En defensa del neoliberalismo

El Síndrome Europeo y el Reto al Excepcionalismo Norteamericano

Charles Murray

Las elites norteamericanas debían volver a enamorarse de lo que hace diferente a Estados Unidos.

La llegada del gobierno de Obama le plantea a la nación esta pregunta:

¿Queremos que Estados Unidos sea como Europa? El presidente Obama y sus héroes intelectuales son el equivalente norteamericano de los social demócratas europeos. Eso nada tiene de siniestro. Ellos comparten una visión intelectualmente respetable de que los sistemas reguladores y de bienestar social europeos son más "progresistas" que los norteamericanos y propugnan reformas que harían al sistema norteamericano igual al sistema europeo.

No sólo son los social demócratas intelectualmente respetables, el modelo europeo ha sido efectivo en muchos aspectos. Me encanta tener una oportunidad de ir a Estocolmo o Amsterdam, para no mencionar a Roma o París. Cuando llegó allí, la gente no parece estar gimiendo bajo el yugo de un sistema malvado. Todo lo contrario. Hay mucho de agradable en la vida cotidiana de Europa.

Pero el modelo europeo no puede continuar siendo efectivo por mucho tiempo. Las catastróficas tasas europeas de nacimiento y la masiva inmigración de culturas con valores ajenos se encargarán de eso.

Así que permítaseme parafrasear la pregunta. ¿Si pudiéramos evitar los problemas demográficos europeos, queremos que Estados Unidos sea como Europa?

Arguyo a favor de la respuesta "no", pero sin que sea por razones económicas. El modelo europeo ha creado economías escleróticas y sería mala idea imitarlo. Pero quiero concentrarme en otro problema.

Mi argumento proviene del Documento Federalista No. 62, escrito probablemente por James Madison: "Un buen gobierno implica dos cosas: primero, fidelidad al objeto del gobierno, que es la felicidad del pueblo; segundo, conocimiento de los medios por los que ese objetivo puede ser alcanzado". Fíjese en la palabra: felicidad. No es prosperidad. No es seguridad. No es igualdad. Es felicidad, que los fundadores usaron en el sentido aristotélico de justificada satisfacción en cuanto a la vida como un todo.

Tengo dos puntos que señalar. Primero, argüiré que el modelo europeo es fundamento erróneo porque, a pesar de sus éxitos materiales, no es adecuado a la forma en que los seres humanos prosperan -no conduce a la felicidad aristotélica. Segundo: argüiré que la ciencia del siglo XXI me dará la razón.

El primer problema con el modelo europeo es que le quita a la vida muchas de sus principales satisfacciones. Y esa aseveración se aplica tanto a la vida de los conserjes --aun más a la vida de los conserjes-- como a la vida de los ejecutivos de compañías.

Parto de esta premisa: una vida humana puede tener sentido trascendental, con trascendencia definida sea por una de las grandes religiones mundiales o por una de las grandes filosofías seculares mundiales. Si trascendencia es una palabra demasiado grande, permítanme  ponerlo de otra manera: Sospecho que los más de ustedes están de acuerdo en que la frase "una vida bien vivida" tiene sentido. Esa es la frase que usaré en adelante.

Y dado que felicidad es una palabra que se emplea demasiado casualmente, usaré de ahora en adelante la frase "satisfacciones profundas". Hablo de las clases de cosas que recordamos cuando llegamos a la vejez, y nos permitimos decidir sobre lo que podemos sentirnos orgullosos de haber sido o lo que hemos hecho. O no.

Para que sea origen de profunda satisfacción, una actividad humana tiene que cumplir ciertos severos requisitos. Tiene que ser importante (no experimentamos satisfacción profunda con cosas triviales). Tenemos que haber puesto en ella gran esfuerzo. (De ahí la frase "nada valioso se obtiene fácilmente"). Y tenemos que haber sido responsables de las consecuencias.

