingresos muchísimo más elevados en la privatización de sus empresas.

En quinto lugar, AMGT pone en entredicho mi afirmación de que cuanto mayor sea la globalización menor será la necesidad de emigrar. Aparte de que esta teoría está magistralmente demostrada por Robert Mundell desde 1958, es la explicación de por qué los países en desarrollo piden más comercio y más capital y menos ayuda, ya que el comercio de bienes, servicios y capitales sustituye al movimiento de personas. Aun así, las emigraciones en este siglo van a ser masivas, a pesar de la globalización, ya que van a responder a las tremendas diferencias en las tasas de crecimiento demográfico que existen entre los países pobres y los ricos.

En sexto lugar, AMGT señala que los hechos no demuestran que la globalización aumente el crecimiento y la convergencia entre países. No sé a qué hechos se refiere, pero en estos últimos 50 años, que son los que lleva desarrollándose la actual globalización, el crecimiento mundial ha alcanzado una media anual del 4,1%, la mayor de toda la historia. Incluso excluyendo los felices años sesenta y principios de los setenta hasta que se quebró el boom, con la primera crisis energética (que por cierto benefició a algunos países en desarrollo a costa del resto), la aceleración de la globalización en estos últimos 20 años ha permitido una media de crecimiento mundial del 3,5% anual, que supera netamente el de las décadas de no globalización y proteccionismo entre 1914 y 1950, en que sólo se creció a una media del 2,0% anual. En estos últimos 20 años, el conjunto de los países en desarrollo ha crecido a mayor ritmo anual medio que el de los desarrollados, los primeros, al 4,75%, y los segundos, al 3,3%. En términos de PIB per cápita, que es mejor indicador de convergencia real, el crecimiento medio anual en estos últimos 50 años ha sido del 2,7% en los países desarrollados y del 2,6% en los en desarrollo, el mayor de toda la historia. La mínima diferencia entre ambos viene dada no por la globalización, sino por la mayor tasa de crecimiento de la población en estos últimos países (que ya ostentan el 80% de la población mundial) y por la situación dramática del África subsahariana. Sin embargo, en los últimos 20 años de mayor globalización, el PIB per cápita de los países en desarrollo ha aumentado el 2,5% de media anual frente al 2,15% de los desarrollados.

A pesar de que se dé convergencia de renta global, no afecta a todos los países por igual; de hecho la convergencia se da en forma de 'dos picos' o 'dos clubs'.

En la parte de arriba, entre los países ricos y los emergentes y en la parte de abajo, entre los países pobres, lo que aumenta la diferencia entre los de arriba y los de abajo. Éste es un asunto muy grave al que hay que hacer frente de forma global y solidaria.

Finalmente, AMGT no está de acuerdo ni con la clasificación que he hecho de los grupos que protestan contra la globalización ni con mi idea de que no es práctico protestar contra un proceso general inherente al desarrollo de la economía mundial, sino que es más efectivo luchar contra situaciones concretas de desigualdad, injusticia o marginación que desencadena la globalización. En cuanto a mi clasificación de los que protestan, tengo que decir que la he realizado a través de mi experiencia directa con las personas y organizaciones que protestaban en las reuniones internacionales a las que he asistido y tiene que ser necesariamente esquemática, ya que no cabe más en un artículo de periódico. Realmente siento vergüenza al ver que, un proteccionista agrícola a ultranza como es José Bové, sabiendo que la protección agrícola de Europa, EE UU y Japón es quizá el principal obstáculo para la convergencia de los países en desarrollo, se convierte en un héroe en la reunión alternativa a Davos celebrada en Porto Alegre. No comprendo cómo personas de izquierda, de extrema izquierda y de extrema derecha sepueden unir fraternalmente en su protesta contra la globalización. En cuanto a la segunda, me mantengo en mi idea de que unos cientos o miles de manifestantes no pueden cambiar el curso de un proceso que está sostenido, no por 'poderosas fuerzas', como percibe AMGT, sino por decisiones individuales de millones de agentes económicos en todo el mundo, pero sí pueden contrarrestar algunos de sus efectos más negativos. Ver en la globalización una 'conjura de los poderosos' no tiene ningún sentido y sí lo tiene, sin embargo, intentar hacer toda la fuerza (no violenta) posible ante todas las instancias públicas y privadas, nacionales e internacionales, paraque no haya perdedores netos en este proceso de progreso tan prometedor para la economía mundial.

Finalmente, en EL PAÍS del 3 de febrero pasado, Diego Guerrero critica tanto el artículo de AMGT como los dos míos diciendo que representamos dos caras de la misma cosa, el capitalismo, y que mientras no se acabe con el capitalismo no hay nada que hacer, ya que conduce a la explotación del trabajo por el capital y a la competencia de todos contra todos. Le recomiendo que se lea el excelente artículo de Mario Vargas Llosa publicado en la misma sección y el mismo día sobre los 'quiebraquilos', en el que aparece retratado acertadamente como uno de ellos. Gran acierto el haber publicado ambos artículos el mismo día y en la misma sección de opinión.