En defensa del neoliberalismo

Lenin y Chávez

Adolfo Rivero Caro

Hugo Chávez está frenético. El pueblo venezolano hizo caso omiso de sus truculentas amenazas y le inflingió una contundente derrota en las últimas elecciones. Esta pudo haber sido mayor pero Chávez invirtió decenas de millones de dólares comprando votos, como pueden verificar innumerables testigos, y esos votos representaron el estrecho margen por el que consiguió varias gobernaciones.

Chávez mantiene un cierto nivel de popularidad, nada extraño en que ha disfrutado durante años de precios del petróleo extraordinariamente altos. Estos ingresos le han permitido hacerse de una importante clientela política. Es importante subrayar, sin embargo, que tras diez años en el poder, sus seguidores ya no están inspirados en banderas políticas. Chávez sólo tiene la fácil popularidad que puede conseguir, digamos, cualquier alcalde corrupto. Una experiencia bien conocida en Miami-Dade, y que yo supongo atribuible a la popularidad que tienen entre nosotros los estudios sobre la corrupción en Egipto, en tiempos de Ramsés II y Amenofis IV. En todo caso, a Chávez le resulta cada vez más difícil tratar de imponer una dictadura populista. El ejército ha visto que tiene en contra a la mitad, o más, del país, y a la parte más políticamente activa y económicamente importante. En esas condiciones, no parece probable que vaya a comprometerse con la sangrienta represión que sería necesaria para imponer una dictadura chavista. ¿Por qué habría de hacerlo cuando varios de sus mandos pudieran ser legítimos aspirantes al poder en una Venezuela democrática? Y no sólo eso. ¿Por qué habrían de hacerlo cuando una dictadura chavista implicaría, más tarde o más temprano, una radical depuración de sus fuerzas armadas que, muy probablemente, significaría la eliminación física de muchos de sus cuadros? ¿Absurdo? Por favor. ¿Acaso su modelo no es Fidel Castro? Pues bien, éste, con un ejército prácticamente incondicional, que pudo crear desde su misma base, no vaciló en mandar a fusilar, entre otros, a Arnaldo Ochoa, un general enormemente popular y Héroe de la República de Cuba. ¿Qué no haría Chávez?

En este sentido, es conveniente destacar el increíble entusiasmo que manifiesta en relación con el difunto régimen soviético. Es curioso porque ningún ruso se atreve a hacerlo. Chávez acogió la reciente visita del presidente Medvedev con emocionados tributos a... ¡la patria de Lenin! ¿En qué mundo vive Chávez? ¿No sabe acaso que hay un libro, Lenin el Desconocido, de Richard Pipes (naturalmente no traducido al español), donde se reproducen decenas de sus cartas? En esas cartas, Lenin pide quemar ciudades enteras hasta sus cimientos y ''exterminar hasta el último de los cosacos si le prenden fuego al petróleo de Guriev''. Esos llamamientos a quemar ciudades y exterminar sus habitantes recuerdan a Gengis Kan y a Tamerlán. En una famosa directiva a las autoridades comunistas en la provincia de Penza (11 de agosto de 1918), donde el campesinado se había rebelado contra la confiscación de las cosechas, Lenin ordenó, y cito textualmente:

``1. Ahorquen (sin falta, públicamente, para que la gente pueda verlo) a no menos de cien conocidos kulaks ricos, chupadores de sangre,

Diciembre, 2008

 

 

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