En defensa del neoliberalismo

 

La guerra de guerrillas de los liberales americanos

 

Adolfo Rivero Caro

La muerte de los hijos de Saddam Hussein en un operativo encabezado por tropas especiales en Mosul en colaboración con Jalal Talabani, líder de la Unión Patriótrica Kurda y miembro del actual concilio dirigente iraquí, ha sido un duro golpe para los remanentes de la dictadura iraquí. Y no sólo para ellos. También lo ha sido para los académicos y la gran prensa liberal fascista. Esa prensa se opuso ferozmente a la guerra de Irak y, resentida por su éxito fulminante, ha estado librando su propia guerra de guerrillas contra la ocupación de Irak. No puede evitarlo. Vive añorando aquel momento de oro para la izquierda americana que fue la Guerra de Vietnam. Por aquel entonces logró venderle al pueblo americano la versión comunista de la guerra. No era que Estados Unidos estuviera resistiendo la expansión comunista en Indochina. No, repitiendo, palabra por palabra, lo que decían los propagandistas soviéticos y chinos, presentaba el conflicto como un enfrentamiento entre un pueblo que sólo aspiraba a la liberación del colonialismo y un agresivo imperialismo americano. Ho Chi Minh, como Fidel Castro, era un héroe modesto que sólo luchaba por la independencia de su pueblo.

Perder la guerra, por supuesto, hizo posible el genocidio comunista en Kampuchea y hundió a toda Indochina en la opresión y la miseria hasta el día de hoy. (''Crearemos un Vietnam cien veces más hermoso'' ¿Se acuerdan?) Pero los liberales americanos prefirieron ignorarlo. Tornaron su atención a otras causas, como apoyar a los sandinistas y condenar a la contra. Han pasado 30 años. En estas tres décadas, ha habido países que han crecido y se han desarrollado de una manera extraordinaria. Pero no ha sido Vietnam precisamente ni Kampuchea ni Laos ni, mucho menos, Cuba. Han sido Taiwán, Singapur, Hong-Kong, Malasia, Chile y Corea del Sur, entre otros. Es decir, los que siguieron un modelo diametralmente opuesto.

Ahora estos mismos ''progresistas'' sueñan con que Irak se convierta en otro Vietman y derraman lágrimas de cocodrilo ante las bajas americanas. En realidad, se alegran de ellas. ¿Ven por qué estábamos en contra de la guerra? ¡Teníamos razón después de todo! ¡El pueblo iraquí está contra la presencia americana! Todo era por el petróleo. ¡Abajo los nuevos imperialistas! ¡Yanquis, go home!

Es francamente bochornoso. Lo vemos todos los días. No se dedican a informar sino a transmitir propaganda. Sólo reportan las dificultades. Tal parece como si no se hiciera nada constructivo en Irak. Pretenden debilitar la unidad nacional antiterrorista como ayer socavaban la guerra contra el comunismo. Utilizan la libertad de crítica para socavar el sistema. No será traición, pero se le parece mucho. Y al que se atreva a decirlo lo acusan de macartismo.

¿Cómo pretender que los partidarios de Saddam Hussein, que llevaban 30 años en el poder, no tuvieran recursos para hacer algún tipo de resistencia? Como dijera Jerry Bremer, el enviado del presidente Bush: ``Cuando llegamos al norte de Bagdad, las dos divisiones de la Guardia Republicana que estaban estacionadas allí se desvanecieron. Así que nunca conquistamos esa área como conquistamos el resto del país. Por otra parte, ésta es el área tradicional de apoyo del partido Baas. Es donde se encuentra la base tribal de Saddam. Es donde se encuentra la mayor parte del complejo militar industrial... Ahí es donde está el problema. No está en ninguna otra parte. Está ahí.''

En efecto, es lo que se llama el triángulo de Saddam: la zona sunita árabe que comprende desde Bagdad hasta Ramadi hacia el oeste y hasta Mosul hacia el norte. Las tropas americanas no invadieron esta zona tras la rendición de las unidades leales a Saddam. No se hizo ningún serio esfuerzo por peinar el área en busca de baasitas y los altos cuadros del ejército, la seguridad y la inteligencia. Al no equipar a los militares americanos con un mayor número de auxliares iraquíes --el Congreso Nacional iraquí, entre otros grupos del exilio, instaba a hacerlo antes de la invasión-- el ejército de EEUU careció de los medios para aplastar rápidamente los restos de la dictadura. Por otra parte, parecía innecesario. Bagdad había caído sin lucha. Los grupos gobernantes sunitas parecían agotados. Y, al contrario de lo que dicen tantos izquierdistas y europeos, a los americanos no les gusta ejercer su poderío.

Los chiítas, particularmente los clérigos de Najaf, han estado observando cómo actúan los Estados Unidos en relación con los sunitas. Ellos saben que a no ser que la vieja estructura del poder sunita sea desarraigada, los sobrevivientes del antiguo régimen van a tratar de regresar al poder, matando no sólo soldados americanos, sino también chiítas. A sus ojos, la credibilidad de los americanos depende de si Washington está dispuesto a resistir las bajas hasta poder reducir la violenta oposición sunita. Así que, para la mayoría chiíta, cada baja americana es una demostración de que los ocupantes no van a establecer alguna componenda política con los sunitas, sus viejos opresores.

En realidad, el mayor desafío que presenta Irak, como afirma Bremer, va a ser revitalizar su economía. ''La guerra casi no hizo daño,'' dice, los problemas vienen de una ''economía extraordinariamente mal administrada durante 35 años''. Esto debe resultar muy fácil de comprender para los cubanoamericanos o para los venezolanos, que han visto cómo Chávez está demoliendo sistemáticamente su país. Para nosotros, por lo menos, los amigos están bien claros, y los enemigos también.