No hay muchas actividades en la vida que puedan satisfacer esos tres requisitos. ¿Haber sido un buen padre? Eso califica. ¿Un buen matrimonio? Eso califica. ¿Haber sido un buen vecino y buen amigo con aquellos cuyas vidas se cruzaron con las nuestras? Eso califica. ¿Y haber sido realmente bueno en algo --¿bueno en algo que usó las más de nuestras habilidades? Eso califica. Permítanme expresarlo formalmente: si preguntamos cuales son las instituciones a través de las cuales los seres humanos alcanzan grandes satisfacciones en la vida, la respuesta es que sólo hay cuatro: familia, comunidad, vocación y fe. Dos aclaraciones: "Comunidad" puede abarcar gentes que están diseminadas geográficamente. "Vocación" puede incluir aficiones o causas.

No es necesario que individuo alguno haga uso de todas esas cuatro instituciones, ni las he ordenado jerárquicamente. Simplemente digo que esas cuatro son todas las que hay. El material de la vida --los eventos elementales rodeando nacimiento, muerte, criar niños, lograr el potencial de cada uno, enfrentarse con la adversidad, relaciones íntimas, enfrentarse a la vida como existe alrededor de nosotros, con toda su riqueza-- ocurre
dentro de esas cuatro instituciones.

Visto a esa luz, el objetivo de la actividad social es asegurar que esas instituciones estén robustas y vitales. Y eso es lo que está mal con el modelo europeo. No lo hace. Las debilita todas.

Apartémonos de las formas sofisticadas de conceptualizar las funciones gubernamentales, y pensemos en ellas de de esta forma simplista: Casi todo lo que el gobierno hace en política social puede ser caracterizado como eliminar problemas. A veces, eliminar problemas es una buena idea. Tener una efectiva fuerza policial elimina problemas al caminar a casa sin peligro por la noche, y nos satisface que así sea.

El problema es éste: Cada vez que el gobierno elimina problemas al hacerse cargo de funciones de la familia, la comunidad, la vocación y la fe, también le quita a esas instituciones algo de su vitalidad --drena parte de su vida. Es inevitable. Las familias no tienen vitalidad porque las tareas cotidianas de criar niños y ser buen esposo sean placenteras sino porque la familia tiene la responsabilidad de hacer cosas importantes que no se hacen a menos que las familias las hagan. Las comunidades no tienen vitalidad porque sea agradable atender a las necesidades de nuestros vecinos, sino porque la comunidad tiene la responsabilidad de hacer cosas importantes, que no se hacen si la comunidad no las hace. Una vez que se ha afrontado hacer lo que hace falta, cuando la familia y la comunidad realmente juegan su papel, entonces se forma con el tiempo una red elaborada de normas sociales, expectativas, recompensas y castigos, que apoya a las familias y comunidades en el desempeño de sus funciones. Cuando el gobierno dice que eliminará problemas que las familias y las comunidades se formaron para resolver, inevitablemente le quita algo a la acción de las familias y comunidades, y la red pierde forma, y eventualmente se desintegra.

Si supiéramos que dejar estas funciones en manos de familias y comunidades resultara en legiones de niños y vecinos descuidados, y que sacarlos de familias y comunidades condujera a niños y vecinos felices, entonces sería posible decir que el costo merece la pena. Pero no es eso lo que sucedió cuando se amplió el sistema de bienestar social estadounidense. Por el contrario, hemos visto crecientes legiones de niños criados en situaciones terribles, inimaginables y no a causa de pobreza material sino debido a familias que no funcionaban. Y, de la misma forma, hemos visto el colapso de vecindarios convertidos en zonas de todos contra todos.

