En defensa del neoliberalismo


Una fórmula falsa
Adolfo Rivero Caro

La enorme pérdida de popularidad del presidente Obama es ciertamente explicable. Cada vez más, el Presidente es percibido como un ejecutivo débil e incapaz. El derrame petrolero en el Golfo ha sido el mayor desastre ecológico en la historia de Estados Unidos. Obviamente, la responsabilidad ha sido de British Petroleum pero la reacción del gobierno de Obama ha sido de una pasmosa ineficiencia.
 

Hay unas 2,000 embarcaciones para limpiar la superficie del mar (skimmers) que pudieran eliminar la mayor parte del petróleo del agua de mar pero sólo se han mandado unos 400 al Golfo. También hay varios grandes tanqueros que almacenan el petróleo a bordo y descargan el agua limpia. Pero la Agencia de Protección Ambiental ha prohibido su utilización en el Golfo. El gobierno de Obama también pudiera suspender la Ley Jones que restringe el uso de barcos extranjeros en las aguas costeras de EEUU. Muchos países (como Holanda y Bélgica entre otros) tienen barcos y tecnología que hubiera ayudado mucho la limpieza pero, hasta ahora, el gobierno se ha negado a suspender la aplicación de esta ley y permitir que estos barcos participen en el esfuerzo. Un skimmer taiwanés (A Whale), el más grande del mundo, puede remover casi tanto petróleo en un día como todo el que se ha removido hasta ahora, unos 500,000 barriles de agua con petróleo por día. Todavía no ha podido entrar en acción.


En Alabama, el estado quería comprar cierto tipo de barreras para capturar el petróleo cuando éste empezara a llegar a las playas. Pero la Administración de Peces y Vida Silvestre vetó el plan diciendo que pudiera poner en peligro a las tortugas marinas que anidan en las playas. Alabama decidió entonces contratar a 400 trabajadores para patrullar personalmente las playas y recoger el petróleo que llegara a la costa. Pero la Administración de Salud y Seguridad Ocupacional (OSHA) rehusó permitirles trabajar más de 20 minutos de cada hora y exigió un descanso de una hora tras 40 minutos de trabajo. Por último, el estado ha decidido ayudar a los locales que están luchando contra el derrame en vez de esperar ayuda federal.


La realidad es que cada agencia --cada una con su agenda burocrática particular-- pudo vetar cada aspecto de cualquier plan para luchar contra el derrame. La consecuencia fue que nada ha impedido que el petróleo destruya cientos de millas de ciénagas, playas y centros de pesca. ¿Dónde ha estado el Presidente mientras tanto? ¿Por qué no ha intervenido en ninguna de estas innumerables controversias para concentrarse en el petróleo y no en las tortugas y otros problemas incidentales? Según Bob Riley, el gobernador de Alabama, “la incapacidad del gobierno se ha hecho transparente''.


Y, por supuesto, no es sólo el derrame. En la reciente reunión del G-20 en Toronto, por ejemplo, Obama insistió en que las otras potencias debían hacer lo que él ha hecho: ampliar los gastos del gobierno o sufrir, según sus propias palabras: “¡BEGIN TAG! enl ¡END TAG! renovadas dificultades económicas y recesión''. Canadá, Alemania, Gran Bretaña, Italia y la mayoría de los asistentes se negaron a seguir sus consejos. El ministro de Economía de Alemania exhortó “urgentemente'' a Estados Unidos a rebajar sus gastos. El presidente del banco central de Europa afirmó en un periódico italiano que “la idea de que medidas de austeridad pueden provocar un estancamiento era simplemente incorrecta''. El presidente de la Unión Europea, el primer ministro checo Mirek Topolanek, afirmó que Obama no había tomado el camino correcto y que la política de Estados Unidos era  “el camino del infierno''.


La política económica del Presidente no sólo es rechazada en el exterior. Desde hace 25 años las encuestas de Gallup les han preguntado a los americanos, cuál creen que vaya a ser el principal problema de los EEUU en los próximos 25 años. Este año, los americanos están diciendo que va a ser el déficit. Y todo el mundo sabe que la principal motivación de los activistas del té es su apasionada oposición a los enormes gastos y el colosal déficit del gobierno de Obama y de los demócratas que controlan el Congreso. Y no sólo de ellos, por cierto, sino también de los republicanos que hayan gastado de manera igualmente irresponsable.


El Presidente trata de eludir toda responsabilidad pero los electores saben que fueron Obama y los líderes demócratas del Congreso los que aprobaron un paquete de estímulo de $862,000 millones que ha estimulado muy poco y una reforma de la salud pública de un billón de dólares, rechazada por la mayoría. Y, como si fuera poco, ahora están tratando de aprobar otro “estímulo'' de $266,000 millones.


Al Presidente sólo parece importarle una enorme y constante expansión del gobierno. Esto se ha traducido en políticas impopulares y fallidas. No es de extrañar que la recuperación económica se muestre cada vez más débil e incierta. Es una fórmula falsa. Si la expansión del gobierno llevara al desarrollo, el comunismo hubiera sido un éxito.

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