En defensa del neoliberalismo

La influencia nazi en el Medio Oriente
Adolfo Rivero Caro

Me parece útil estudiar las fuentes de ese feroz antisemitismo que caracteriza gran parte del mundo musulmán y, en particular, el Medio Oriente. Nada ayudaría más a esos países que la colaboración con Israel y su avanzada tecnología y, sin embargo, cualquier colaboración se estrella con profundos e irracionales prejuicios. Un intento por explicar parte de los mismos es el reciente libro de Jeffrey Herf La propaganda nazi en el mundo árabe.

El libro lleva la historia del nazismo más allá de sus habituales límites euro céntricos y llama la atención sobre las dimensiones europeas del radicalismo islámico a mediados del siglo XX. La propaganda del Tercer Reich, en efecto, saltó por sobre las aparentemente insuperables barreras de su propia ideología de la superioridad racial aria. Del otoño de 1939 hasta marzo de 1945, el régimen nazi transmitió programas en árabe al Medio Oriente y el Norte de Africa, en onda corta, siete días a la semana, las 24 horas. Esto tuvo una particular difusión dado el alto índice de analfabetismo en la región.

De los árabes en Berlín, los nazis descubrieron que su odio por los judíos no era único y que, en ese sentido, tenían algunos aliados en el Norte de Africa y el Medio Oriente. El antisemitismo de los árabes pronazis era inseparable de una radicalización de elementos ya existentes en las tradiciones del Islam. Los extremistas islámicos hacían un trabajo de “tradición selectiva'', es decir, reelaboraban las tradiciones recibidas, enfatizando algunos elementos y rebajando otros. Fue esa lectura selectiva del Corán, concentrándose en las corrientes antisemitas dentro del Islam combinada con las denuncias nazis del imperialismo occidental y del comunismo soviético, lo que le dio a los nazis sus puntos de contacto con los árabes en el Norte de Africa: Egipto, Palestina, Siria, Líbano, Irak y con los musulmanes del Medio Oriente en general. La Alemania nazi subrayaba ser un enemigo incondicional del sionismo, una posición que encontraba eco mucho más allá de los activos simpatizantes del nazismo y el fascismo.

Llamar a los árabes a levantarse contra el colonialismo británico y francés había sido un elemento de la política alemana durante la I Guerra Mundial. Algunos veteranos de la diplomacia alemana en el Medio Oriente durante la I Guerra Mundial, como Werner Otto von Hentig, jugarían un papel en los esfuerzos, mucho más vastos, que se desarrollaron en la II Guerra Mundial. En realidad, Hitler, Ribbentrop y toda una serie de altos funcionarios, así como Henrich Himmler y oficiales de la Seguridad de los SS, mostraron un persistente interés en hacer llamados a los árabes y musulmanes. Sus fracasos no se debieron a falta de esfuerzos sino a la victoriosa contraofensiva militar de los Aliados.

Durante los años 30, el compromiso británico con el establecimiento de una patria judía hecha en la Declaración de Balfour de 1917 se vio bajo intensa presión ante la oposición árabe a la inmigración judía a Palestina. En 1934, la Italia fascista inició transmisiones en su estación de radio Bari en árabe. Junto con materiales impresos distribuidos por sus consulados en la región, los italianos aprovecharon la oportunidad creada por la oposición árabe al sionismo y al colonialismo británico y francés y por el crecimiento de la ideología panislámica en los años 30. El resultado fue una insólita alianza entre una Italia fascista aspirante a poder colonial y el movimiento anticolonial árabe.

Al examinar los archivos del ejército y los SS, dos historiadores alemanes, Klaus-Michael Mallmann y Martin Cupper, han descubierto que las SS tenían un equipo paramilitar en Africa bajo la dirección de Walter Rauff, un Obersturbannfuhrer (el mismo rango que Adolf Eichmann), listo para trabajar tras las líneas del Afrika Corps de Rommel y extender la Solución Final de la Cuestión Judía a los judíos del Norte de Africa y el Medio Oriente. Si hubieran podido hacerlo o no dependió del resultado de las batallas de El Alamein y posteriormente Túnez entre la Panzerarmee de Erwin Rommel y los ejércitos aliados. La victoria británica y australiana en El Alamein fue un punto de viraje decisivo tanto en la historia de la II Guerra Mundial como en el exitoso esfuerzo para impedir la extensión del Holocausto a los 700,000 judíos del Medio Oriente.

El individuo más importante en la propaganda nazi hacia los árabes fue el Gran Mufti de Jerusalén Haj Amin-el-Husseini, un dirigente en la revuelta árabe de 1936-39 que se reunió con Hitler, Ribbentrop, Himmler y otros altos funcionarios nazis. Es bien conocida la mutua admiración entre Husseini y Hitler, basada en su odio a los judíos.

Desgraciadamente, el Holocausto y la derrota del hitlerismo no significaron la derrota del antisemitismo y ni siquiera lo desacreditaron a los ojos del mundo. El sueño sionista de que el antisemitismo desaparecería cuando los judíos tuvieran su propia nación resultó falso. Los antisemitas saben cómo vincular “la cuestión judía'' con otras causas como el capitalismo, la globalización y otros problemas de la modernidad. Un ejemplo es la vinculación cada vez más estrecha entre el antisemitismo y el antiamericanismo. Esto no sólo se debe al apoyo americano a Israel durante la Guerra de los Seis Días y después. Desde mucho antes, Estados Unidos había sido acusado de estar bajo el control judío. Otro ejemplo del irracionalismo antisemita.

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