Mientras tanto hemos exigido costos que son raramente considerados, pero que son muy importantes. Anteriormente dije que las fuentes de profundas satisfacciones son las mismas para conserjes que para ejecutivos de compañías, y también dije que la gente necesita hacer cosas importantes con sus vidas. Cuando el gobierno elimina los problemas de ser esposo y padre, no afecta las fuentes de hondas satisfacciones para los ejecutivos de compañías. Más bien, hace la vida difícil para el conserje. El hombre que conserva un trabajo subalterno y en consecuencia está manteniendo una esposa e hijos, hace algo realmente importante con su vida. El debía experimentar una profunda satisfacción por hacerlo, y por ello debía de ser alabado en su comunidad. Lo ponemos en las frases que acostumbrábamos a usar respecto a él: "Es un hombre respetable", "Es un buen proveedor". Si ese mismo hombre vive en un sistema que dice que los hijos de la mujer con quien duerme serán cuidados, contribuya él o no, entonces su apreciación se pierde. No estoy describiendo algún resultado hipotético. Estoy describiendo vecindarios norteamericanos donde, en el pasado,  hacer un trabajo subalterno para mantener a su familia hacía a un hombre orgulloso y le daba significación en su comunidad. Y donde ahora no sucede así. Pudiera dar media docena de otros ejemplos. Eliminar los problemas de actividades vitales despoja a la gente --ya ha despojado a la gente-- de formas  importantes en que los humanos recuerdan sus vidas y dicen "Yo signifiqué una diferencia".

He hecho un número de aserciones sin datos. Los datos existen. Pudiera documentar el papel del estado de bienestar en destruir la familia en comunidades de bajos ingresos. Pudiera citar extensa evidencia cuantitativa del declinar en colaboraciones cívicas, y documentar el efecto de desplazamiento que ha tenido la intervención gubernamental en las colaboraciones cívicas. Pero tal evidencia se concentra en los que están cerca del fondo de la sociedad, donde el estado de bienestar norteamericano ha sido más inoportuno. Si queremos saber hacia dónde se dirige EE.UU,  como un todo debemos mirar hacia Europa.

Conduzca por la Suecia rural, como hice hace algunos años. En cada pueblo había una bella iglesia luterana, acabada de pintar, en terrenos muy bien cuidados, todo subsidiado por el gobierno sueco. Pero las iglesias están vacías, incluyendo los domingos. Escandinavia y Europa occidental se enorgullecen en sus políticas "amigable hacia los niños", otorgando generosos compensaciones por niños, guarderías diurnas, y prolongadas licencias por maternidad. Pero esos mismos países tienen tasas de fertilidad por debajo del reemplazo demográfico, y descensos en las tasas de matrimonio. Esos mismos países tienen empleos cuidadosamente protegidos por regulaciones gubernamentales, y los beneficios obligatorios son espléndidos. En esos países, con unas pocas excepciones, el trabajo es visto como un mal necesario, casi nunca como una vocación. Muy poca gente dice amar su trabajo.

¿Que está sucediendo? Llamémoslo el síndrome europeo. El pasado abril tuve la oportunidad de pronunciar un discurso en Zurich, donde mencioné algunos de esos puntos. Después del discurso, unos pocos de entre la audiencia se me acercaron y dijeron llanamente que la frase "una vida bien vivida" no tenía sentido para ellos. Están pasando un tiempo excelente con su actual compañero sexual, su nuevo BMW y la casa de vacaciones en Mallorca, y no veían en sus vidas vacío alguno que necesitara llenarse.

Fue fascinante oírlo pero no sorprendente. Se ajustaba a los informes académicos y periodísticos de una mentalidad europea que se generaliza. Permítaseme enfatizar "que se generaliza". No estoy hablando, en forma alguna, de todos los europeos. Esa mentalidad es algo así como: los seres humanos son una colección de productos químicos que se activan y, después de cierto tiempo, se desactivan. El propósito de la vida es pasar ese tiempo intermedio tan agradablemente como sea posible.

Si ese es el propósito de la vida, entonces el trabajo no es una vocación, sino algo que interfiere con el bien superior del ocio. Si ese es el propósito de la vida, ¿para qué tener un hijo, cuando los hijos crean  tantos problemas y, después de todo, ¿que tienen de bueno realmente? Si ese es el propósito de la vida, para que malgastarlo preocupándose de los vecinos? Si ese es el propósito de la vida, ¿cuál puede ser el atractivo de
una religión que dice algo distinto?

