En defensa del neoliberalismo

 

La ideología del indio Hatuey

 

Adolfo Rivero Caro

Cuando esta columna se publique estaré en Caracas, donde he sido invitado como observador del referendo revocatorio. De más está decir que, al menos en estos días, no cambiaría Caracas por ninguna otra ciudad del mundo. El referendo revocatorio es un evento de enorme importancia con vastas repercusiones internacionales. Mucha gente considera que Hugo Chávez es un aspirante a dictador. Estas suposiciones no son ni calumniosas ni gratuitas. Se derivan, en lo fundamental, de las palabras y los hechos del mismo presidente venezolano. Chávez se proclama, de manera abierta y estentórea, admirador y discípulo de Fidel Castro. Su modelo es un dictador que lleva 45 años en el poder, máximo dirigente de un régimen ferozmente represivo que ha arruinado a su pueblo, condenado una y otra vez como violador de todos los derechos humanos, sobreviviente del colapso mundial del comunismo, amigo y camarada de la dictadura de Corea del Norte y colaborador de cuanto grupo insurgente y terrorista existe en el mundo.

Es asombroso que alguien pueda proclamar esto públicamente. Un político podrá admirar profundamente al marqués de Sade y fantasear con emularlo, pero lo que no puede hacer es decirlo. Chávez, sin embargo, lo ha dicho. Y no sólo se trata de palabras. Desde el mismo momento en que llegó a la presidencia, Chávez se concentró, casi exclusivamente, en preparar las condiciones para perpetuarse en el poder. Aprovechó su popularidad inicial para reformar la constitución y recientemente ha conseguido cambiar la composición del Tribunal Supremo de Justicia, para controlarlo. Tanto en las palabras como en los hechos, Chávez ha estado anunciando a gritos sus deseos de establecer una dictadura de modelo cubano. Esto no podía sino movilizar urgentemente a la oposición antichavista. Estar en peligro de muerte ayuda mucho a concentrarse. De aquí, inicialmente, el conato de golpe de 1992 y, después, la larga y dificultosa marcha hacia el referendo revocatorio.

Ha sido una carrera contra el reloj porque todos saben que el trabajo por establecer la dictadura no se ha detenido nunca y que, una vez establecida, sería prácticamente imposible sacar a Chávez del poder. ¿Lo permitiría el ejército constitucional venezolano? El ejército ha ido siendo purgado y, en cualquier coyuntura propicia, lo sería con mucho mayor rigor y profundidad. No hay dictadura posible sin unas fuerzas armadas y un aparato represivo absolutamente leales. Es ahí, precisamente, donde Castro ha concentrado sus cuadros cubanos en Venezuela. Están haciendo las listas de los militares a liquidar.

En estas condiciones, uno se pregunta qué posibilidades reales tiene la oposición de sacar a Chávez del poder utilizando los remanentes, cada vez menores, de la democracia venezolana. Chávez no ha vacilado en utilizar la desvergonzada nacionalización de millones de extranjeros y los intentos por intimidar o sobornar a los electores. Ha llegado hasta a traer sus propios observadores. En Caracas estarán Hebe de Bonafini, Rigoberta Menchú y hasta Michael Moore para garantizar que la oposición no vaya a abusar del gobierno. ¿Hasta dónde estará Chávez dispuesto a llegar? Le bastaría con perder el referendo por poco margen para declararse triunfador y permanecer en el poder. ¿Cómo podría la oposición impedirlo? Personalmente, no tengo ninguna confianza en la OEA. Los organismos internacionales pueden ser eficaces cuando tratan con personajes que respetan la ley y el orden. Nunca lo son cuando tienen que afrontar regímenes delincuenciales. El único recurso para tratar con los que no respetan la ley es la fuerza. No entienden otro. Y la OEA no tiene batallones.

Es decir, que la oposición venezolana está prácticamente obligada a ganar el referendo revocatorio por un margen sustancial e indisputable. ¿Será posible? Confío en que lo sea. Me preocupa, sin embargo, que Chávez haya podido llegar al poder, y mantenerse en él, como discípulo y admirador de Fidel Castro. ¿Cómo ha sido posible esto? ¿Cómo es posible que el mismo Castro se mantenga en el poder? Se trata de un tema sobre el que todos debíamos reflexionar. Me temo que la respuesta está en una patología cultural de nuestro tiempo: el antiamericanismo.

¿Quiénes son los máximos exponentes mundiales del antiamericanismo? ¿Osama bin Laden? ¿Los ayatolás de Irán? ¿Los talibanes? ¿Saddam Hussein? ¿Fidel Castro? ¿Evo Morales? Señores, por favor. ¿En esa compañía queremos estar? ¿Cómo es posible considerar reaccionario y negativo derrocar las sanguinarias dictaduras de los talibanes y de Saddam Hussein? Que este tipo de pensamiento se haya generalizado no lo hace menos irracional. Criticar a los americanos se ha convertido en un recurso que justifica todas las aberraciones. Como apoyar a Fidel Castro o llorar el derrocamiento de Saddam Hussein. Las críticas racionales siempre son bienvenidas en una sociedad democrática y saludable. Lo que es francamente contraproducente es el odio irracional contra la sociedad más libre y productiva del planeta, de donde, entre otras muchas cosas, surge 90% de toda nueva tecnología y descubrimiento científico. Y a donde, por supuesto, sueñan con emigrar incontables millones de todo el mundo.

Hace muchos años, un amigo mío solía hablar de la ''ideología del indio Hatuey''. Hatuey fue uno de los pocos indios que en Cuba lucharon contra los españoles. Capturado y a punto de ser quemado vivo, el fraile Las Casas le pidió que salvara la vida retractándose de su idolatría y le explicó las infinitas bellezas del paraíso. Hatuey le preguntó: ''¿Y los españoles también van al paraíso?'' ''Por supuesto'', le respondió el buen fraile. ''Pues entonces mátenme'', dijo Hatuey, ``porque yo no quiero estar donde estén ellos''.

Hatuey era muy inteligente, decía mi amigo, antes de abrazar una causa problemática, siempre es bueno fijarse en quiénes van a estar a nuestro lado. Es probable que semejante compañía nos haga pensarlo mejor. El antiamericanismo se ha convertido en una cultura de bolsillo, fácil, barata y popular. Sería bueno contrarrestarla con la ideología del indio Hatuey.