En defensa del neoliberalismo

La era de Reagan
Adolfo Rivero Caro

Hace pocos días se celebró el centenario del nacimiento de Ronald Reagan. No sólo hubo fiestas en Estados Unidos sino en Polonia, Alemania, la República Checa y otros países de la Europa del Este y el resto del mundo. No es para menos. Reagan fue un gran liberador de pueblos y uno de los grandes presidentes en la historia de este país.

El oso soviético estaba de ánimo belicoso y hambriento cuando Reagan llegó a la Casa Blanca. Entre 1974 y 1989, por invasión directa o a través de sus títeres, había incorporado 10 países a la órbita comunista: Vietnam del Sur, Camboya, Laos, Yemen del Sur, Angola, Etiopía, Mozambique, Granada, Nicaragua y Afganistán. Por otra parte, había construido el arsenal nuclear más formidable del mundo, con miles de misiles de cabezas múltiples dirigidos a Estados Unidos, inclusive desde Cuba. El Pacto de Varsovia tenía una abrumadora superioridad sobre el Pacto del Atlántico en armas convencionales. Y Moscú había desplegado recientemente una nueva generación de misiles de alcance intermedio, los gigantescos SS-20, dirigidos a las ciudades europeas.

Para Reagan, sin embargo, el sistema era intrínsecamente débil y lo subrayaba constantemente. Le gustaba hacer el cuento del hombre que va a una oficina de transporte para pedir un automóvil. Le informan que tiene que depositar todo el dinero inmediatamente pero que hay una lista de espera de 10 años. Sin inmutarse, el hombre paga y llena todos los formularios. Tiene que llevar cada planilla a una oficina del gobierno diferente. Semanas después termina su recorrido y el último funcionario le dice: “Bueno, todo está listo. Venga este mismo día dentro de 10 años''. Y el hombre le pregunta: “¿Por la mañana o por la tarde?''. Sorprendido, el burócrata le dice: “Estamos hablando de aquí a 10 años, ¿qué diferencia puede haber en que sea por la mañana o por la tarde? Y el hombre le responde: “Es que el plomero viene por la mañana''.

Reagan no se limitó a reaccionar ante la ofensiva soviética, sino que desarrolló una amplia contraofensiva. Inició un proceso de rearme de $1.5 billones, el mayor que haya tenido Estados Unidos en tiempos de paz, dirigido a comprometer a los soviéticos en una carrera armamentista que estaba convencido no podrían ganar. Pero no abandonó las negociaciones sobre control de armamentos. Por el contrario, propuso que las dos superpotencias debían reducir drásticamente sus arsenales nucleares.

Y también estaba la Doctrina Reagan, que implicaba el apoyo militar y material para los movimientos nacionales que estaban luchando para desembarazarse de las tiranías sostenidas por los soviéticos. Reagan apoyó esas guerrillas en Afganistán, Camboya, Angola y Nicaragua. Y trabajó con el Vaticano y el ala internacional de la AFL-CIO para mantener funcionando al sindicato polaco Solidaridad pese a la dura represión de Jaruzelski. En 1983, tropas norteamericanas invadieron y liberaron Granada, derrocando al gobierno marxista y propiciando elecciones libres. Finalmente, en marzo de 1983, Reagan anunció la Iniciativa de la Defensa Estratégica (SDFI), un nuevo programa de investigación y de eventual despliegue de misiles defensivos que prometían, en sus propias palabras, “hacer obsoletas las armas nucleares''.

En cada etapa, la estrategia contraofensiva de Reagan fue duramente criticada por las palomas. Los apaciguadores explotaban los temores públicos de que su política militar estuviera acercando el mundo a una guerra nuclear. Strobe Talbott consideró la Opción Cero como “sumamente irreal'' y afirmó que había sido propuesta “más para anotarse puntos de propaganda que para ganar concesiones de los soviéticos''. Con la excepción del apoyo a los mujaidines afganos, las palomas se opusieron en el Congreso y en la prensa a todos los esfuerzos por ayudar a los rebeldes anticomunistas. Y la SDI fue denunciada en palabras de The New York Times como “una proyección de la fantasía en política''.

Por supuesto, la Unión Soviética también era hostil a la contraofensiva de Reagan, pero la percepción de su política era mucho más aguda. Izvestia dijo: :Quieren imponernos una carrera armamentista todavía más ruinosa''. El secretario general Yuri Andropov afirmó que el programa de la SDI de Reagan era “un intento por desarmar a la URSS''. Y Andrei Gromiko señaló que “detrás de todas estas mentiras está el frío cálculo que la URSS agotará sus recursos materiales y se verá obligada a rendirse''.

Estas reacciones son importantes porque permiten establecer el contexto del ascenso al poder de Mijail Gorbachov a principios de 1985. Es cierto que Gorbachov era un nuevo tipo de secretario general del PCUS, pero pocos se han preguntado por qué fue nombrado por la Vieja Guardia. La razón principal fue que el Politburó había reconocido el fracaso de las anteriores estrategias soviéticas.

Por supuesto, el gran logro de Gorbachov, lo que le reconocerá la historia, fue abstenerse del uso de la fuerza, que había sido la reacción de sus predecesores cuando hubo alzamientos populares en Hungría en 1956 y Checoslovaquia en 1968. Gorbachov y su equipo permitieron la desintegración del imperio y cuando la revolución llegó hasta la misma Unión Soviética. Gorbachov, que había perdido completamente el control de los acontecimientos, se encontró desalojado del poder. La URSS decidió abolirse a sí misma.

Nuestro mundo post comunista es la Era de Reagan.

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