Esa misma auto concentración en pasar la vida tan agradablemente como sea posible explica el por qué Europa es un continente que ya no celebra la grandeza. Cuando la vida no es más que un dejar pasar el tiempo, el concepto de grandeza es irritante y amenazante. ¿Qué explica la impotencia militar europea?

Seguramente estoy simplificando pero esto tiene que ser una parte: Si el propósito de la vida es pasar el tiempo lo más agradablemente posible, ¿qué puede justificar dar la vida por una causa?

Reverencio el pasado de Europa. Es lo que hace que su presente sean tan decepcionante. Y su presente debía ser algo que maravillosamente concentrara nuestras mentes, porque cada elemento del síndrome europeo está infiltrando igualmente la vida norteamericana.

Vemos que esa infiltración aparece más obviamente entre esos que están más abiertamente adheridos al modelo europeo, es decir, los social demócratas de EE.UU, que dominan nuestras facultades universitarias y los vecindarios más acreditados de nuestras grandes ciudades. Sabemos, por base de datos como la Encuesta Social General, que entre los que se identifican a sí mismos como liberales (socialdemócratas) o liberales extremistas, el secularismo está cercano a los niveles europeos. Hay toda clase de razones para creer que cuando los norteamericanos se abrazan al modelo europeo, comienzan a comportarse como europeos.

Todo esto es bastante deprimente para quienes no abrazan al modelo europeo, porque parece que el tren ya ha salido de la estación. El modelo europeo provee el marco intelectual para las políticas sociales del triunfante Partido Demócrata, y no afronta una oposición verosímil de los políticos republicanos.

Y sin embargo, hay razón para un optimismo estratégico, y eso lleva al segundo punto que quiero señalar esta noche: No sólo es el modelo europeo antagónico al florecer humano, sino que la ciencia del siglo XXI va a explicar el por qué. Nosotros, los que creemos que los Fundadores estaban acertados acerca de la relación entre el gobierno y la felicidad humana, tendremos una apertura en el curso de pocas próximas décadas para hacer valer nuestro caso.

La razón la da un cambio en nuestra comprensión científica de lo que mueve al ser humano. Y eso va influir en toda nuestra vida cultural y política. Edward O. Wilson, de Harvard, previó lo que vendrá en un libro titulado Consilencia. En lo que progrese el siglo XXI, arguyó, las ciencias sociales estarán crecientemente formadas por los descubrimientos en la biología; específicamente los hallazgos de los neuro-científicos y los genetistas.

¿Qué están encontrando? Temo que no tengo nada que informar que usted vaya a encontrar sorprendente. Por ejemplo, la ciencia está probando más allá de toda duda, que los hombres y mujeres reaccionan de forma distinta ante los bebés. Usted lo oyó aquí primero. Los hallazgos específicos no son tan importantes en este punto --estamos sólo al comienzo de una curva muy empinada. Más bien es la tendencia de los hallazgos lo que nos permite predecir con alguna confianza lo que traerá el futuro, y son malas noticias para los social demócratas.

Dos premisas sobre los seres humanos están en el corazón de la agenda social demócrata: las titularemos "La premisa de la igualdad" y "La premisa del Hombre Nuevo".

La premisa de la igualdad dice que, en una sociedad justa, diferentes grupos de personas/hombres y mujeres, blancos y negros, los hijos de pobres y los hijos de ricos tendrán naturalmente las misma distribución de resultados en la vida --el mismo ingreso medio, el mismo logro educacional medio, la misma proporción de los que serán conserjes o directores ejecutivos Cuando esto no sucede , es a causa de un mal comportamiento humano y una sociedad injusta. Durante los últimos 40 años, esta premisa ha justificado miles de páginas de reglamentaciones gubernamentales y legislación, que ha alcanzado desde lo que se necesita para despedir a alguien hasta el papeleo necesario para patrocinar los equipos de lucha en la segunda enseñanza. Todo lo que asociamos con la frase "políticamente correcto" eventualmente puede rastrearse hasta la premisa de la igualdad. Toda clase de acciones afirmativas deriva de ahí. Mucha de la propuesta legislación doméstica del Partido Demócrata opina que es cierto.

