Trabajando para el inglésAlexei Díaz Paz En los seis años de mi
destierro en Gran Bretaña, donde he encontrado patria temporal, hogar,
y amigos, no he dejado de preguntarme si en lugar de Londres me iría
mejor en Miami o Barcelona... Pero
al menos no estoy en Bombay, a veces digo.
O en La Habana. Y en realidad, no tengo razones para quejarme
otras que ‘no era yo quien tenía
que haberse ido’. Pero eso nos ocurre a todos. O casi todos. Aquí
recibo (gratuita) la educación universitaria que me fue denegada por no
caber en los vericuetos burocrático-ideológicos del castrismo,
trabajo, y como en el cuento, por lo menos puedo ladrar. Londres es una ciudad
maravillosamente diversa, con menos tendencia a la ghuettización que muchas otras en el mundo, si bien en algunos
barrios predominan grupos étnicos específicos.
Los cubanos, tan cosmopolitas como aventureros, puedes
encontrarlos viviendo en cualquier sitio.
Claro, hay cubanos y cubanos. A diferencia de ciudades como
Miami y Hialeah, donde predominan los cubanos cuya principal motivación
para aceptar la opción del exilio es política, muchos cubanos en
Londres forman parte de lo que al gobierno cubano le gusta llamar ‘la
emigración’; los que se fueron ‘para vivir bien’ pero regresan a
Cuba para sus vacaciones tropicales. Ellos regresan a Cuba ‘porque
quieren mucho a su familia’ ( y yo qué? Y nosotros qué?) y viven aquí
para ayudarles. Por
supuesto, además de pagar los impuestos locales pagan contribuciones
directas e indirectas al gobierno que, en primer lugar, es el máximo
responsable de que tengan que vivir fuera de su idioma, raíces e
identidad (como diría el Willy.) Parece ser un fenómeno
extendido por toda Europa: estos cubanos
de la emigración se reúnen, como en Londres con la mal-llamada Cuban
Solidarity Campaign, para seguirle el juego al gobierno cubano. No
me extrañaría si de pronto nos encontramos con el núcleo del PCC en
Holland Park o Camden Town. Aunque ellos son tan víctimas del Castrismo
como nosotros, y quiero echarle la culpa, en parte, al Mayamo-centrismo
del exilio. Miami (y ciudades aledañas),
por su cercanía geográfica con Cuba, y por el apoyo que de los
sucesivos gobiernos norteamericanos brindaron a la causa democrática en
Cuba, albergan la mayoría del exilio cubano.
Yo no he estado en ella si no en sueños pero sigo creyéndola, a
veces, una suerte de tierra prometida, donde se puede tomar un cafecito
que valga la pena, y comprar los libros de Guillermo que en Cuba casi no
se pueden leer. Por cierto,
una vez me las arreglé para leer, en casa de un amigo, Tres
Tristes Tigres, encuadernados en pasta roja y rotulado Materialismo Y Empirocriticismo Y Otras Obras Selectas De V. I. Lenin,
quién, me la juego, no cantaba boleros.
Pero igual, a esa Habana difunta la imaginaba mayamesca. Yumática. Disimilar al Castrogrado de mi adolescencia. Bien por los que cubanizando
Miami han re-creado un pedacito de Patria, pero (siempre hay un pero...)
los que andamos dispersos nos sentimos a veces olvidados y abandonados.
No tanto yo, que me las arreglé para hacerme de amigos a quienes
conozco por teléfono o e-mail, si no por muchos para los cuales las
organizaciones del exilio en los
cinco barrios (Miami, Hialeah, Union City, Madrid, y Barcelona) les
hacen sentir como si estuvieran en la Luna. O en el Delta Quadrant. Porque a pesar (a veces, gracias) a la decisión de
quedarse a vivir en países otros que Estados Unidos y España, los
cubanos del exilio no dejamos de ser menos cubanos ni menos exiliados,
por preferir los canales de Ámsterdam o las noches blancas de San
Petersburgo (Rusia, no Florida.) Sin
embargo, las organizaciones del exilio adolecen de un mayamo-centrismo
atroz, o se han castizado tanto que hazta el azento lez cambia. Y los que estamos en Suecia o París, casi a la deriva. Es muy romántico hablar que si
hasta hay un camellero en Egipto gritándole a su caravana ‘tercia, coronel, tercia’ (por cierto, quién hará ese documental?
Estoy loco por verlo.) En Vancouver o Buenos Aires también hay
compatriotas que necesitan, tal vez tanto como los recién llegados a
Florida, que se les ayude; sobre todo el apoyo moral de sabernos
recordados, porque si bien no nos falta lo básico (materialmente
hablando) vivimos en países donde el monopolio de toda información
sobre Cuba está en manos de lamebotas de Castro y otros tontos útiles
al régimen de La Habana. Mira
tú, quienes se oponen al relajamiento del embargo se olvidan que no es
en Miami, si no en Londres y Paris donde Castro busca los chavitos que
le hacen falta y donde renegocia sus deudas, y en España y Canadá
donde enyunta sus ficticias sociedades anónimas con compañías
privadas para quienes un dólar hoy vale más que una gotica de dignidad
a cualquier hora. No hace tanto, estaba yo en un
mall en Notting Hill Gate, con un amigo -- -refugiado político, valga la
aclaración- cuando una muchacha (con unas cejas preciosas, una mulata
blanconaza de ojos azules que para qué decirte!) nos escuchó hablar y
nos dijo que ella también era cubana.
