En defensa del neoliberalismo

 

La hora de la verdad

 

Adolfo Rivero Caro

Hay que reconocer que en estas elecciones el presidente Bush ha tenido un rival difícil que, pese a todo, aún mantiene prestigio e influencia. Porque estas elecciones han sido entre George W. Bush y los grandes medios de comunicación americanos. Como aspirantes a la dirección de este gran país, Kerry y Edwards nunca debieron haber sido candidatos. No hay nada en su historial que lo justifique. ¿Quién puede concebir a John Kerry como comandante en jefe de las fuerzas armadas de esta nación? La boleta demócrata es un invento, una fabricación de los medios.

La obsesión de la gran prensa liberal americana es derrotar a Bush. Basta con observar cómo se eligen las noticias que consideran conveniente destacar y, luego, la forma en que se componen las mismas. De la tradicional misión periodística de dar información para que cada cual decida sobre la misma apenas queda la caricatura. (Y, por cierto, hasta las caricaturas siempre son feroces contra el Presidente.)

La gran prensa liberal (escrita y televisiva) ha trabajado intensamente para tratar de revivir la atmósfera revolucionaria de los años 60 y 70, que en gran medida fue de su creación. Sienten la nostalgia de su juventud, cuando se oponían a la guerra de Vietnam, fumaban marihuana, rechazaban todo deber social como un invento reaccionario y se permitían insultar a los soldados que regresaban de combatir al comunismo. Fue la época de las simpatías por Ho Chi Minh, Fidel Castro y Mao Tse-tung. Nunca hubo en estas filas una palabra de aliento a la heroica disidencia que combatía tras la Cortina de Hierro. La historia, sin embargo, ayudada por Ronald Reagan, dio su veredicto. El hecho de que esa izquierda derrotada esté tratando de crear en relación con Irak una atmósfera similar a la que crearon alrededor de Vietnam es una muestra de la esterilidad intelectual y el carácter profundamente reaccionario del liberalismo americano.

Los liberales americanos tratan de asustar a los jóvenes con la guerra. Pero en los jóvenes no sólo existen las ganas de vivir y el miedo a la muerte, en los jóvenes también existe el afán de excelencia y el anhelo de heroísmo. Los liberales americanos creen que pueden aterrorizar a las mujeres y a los jóvenes agitando el espantajo del servicio militar obligatorio que fue eliminado hace 30 años por un gobierno republicano que tenía a Donald Rumsfeld como secretario de Defensa. Tratan de convertir cualquier caso aislado de deserción en un supuesto amotinamiento de soldados que temen la guerra y sus peligros. En realidad, desprecian a nuestras fuerzas armadas y a nuestros servicios de inteligencia porque son la manifestación más ostensible del poderío de Estados Unidos. Nuestro servicio militar es estrictamente voluntario y la abrumadora mayoría de sus integrantes no son los que gimen, piden y se quejan, sino los que sirven, protegen y dan. En este sentido, nada más elocuente que las encuestas hechas entre los soldados americanos (ver www.armytimes.com). Cuando se les preguntó por quién votarían en las elecciones, 76 por ciento dijo preferir a Bush sobre Kerry entre los que han estado desplegados en zonas de combate desde el 11 de septiembre. Y sus familias, por supuesto, comparten sus opiniones. Es decir, que entre los que están físicamente en peligro, bajo el fuego del combate, hay una abrumadora preferencia por Bush.

Y creo que el próximo martes, a la hora de la verdad, esta gran nación va a demostrar que así piensa la mayoría.