Dentro de una década nadie tratará de defender la premisa de la igualdad. Se conocerá que toda clase de grupos difieren en cualidades que afectan la profesión que escogen, cuanto dinero ganan, y como vivirán sus vidas en todo tipo de formas. Las diferencias de género serán las primeras, porque el crecimiento del conocimiento sobre las formas en que el hombre y las mujeres son diferentes está creciendo, con mucho, de la forma más rápida. Apuesto que la facultad de Harvard del año 2020 recordará el caso de Larry Summers en la misma forma que piensan sobre el juicio de Scopes** --los iluminados contra los ignorantes-- y habrá logrado una amnesia total sobre sus propias opiniones ignorantes anteriores.

No hay razón para temer este nuevo conocimiento. Las diferencias entre grupos se dividirán en muchas direcciones diferentes, y todos serán capaces de ponderar las diferencias. De manera que para ellos las ventajas de su grupo resultarán lo más importante. Los liberales no estarán obligados a olvidar sus preocupaciones sobre injusticias sistémicas. Pero los grupos de gente resultarán distintos unos de otros, y todos sabrán que esas diferencias no son producto de la discriminación o regulación gubernamental inadecuada. Y esto va a provocar un vacío en el universo moral de la izquierda. Si la política social no se puede construir sobre la premisa de que hay que eliminar la diferencia entre los grupos, ¿sobre qué se puede construir?

Puede construirse sobre la restauración de la premisa que era parte de la trama y urdimbre del idealismo norteamericano: las gentes tienen que ser tratados como individuos. El éxito de una política social no se debe medir por la igualdad de los resultados de los grupos, sino por las  abundantes oportunidades para los individuos. Se debe medir por la libertad de los individuos, actuando según sus habilidades, aspiraciones y valores personales, en busca del tipo de vida que más se aviene a ellos.

La segunda premisa fundamental de la agenda demócrata es la que yo llamo la premisa del Hombre Nuevo, tomando prestado el reclamo comunista de que crearían un "Hombre Nuevo", rehaciendo su naturaleza humana. Esta premisa dice que los seres humanos son maleables a través de adecuadas intervenciones gubernamentales.

La segunda tendencia de los nuevos descubrimientos en biología mostrarán que la premisa del Nuevo Hombre no tiene sentido. La naturaleza humana constriñe lo que es política o culturalmente posible. Aún más, los nuevos hallazgos confirmarán ampliamente que los seres humanos son bastante iguales a lo que sabios observadores humanos han pensado por miles de años, y eso va a ser noticia maravillosa para aquellos de nosotros que ya están basando sus análisis políticos en esa suposición.

Los efectos en el debate político serán arrolladores. Déjenme darles un ejemplo específico. Por muchos años, he estado entre los que alegan que el aumento de los nacimientos entre mujeres no casadas ha sido una catástrofe social --la causa más importante del crecimiento de los "desposeídos". Pero mientras que yo y otros intelectuales hemos sido capaces de probar que otras estructuras familiares no han funcionado tan bien como la familia tradicional, no puedo probar que otras alternativas funcionarían tan bien, de modo que los social demócratas siguen apareciéndose con un nuevo ingenioso programa que compensará la ausencia de padres.

Dentro de poco, los avances en psicología evolucionista se unirán a los avances en comprensión de la genética y todo conducirán a un consenso científico, aproximadamente así: Hay razones genéticas, arraigadas en los mecanismos de la evolución humana, que determinan que niños pequeños, que han crecido en vecindarios sin padres casados, tienden a llegar a la adolescencia sin adecuarse socialmente a normas de conducta que necesitarán para mantenerse fuera de las prisiones y conservar trabajos. Estas mismas razones explican el porqué el abuso infantil está, y siempre estará, concentrado entre estructuras familiares en el que hombre que vive en la casa no es el padre biológico de los niños abusados. Y estas mismas razones explican el por qué los esfuerzos de la sociedad para compensar la falta de padres biológicos casados nunca ha funcionado, ni funcionará.

