En defensa del neoliberalismo

 

Poder imperial

 

Adolfo Rivero


En el ya extinguido pero extraordinario año 2000, nuestra comunidad cubanoamericana pudo comprobar, por su propia experiencia, que los medios de comunicación están prácticamente dominados por una ideología que aquí se llama ``liberal'', pero que es más fascista que otra cosa. Y entre esos medios de comunicación hay que incluir a Hollywood. Lo mismo ocurre con la mayoría de nuestras universidades y centros de enseñanza. Pero, como si fuera poco, a última hora también hemos podido comprobar que ¡hasta los tribunales de justicia están permeados por esa ideología!

En efecto, nada menos que el Tribunal Supremo de la Florida decidió ignorar las instrucciones expresas de la Constitución del estado e interpretarla según lo que les parecía ``políticamente correcto''. Es decir, según lo que ayudara al triunfo del candidado que le parecía más progresista. No es una afirmación gratuita. Tan flagrante fue su error que el Tribunal Supremo de Estados Unidos, siempre renuente a intervenir en las decisiones de los supremos estatales, tuvo que fallar por votación 7-2 que la decisión era inconstitucional. Casi nada.

No deja de ser irónico que ahora muchos periodistas liberales estén clamando en contra del activismo judicial de la corte Rehnquist. Les encanta el activismo judicial --siempre que sea a favor de causas progresistas, es decir, liberales.

A los liberalfascistas no les gusta Estados Unidos. Quieren cambiar radicalmente esta sociedad. No les gusta la democracia representativa, no les gusta el individualismo, no les gusta la familia monogámica, no les gusta la virilidad, no les gusta la femeneidad, no les gusta el cristianismo, no les gusta la civilización occidental, no les gustan un montón de cosas. Pero, aunque la inmensa mayoría de la prensa, los académicos, los artistas, et ad. sean liberalfascistas, esas ideas están muy lejos de ser mayoritarias en el pueblo americano. De aquí que sea muy difícil cambiar muchas cosas importantes mediante el proceso normal de la legislación. He aquí donde entra a jugar su papel el activismo judicial.

Activismo judicial significa que los jueces toman un papel activo en los problemas sociales de la época, que no se limitan a aplicar la ley sino que la interpretan de acuerdo a lo que consideren como el espíritu de la época. El activismo judicial es profundamente negativo, es un intento de los liberalfascistas por cambiar la sociedad no a través de leyes aprobadas por los representantes del pueblo, sino mediante una ``interpretación'' de esas leyes. ``Interpretación'' que no es sino una forma de ``legislación'' solapada. Esto es muy peligroso.

Los jueces federales no son electos. Sus cargos son vitalicios. Lo son, precisamente, para que no tengan que ser responsables ante el pueblo. Los padres fundadores no eran populistas; se dieron cuenta de que si los jueces fueran electos y responsables ante el pueblo, cuando el pueblo se viera poseído por cualquier pasión partidista los podría presionar a que alteraran la separación de poderes. (Sólo hay un poder, ¡el poder del pueblo! ¿Se acuerdan de eso?) y acabaría con el gobierno representativo. Como hizo Castro en su momento, y como está pretendiendo hacer Chávez.

Ahora bien, si los jueces no son electos y no son responsables ante el pueblo, como debe ser, ¿quién nos va a proteger contra el poder de los jueces? Es por eso que el papel de los jueces es aplicar la ley, no crearla. Aplicarla independientemente de sus propias opiniones sobre lo que es bueno o no, equitativo o no. Frente a una situación nueva y compleja, los jueces están en la obligación de razonar de la manera más lógica y coherente posible, ateniéndose a la letra de la ley existente. Puesto que las situaciones son nuevas, en este proceso siempre hay, necesariamente, un cierto margen de creación. Pero es una creación mínima. No se puede cambiar el edificio. En todo caso, utilizar el espacio de las caballerizas para garaje. Nada más.

Los fundamentos de la libertad americana están en la estructura de la república. Los principales rasgos de esa estructura son la separación de poderes en el gobierno nacional y la limitación del poder nacional para preservar, en la mayor medida posible, la autonomía de los estados. Ambos principios están dictados por la Constitución. La división de poderes ha garantizado las libertades de los americanos tanto como, y quizás más que, el mismo Bill of Rights. La frase ``separación de poderes'' significa que ``el Congreso tienen los poderes legislativos'', como los define el artículo I de la Constitución; el ``Presidente posee el poder ejecutivo'', como está definido en el artículo II; mientras que el artículo III establece ``el poder judicial''.

Esos poderes son muy diferentes en naturaleza, como querían los fundadores. Cuando los poderes son compartidos, como a veces lo son por el Congreso y el presidente, la Constitución es generalmente explícita en ese sentido. Así, la Constitución especifica que el presidente puede vetar una ley del Congreso, y que el Congreso puede pasar por sobre ese veto con la aprobación de las dos terceras partes de cada cámara. Similarmente, el presidente puede negociar tratados, pero éstos tienen que ser ratificados por las dos terceras partes del Senado.

El gran papel de la judicatura es preservar la Constitución. La Constitución preserva nuestras libertades haciendo que todos los que tienen autoridad para hacer leyes o establecer normas sean directamente responsables ante el pueblo mediante elecciones regulares. Y también lo hace garantizando que la autoridad democrática del pueblo se mantenga dentro de los límites constitucionales. ¿Para qué? Para que no pueda haber abusos contra minorías momentáneamente impopulares.

En la Constitución no existe el más mínimo indicio de que la judicatura comparta nada del poder legislativo o ejecutivo. La intención de la Constitución es que las cortes federales apliquen la ley tal como la establecieron otros. Si la judicatura hiciera más se convertiría en un poder verdaderamente imperial, que nada ni nadie podría contener. Y una judicatura imperial sería el fin de Estados Unidos tal como lo conocemos. Sí, vivimos en medio de una guerra cultural. Y se libra en todos los frentes.