En defensa del neoliberalismo

 

Buenas noticias para los latinos

 

Adolfo Rivero Caro

La mayoría de los demócratas cree que las elecciones del 5 de noviembre han sido malas noticias para los latinos, tanto en Estados Unidos como en el resto del hemisferio. Están convencidos de que la mejor ayuda para los latinos son los sellos de alimentos y la extensión de la ayuda al desempleo.

Los republicanos, por su parte, como insiste el presidente Bush, creen que la mejor ayuda es conseguir un trabajo, y dejar de vivir de la asistencia pública. La gran reforma de la asistencia social (welfare reform), conseguida gracias a la conquista republicana del Congreso en 1994, ha sido, pese a todas las dificultades, un enorme éxito. La mejor vía para conseguir un buen trabajo, sin embargo, sigue siendo una buena educación.

Infortunadamente, la educación pública lleva prácticamente medio siglo como un monopolio de los demócratas. Los resultados han sido desastrosos: según todas las encuestas internacionales, la educación en Estados Unidos está a nivel de un país del tercer mundo. El establishment educacional, sin embargo, el principal contribuyente del Partido Demócrata, se opone ferozmente a cualquier tipo de reforma. Gasta millones para impedir que los padres sin recursos puedan optar por otras escuelas para sus hijos, aunque los dirigentes demócratas, por supuesto, mandan a sus hijos a escuelas privadas. Se oponen a los exámenes y a las calificaciones porque éstos ponen en evidencia la vasta legión de maestros incapaces que su sindicato nacional ha vuelto inamovibles. Culpan de su estruendoso fracaso a presuntos bajos salarios, a la falta de asistentes, a la excesiva cantidad de alumnos, a las goteras y al mal tiempo. A todo menos a los maestros ineptos y a su incapacidad para enseñar a leer, escribir y sacar cuentas. Ellos prefieren, por supuesto, hablarles a los estudiantes de la sexualidad, el relativismo moral y la importancia de sentirse muy satisfechos de sí mismos pese a ser, en realidad, unos analfabetos incapaces de encontrar a Estados Unidos en un mapa del mundo.

No es extraño que Jeb Bush, el gobernador que más ha hecho por la educación en todo el país, haya barrido en su reelección.

En realidad, el triunfo republicano ha sido una excelente noticia para América Latina. Ahora se abre, por fin, una posibilidad real para impulsar el ALCA y el libre comercio hemisférico. Esto parece sorprendente puesto que el presidente Bush ha elevado barreras proteccionistas contra las importaciones de acero y ha estado de acuerdo con enormes subsidios agrícolas. Estas medidas, sin embargo, son concesiones desagradables pero lamentablemente indispensables para poder seguir avanzando. El presidente Bush está profundamente interesado en la promoción del libre comercio y no es de extrañar. En los siete años desde la puesta en práctica del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, las exportaciones americanas a México y Canadá están manteneniendo 2.9 millones de empleos norteamericanos: 900,000 más que en 1993. Y esos trabajos pagan entre 13 y 18 por ciento más que el salario promedio en Estados Unidos. No sólo eso. En el 2001, en estrecha colaboración con la Unión Europea, la administración consiguió un acuerdo en Doha para abrir otra gran ronda de negociaciones en la Organización Mundial del Comercio. En la misma se abordarán todos los grandes problemas del comercio internacional. Esto es un gran triunfo tras la catástrofe de Seattle de 1999. Por otra parte, el presidente consiguió la indispensable autoridad para promover el comercio (fast track), que no se renovaba desde 1994. Esto resultó extraordinariamente difícil porque el Partido Demócrata, decisivamente influido por el movimiento sindical, se ha convertido en el gran adversario del libre comercio. En tres votaciones claves de la Cámara de Representantes, apenas hubo 20 o 25 demócratas que apoyaran la autoridad para promover el comercio. Bush sólo pudo obtenerla gracias a las concesiones proteccionistas. Esta autoridad, por cierto, ahora amplía sustancialmente las medidas para proteger y reentrenar a los trabajadores afectados por los cambios comerciales. Por otra parte, disminuye unilateralmente las barreras aduaneras americanas a un significativo número de importaciones textiles de países en desarrollo.

En realidad, la historia de la política comercial norteamericana se caracteriza desde hace medio siglo por hacer concesiones proteccionistas para poder promover el libre comercio. Kennedy tuvo que hacerlas al lobby de los textiles para poder lanzar el Kennedy Round y conseguir históricas reducciones generales de tarifas. Desde Nixon hasta Reagan, todos los avances en la promoción del libre comercio han tenido que seguir el mismo tortuoso camino.

En América Latina, hoy por hoy, Colombia constituye el primer frente de combate en la guerra mundial contra el terrorismo. Uribe nos ha devuelto la confianza en que existen los dirigentes necesarios para enfrentar y superar todos los problemas. Bush, por su parte, ha conseguido derrotar la oposición demócrata a dar ayuda militar a la guerra contra las FARC. Los demócratas habían impedido esta ayuda, elemental y urgente, blandiendo el espantajo de la guerra de Vietnam. Pero Bush no viene de las filas de los opositores a la guerra de Vietnam, sino de los admiradores de sus héroes y de sus mártires. No es extraño, por consiguiente, que nuestros hermanos colombianos hayan visto multiplicar la ayuda norteamericana a su gobierno. El futuro de los latinoamericanos no está con los demagogos y los populistas. El triunfo republicano no sólo ha sido una gran noticia para los anglos, sino para los latinos y para todos.