Una vez más, no hay razón para atemorizarse de este nuevo conocimiento. Todavía seremos capaces de reconocer que muchas mujeres solteras hacen un magnífico trabajo al criar a sus hijos. Los social demócratas simplemente deben abandonar sus alegaciones simplistas de que la familia tradicional es sólo una entre muchas alternativas válidas. Tendrán que reconocer que la familia tradicional juega un papel especial, indispensable, en el florecer humano, y que la política social debe basarse en esa verdad. Los mismos efectos concretos del nuevo conocimiento nos hará repensar cada campo donde el gobierno central haya impuesto su juicio de cómo la gente debe vivir su vida --en escuelas, lugares de trabajo, servicios sociales, tribunales, al igual que en la familia. Y eso hará mucho más fácil el trabajo de gente como yo.

Pero el efecto real será mucho más profundo que hacer más fácil mi trabajo. El siglo XX fue muy extraño, plagado de principio a fin con movimientos políticos tóxicos e ideas aberrantes. Durante algunos años una metáfora se ha clavado en mi pensamiento: el siglo XX fue la adolescencia del Homo Sapiens. La ciencia del siglo XIX, de Darwin a Freud, ofreció una serie de encontronazos a formas de pensar sobre los humanos y sus vidas, que han prevalecido desde el alba de la civilización. Los humanos, al igual que los adolescentes, fueron despojados de algunas de las confortantes simplezas de la niñez, y expuestos a un conocimiento más complejo sobre el mundo. Y los intelectuales del siglo XX reaccionaron precisamente en la forma que reaccionan los adolescentes cuando descubren que Papá y Mamá están irremediablemente fuera de época. Piensan que los adultos están equivocados acerca de casi todo. En el caso de los intelectuales del siglo XX, es como si hubieran pensado que si Darwin estaba cierto en cuanto a la evolución, entonces no valía la pena leer a Tomás de Aquino, que si Freud estaba acertado en cuanto al subconsciente, entonces la ética maniquea nada tenía que enseñarnos. Lo agradable de la adolescencia es que es temporal, y que cuando pasa las gentes descubren que sus padres eran más inteligentes de lo que habían creído. Creo que eso puede estar sucediendo con la llegada del nuevo siglo, cuando respuestas postmodernistas a cuestiones solemnes sobre la existencia humana empiezan a deshilacharse --estamos saliendo de la adolescencia. Los tipos de avances científicos en la comprensión de la naturaleza humana van a acelerar ese proceso. Todos los que nos ocupamos de las ciencias sociales estaremos pensando menos como adolescentes, arrobados con la nueva idea más excitante, y pensando más como adultos.

Eso no nos salvará de que EE.UU está deslizándose hacia el modelo europeo. Para eso, esta nueva materia prima para la reforma, es decir, mucho más gente pensando como adultos, debe ser interpretada como una especie de Gran Despertar político entre las elites norteamericanas.

Uso la frase "Gran Despertar", para evocar un tipo particular de evento. La historia norteamericana ha visto tres (algunos dicen que cuatro) resurrecciones religiosas conocidas como "Grandes Despertares." No eran reconsideraraciones desapasionadas y corteses de opiniones. Eran renovaciones de fe, que sentían en las entrañas.

Uso la palabra "elites" para hablar de la pequeña minoría de la población que tiene influencia desproporcionada sobre la cultura, economía y gobierno del país. Me doy cuenta que al usar esa palabra muchos norteamericanos se sienten molestos. Pero todas las sociedades, desde el advenimiento de la agricultura, han tenido elites. Lo mismo sucede con Estados Unidos. En definición amplia, las elites norteamericanas incluyen a varios millones, en definición restringida equivalen a unas pocas decenas de miles.

Cuando digo que entre las elites norteamericanas se requiere algo semejante a un Gran Despertar político, lo que quiero decir es que las elites norteamericanas se tienen que preguntar a sí mismas cuánto valoran lo que ha hecho excepcional a Estados Unidos, y lo que están dispuestas a hacer para preservarlo.