En menos de cinco minutos (mientras tomábamos un frappuccino,
no hay café cubano en Londres, por desgracia) nos contó sus peripecias
de jinetera: tiene en Cuba sus clientes fijos (ella prefiere llamarle amigos)
que vienen de México, Canadá, Miami!, y Alemania, y está casada con
un irlandés que vive en Londres, con quien tiene una hija.
El temba (olvidé decirles, Caridad _nombre ficticio_
tiene 19 añitos) es un cuarentón muy
buena gente. Y como a
la niña no le gusta el invierno lloviznoso de Londres, la deja pasarse
unos seis meses en Cuba cada año. Aquí en Londres no se pierde una
fiestecita de la Embajada, y “eso sí, a mi familia no le falta
nada”. Yo no quise entrar
a discutir (las mujeres bonitas me neutralizan, además le piqué un Populares)
pero a su familia le falta todo, y a ella, mucho más.
Pero no sólo eso. Cachita
es una entre los tantos (tal vez miles) de cubanos y cubanas que se han
ido, pero vivir en una democracia no les limpia la costra que el
Castrismo les metió desde niños en sus cabecitas.
En el caso específico de
Inglaterra, los ‘emigrados’ (en su mayoría jinetes), se encuentran
una ciudad donde la embajada cubana es hegemónica (gracias Gramsci) en
toda información sobre Cuba; donde no existe –todavía- una presencia
del exilio político organizado; y donde tanto la prensa como los académicos
en su anti-americanismo de tres por kilo defienden, directa o
indirectamente, las políticas de turno del Castrismo.
Incluso la BBC, con su supuesta imparcialidad y objetivismo, hace
poco pasó por el canal 2 un documental que parecía estar hecho por
Estela Bravo. Claro, también trasmiten los documentales de la Bravo.
Hay, como quien dice, de todo
como en botica. Aunque los
más visibles son los músicos que van y vienen, los artistas que
exponen aquí y allá (mientras que a Rafael López Ramos, exiliado en
Canadá, nadie lo expone), y las muchachas como Caridad quienes alegran
las fiestas del ‘Cubanito’ y ‘Little Havana’.
Por cierto, Little Havana
no es lo que ustedes creen: aunque supuestamente patrocinado por Bacardí,
ese bar del Leicester Square está decorado de pies a cabezas con fotos
del Granma. Y es el salsa-refugio de los ñángaras londinense. Volviendo a mi
amiguita Caridad, por sólo citar un ejemplo, supe gracias a ella
que ‘en Cuba todo está de lo mejor y que no falta nada...’ Yo me
pregunto, si es así, por qué el otro día se metieron en casa de mi
hermano y le robaron cien pesos (pesos, no fulas) y comida, hasta la del
refrigerador? Pero ella vive en Londres (cuando no, recibe sus amigos
trasnacionales en su casa en Guanabo), y me dice que aunque casi todo el
mundo oye Radio Martí, ella no escucha las noticias porque a ella no le
importa la política, sólo el horóscopo y la radionovela. Además, es
de la UJC. Para no cansarles, otra cubana
(está con estatus reconocido de refugiada política) lo primero que
hizo fue ponerse a trabajar para una revista que más cercana a Prensa
Latina no puede ser porque ‘le hacía falta el trabajo...’ Yo no quiero hacerme mejor que
nadie, pero mira que yo he lavado fondillos de viejos, mezclado cócteles
en bares de mala muerte, etc., pero ni se me ha ocurrido seguir haciéndole
el juego a Castro. Para eso me hubiera quedado en Cuba, donde al menos
el clima es favorable a mi reumatismo. Claro, he encontrado en Londres
decenas de cubanos con dignidad: hijos que han llorado valientemente la
muerte de su madre ‘porque cuando me fui lo supe, no regreso a Cuba
hasta que no sea libre’; gente trabajadora y honrada que aunque
prefieren mantenerse alejado de los dime que te diré de la política,
tienen bien claro que tuvieron que irse de Cuba no sólo huyéndole al
hambre si no de un régimen que no permite que los trabajadores
disfruten del fruto de su sudor y les roba toda esperanza.
Lo terrible es que mientras
tanto, Londres sigue llenándose no sólo de jineteros (algunos no dejan
de serlo) si no de agentes del gobierno, tanto los que trabajan para
corporaciones de capital mixto como los que invitados por grupos académicos
y de solidaridad deciden que
no es tan mala idea, a fin de cuentas, seguir siendo socialistas junto
al Támesis, y que trabajar para
el inglés, a pesar de lo que dicen, paga. Alexei Diaz-Paz |
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