En defensa del neoliberalismo
 

Intelectuales en tránsito

 

ADOLFO RIVERO CARO

Fidel Castro autorizó la participación de 97 profesores cubanos en la reunión de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA) recién celebrada en Miami. Buena parte del exilio considera a estos académicos como agentes de una dictadura. O, en todo caso, como farsantes, puesto que pretendían participar en esa reunión como si, para ellos, el libre intercambio de ideas fuera lo más natural del mundo. Pero el exilio no puede tratar a esos profesores cubanos como si fueran indistinguibles de los académicos argentinos, brasileños o norteamericanos.

No se puede pretender que los intelectuales cubanos intercambian ideas libremente cuando todos los días están cogiendo presos a cientos de opositores pacíficos. Cuando Elizardo Sánchez, profesor universitario y figura internacionalmente conocida, no es invitado a la reunión o cuando a Dagoberto Valdés le niegan el permiso para participar en la misma. Por no hablar de profesores como Marta Beatriz Roque y Félix Bonne Carcacés --sobre los que se guardó un impúdico silencio. Si los profesores son libres, su silencio sólo puede significar un asentimiento con la política represiva del gobierno cubano. Y si no están de acuerdo, pero no se atreven a criticarla, es que no son libres. El exilio tenía que denunciar ese fallido intento de prestidigitación política.

Estas observaciones, sin embargo, por válidas que sean, distan mucho de ser suficientes. En toda lucha política, entre los adversarios claramente definidos --la disidencia y la dictadura-- existe una gran masa que no se inclina claramente ni a un lado ni a otro. Esa vacilación es fácilmente comprensible. En Cuba, definirse contra la dictadura significa tener que afrontar constante hostigamiento y acoso policial (que comprende a los familiares), graves escaseces materiales y, muy frecuentemente, cárcel, incluyendo prologadas reclusiones en la siniestra Villa Marista. La otra opción es el exilio y la necesidad de tener que empezar de nuevo. No es extraño que la mayoría del pueblo cubano, que se siente oposicionista, vacile antes de declararse como tal. Lo único extraño es que haya habido, y siga habiendo, tanta gente dispuesta a desafiar la dictadura.

La mayoría oposicionista se encuentra atomizada. Toda la implacable represión contra la disidencia está dirigida, justamente, a impedir que esa mayoría pueda organizarse porque, de conseguirlo, daría al traste con el régimen. En estas condiciones, el exilio tiene que tener una apreciación realista de la situación en la isla. O consideramos a la mayoría del pueblo cubano como colaboracionista o comprendemos sus dificultades y buscamos la mejor forma de ayudarlo. Hagámonos la siguiente pregunta: ¿cómo se comportaría una persona que se sienta oposicionista en Cuba pero que no esté dispuesta a la cárcel o al exilio? En Cuba, por definición, todas las actividades están controladas por el estado, y el estado está controlado por el partido comunista. ¿Qué hacer? ¿Es que sólo existe la militancia revolucionaria, la oposicionista o el exilio? ¿No estamos encerrando una compleja realidad en un esquema simplista?

 

Parece lógico pensar que lo primero que haría una persona que se sienta oposicionista, pero que no quiere ir a la cárcel o al exilio, sería eludir una militancia revolucionaria. No es tan fácil como parece. El gobierno exige constantemente pruebas de lealtad. Pero el gobierno no puede controlar el espíritu humano. Puede obligar a hacer cosas --marchar por el regreso de Elián, reunirse para darle la bievenida a un oscuro líder de Timor Occidental-- pero no puede obligar a que la gente sienta esas causas como propias. En Cuba, hoy es posible no comportarse como un revolucionario sin llegar a ser un disidente. Es lo que Vaclav Havel llamaba tratar de vivir en la verdad.

¿Un ejemplo? La participación de los académicos cubanos en la reunión de la LASA. Es difícil concebir una contradicción más flagrante entre la estridente retórica del gobierno y las sosegadas disquisiciones de estos profesores. Porque ¿dónde están las teorizaciones sobre la inminencia del estallido revolucionario en América Latina? ¿Dónde los análisis sobre la vigésima segunda etapa de la crisis general del capitalismo? ¿Dónde la denuncia de la penetración imperialista en nuestros países? ¿Dónde el análisis de cómo nos colonizan las inversiones de la grandes corporaciones? ¿Dónde la colérica denuncia del neoliberalismo, principal enemigo de nuestros pueblos según Fidel Castro? No sabemos. Casi no existen. Las ponencias se llamaron, por ejemplo: ``El sector empresarial en Miami y el futuro de las relaciones Estados Unidos--Cuba''. o ``La inversión extranjera directa en Cuba''. ¿Dónde está Hilferding? ¿Qué se ha hecho de Nikitin y de Konstantinov?

La LASA nació inspirada en la revolución cubana. Buena parte de sus miembros es visceralmente anticapitalista y antinorteamericana. Y, sin embargo, los profesores cubanos declinaron levantar las banderas de un marxismoleninismo al que el gobierno no ha renunciado. Ese no es el comportamiento a esperar de intelectuales revolucionarios --independientemente del 18.9 por ciento de policías profesionales que formaron parte de la delegación. Es el comportamiento de quienes quieren ser, por el momento, intelectuales independientes (del gobierno), igual que hay otros que quieren ser músicos independientes. Aunque el gobierno les agradecería mucho una demostración de militancia, en su mayoría optan por tomar sus distancias aunque no estén dispuestos, por el momento, a definirse como opositores. En todo caso, la disidencia los necesita. Pudieran convertirse en voceros con una audiencia internacional. Es riegoso pero posible. Pregúntenle a Havel.

30 de marzo de 2000