El excepcionalismo norteamericano no es solamente algo que los norteamericanos reclaman para sí. Históricamente, los norteamericanos han sido diferentes como pueblo y todo el mundo lo ha reconocido así. Estoy pensando en cualidades como el optimismo norteamericano aun cuando no parece haber razón alguna para ello. Eso es muy raro entre los pueblos del mundo. Hay, con mucho, una notable falta de envidia en EE.UU. Los norteamericanos celebran el triunfo ajeno en lugar de resentirlo. Eso es casi único, al menos comparado con países europeos, y algo que enloquece a los intelectuales europeos. Y hay también quizás el más importante síntoma de todos: la suposición de que los norteamericanos  controlan sus propios destinos. Es difícil imaginar una población que posea una cualidad más inspiradora, y la norteamericana la posee todavía hasta un grado asombroso. Ningún otro país se le acerca.

Subrayando estos síntomas del excepcionalismo norteramericano está la subyacente dinámica de la vida norteamericana. Alexis de Toqueville escribió, allá en los 1830s, un libro famoso describiendo la naturaleza del excepcionalismo. Encontró la vida norteamericana caracterizada por dos temas aparentemente conflictivos. El primero era la pasión con la que los norteamericanos perseguían sus intereses individuales. No se excusaban de ello, eso es lo que es EE.UU, le repetían a Tocqueville. Pero al mismo tiempo, Tocqueville repetidamente seguía afrontando esa fenomenal pasión norteamericana por formar asociaciones para tratar cualquier problema concebible, hacerse cargo voluntariamente de asuntos públicos, y prestar atención a las necesidades de su comunidad. ¿Cómo puede ser esto? Los  norteamericanos le decían a Tocqueville que no había ningún conflicto. "En Estados Unidos", escribe Tocqueville, "casi nadie habla de la belleza de la vida... Ellos no niegan que cada hombre puede seguir sus propios intereses; pero ellos tratan de probar que es interés de cada hombre el ser virtuoso." Y entonces concluye, "Yo no discutiré aquí las razones que alegan... baste decir, ellas han convencido a sus conciudadanos".

El excepcionalismo no ha sido un producto de imaginación alguna, y ha sido maravilloso. Pero no es nada mágico lo que nos ha hecho de esa forma. Viene del capital cultural generado por el sistema que establecieron los Fundadores, un sistema que dice que la gente debe ser libre para vivir la vida como lo estime conveniente, y ser responsable por la consecuencia de sus acciones; que no es ocupación del gobierno proteger a la gente de sí mismos; que no es ocupación del gobierno orquestar el cómo las personas interactúan unas con otras. Descarte el sistema que creó el capital cultural, y las cualidades que amamos en los norteamericanos pueden desaparecer. En algunos círculos ya están desapareciendo.

¡Por qué me concentro en la elites al urgir un Gran Despertar? Porque creo que la gran mayoría se conserva distintivamente norteamericana. Cuando visito mi pequeño pueblo en Iowa, donde crecí en los 1950s, no siento que la vida comunitaria ha cambiado mucho desde entonces, y me pregunto si ha cambiado tanto en esos vecindarios de trabajadores de Brooklyn o Queens. Cuando examino los datos de las encuestas sobre los valores que precian más los norteamericanos, nada ha cambiado mucho. Y mientras me preocupo sobre la inmigración ilegal incontrolada, tengo que decir que cada inmigrante a quien de verdad he encontrado, luce tan norteamericano como el pastel de manzana.

El centro se mantiene. Es en el fondo y en la cima de la sociedad norteamericana donde tenemos un problema. Y puesto que la cima tiene una influencia tan decisiva en la cultura, economía y gobierno, me concentro en eso. El hecho es que las elites norteamericanas se han estado alejando crecientemente de la vida norteamericana. No es un fenómeno partidario. Las elites de todas los bandas políticas se han retirado crecientemente a comunidades "encerradas" literal o figuradamente, donde nunca interactúan a nivel íntimo con quién que no sea de su clase socioeconómica.

¿No lo han hecho siempre así las elites? No como hoy. Hace cien años, la fortuna necesaria para apartarse estaba confinada a un mucho menor porcentaje de las elites que ahora. Los centros de trabajo donde las elites se ganaban la vida eran mucho más variados hace cien años que los centros de trabajo altamente especializados de hoy día..

Quizá la diferencia más importante es que, no hace mucho, la abrumadora mayoría de las elites en cada generación provenía de hijos de granjeros, tenderos, y obreros de fábricas --y podían aún recordar aquellos mundos después de haberlos abandonado. Durante el último medio siglo, puede ser demostrado empíricamente que la nueva generación de elites ha empleado crecientemente toda sus vida en la burbuja de la clase media superior, sin haber visto nunca el piso de una fábrica, y mucho menos trabajado en ella, sin haber ido nunca a una tienda de víveres y en vez de comprar la salsa de tomate cara compraron la barata, que estaba dentro de su presupuesto, nunca han tenido un trabajo aburrido donde les duelen los pies al final del día, sin haber tenido nunca un amigo cercano que no hubiera obtenido, al menos 600 en su examen SAT***. A nadie hay que culpar por esto. Son las consecuencias naturales de gente exitosa buscando lugares confortables para vivir y tratando de hacer lo mejor para sus hijos.

Pero el hecho se mantiene: Son las elites las que crecientemente están separadas de la Norteamérica sobre la cual tienen tanta influencia. Esta no es la Norteamérica que vio Tocqueville. No es la Norteamérica que puede seguir siendo Norteamérica.

No estoy sugiriendo que las elites norteamericanas sacrifiquen sus intereses personales por los demás. Eso sería realmente anti-norteamericano. Solo quiero acelerar un redescubrimiento de lo que es el interés propio. La vieja sabiduría humana ha entendido que una vida bien vivida requiere comprometerse con los que están alrededor de nosotros. Eso es la realidad, no es idealismo. Es apropiado pensar que un Gran Despertar político entre las elites pueda surgir en parte por la renovada comprensión de que puede ser agradable vivir una vida brillante, pero a fin de cuentas divierte más vivir una vida consistente, y estar en medio de otros cuyas vidas también lo son.

En fin de cuentas, lo que resulta es que las elites norteamericanas deben enamorarse nuevamente de lo que hace a EE.UU diferente. No estoy siendo un teórico. Hay posibilidad real de que, dentro de pocos próximos años, se haga un daño irreversible al proyecto norteamericano. El desvío hacia el modelo europeo puede ser demorado por victorias aisladas en asuntos legislativos específicos, pero sólo demorado. Sólo será detenido cuando todos estemos de nuevo hablando de por qué EE.UU es excepcional, y por qué es tan importante que lo siga siendo. Esto requiere ver de nuevo el proyecto norteamericano como lo que es: una forma distinta de que las gentes vivan juntas, única entre todos los pueblos de la Tierra, e inconmensurablemente valiosa.

Charles Murray es Académico W. H. Brady en el American Enterprise Institute (Instituto de Empresa Norteamericana). Este ensayo está adaptado de la conferencia Irving Kristol 2009, pronunciada en Washington, D.C., en Marzo 11 de 2009.

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* En octubre de 1989, en una conferencia en la Oficina Nacional de Investigación Económica, Lawrence H. Summers predijo, con bastante exactitud, la presente crisis financiera. Es actualmente, en cuestiones económicas, el intelectual más distinguido de La Casa Blanca. Preside el Consejo Económico Nacional del Presidente.

** Un hito en la controversia creación-evolución. En este caso legal se impugnó la Ley Butler, que hacía ilegal enseñar, en cualquier establecimiento educacional que recibiera fondos estatales, una teoría que negara la historia de la Divina Creación, y enseñara, en su lugar, que el hombre desciende de un orden inferior de anímales.

***Examen que comprueba los conocimientos adquiridos por estudiantes en los tres renglones básicos de lectura, matemáticas y escritura.

Abril, 2009

 

 

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