En defensa del neoliberalismo

 

Los ocultos enemigos del libre comercio

 

Adolfo Rivero Caro

Zimbawe era un gran exportador de alimentos hasta que Robert Mugabe decidió expropiar a los granjeros blancos. Lo hizo, por supuesto, en aras de promover la igualdad con los negros sin tierra. Pero el resultado es que Zimbawe ahora sufre una hambruna devastadora. Siempre es la misma historia. El socialismo, a nombre de combatir la injusticia y la desigualdad, es un gran creador de miseria. Los países más económicamente libres y abiertos del mundo son los más prósperos mientras que los más regulados y protegidos --como Corea del Norte, Cuba o Zimbawe-- son los más pobres. Esto no tiene nada que ver con la geografía, y todo con las políticas de sus gobiernos.

Pese a las vociferantes protestas contra la libertad de comercio (la ``globalización''), la idea se ha impuesto en todo el mundo. Ahora, el proteccionismo tiene que esconderse bajo una aparente preocupación por los trabajadores y un angustiado desvelo por el medio ambiente. Esto del maltrato a los trabajadores merece una reflexión. ¿Por qué está dispuesto alguien a trabajar por el salario mínimo? La respuesta me parece evidente: porque no puede conseguir un empleo mejor remunerado. Lo mismo sucede, por supuesto, con las condiciones de trabajo. ¿Por qué trabajar en condiciones desagradables? Porque no se encuentran trabajos que tengan mejores condiciones. Es cuestión de opciones. Los que escogen el salario mínimo y las condiciones desagradables hacen una opción. Los prefieren a la mendicidad, la delincuencia o la prostitución.

Como dijera Keith E. Maskus, economista de la Universidad de Colorado, los intentos por detener la llamada ''competencia desleal'' de los países pobres presenta ''un riesgo serio y real'' para los miembros más vulnerables de los países del tercer mundo. El gobierno francés prohibió usar las pelotas de fútbol paquistaníes durante la Copa Mundial de 1998 porque en su fabricación se utilizaba mano de obra infantil. Sin duda fue un gran gesto de indignación moral aplaudido por los socialistas del mundo entero. A ninguno le preocupó, sin embargo, que una gran proporción de los niños desempleados terminara mendigando y/o en la prostitución. Cerrar una oportunidad que no es óptima no necesariamente significa que vaya a surgir otra mejor en su lugar. En la vida real, lo más probable es que suceda lo contrario.

Lo mismo sucede con las preocupaciones ecológicas. Nuevamente, es cuestión de opciones. ¿Qué es más importante para el tercer mundo, desarrollar, urbanizar y dar trabajo o dejar intacta las selvas y los desiertos? ¿Cuál creen mis lectores que sería la opción de los que viven en esas zonas miserables? Estas historias de las malas condiciones de trabajo en los países subdesarrollados y del desvelo por la naturaleza son una maravillosa oportunidad para los timadores. En realidad, la única preocupación de las grandes organizaciones sindicales americanas, y de todos los grandes países industriales, es eliminar la competencia para proteger sus trabajos y su elevadísimo nivel de vida. Actualmente, el capital y la tecnología son completamente móviles, por consiguiente, la única ventaja comparativa entre los países se encuentra en el costo de la mano de obra. Al exigir el empleo de la más moderna tecnología en las fábricas del tercer mundo, los sindicatos de EEUU y los países desarrollados no aspiran a mejorar las condiciones de vida de los trabajadores tercermundistas, sino a dejarlos desempleados.

Ahí está el ejemplo de CAMISEA en Perú. Se trata de un gasoducto que se está construyendo desde el centro del Perú hasta Lima. De terminarse, el proyecto le permitiría al Perú cubrir todas sus necesidades energéticas y, además, exportar gas natural a Estados Unidos. Las empresas constructoras han solicitado préstamos al Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y del EXIM, pero EEUU no se ha decidido a apoyarlos debido a la presión de grupos ecologistas radicales y antiglobalización como Friends of the Earth, Amazon Watch y otros. No les preocupa Sendero Luminoso, pero no pueden conciliar el sueño por el destino de los monos arará y las arañas peludas del Amazonas. Su grito de guerra es dejar intactas las junglas. Con amigos como ésos, los trabajadores peruanos no necesitan enemigos.

Algo similar está ocurriendo con el Tratado de Libre Comercio para América Central. Algunos países de la región han liberalizado considerablemente sus economías. Sin embargo, al exigir que todos se unifiquen en un mercado común para el Tratado de Libre Comercio, esos países se van a ver obligados a aceptar los estándares de los más atrasados y proteccionistas para poder conseguir consenso. Por otra parte, el Tratado de Libre Comercio con América Central está lleno de cláusulas para satisfacer los intereses de los sindicatos y ecologistas americanos. Y dejar en desventaja a los centroamericanos.

Es irónico que la mayoría de los latinoamericanos que viven en Estados Unidos simpatice con el Partido Demócrata, íntimamente vinculado con la AFL-CIO, la gran organización sindical americana que es, precisamente, el principal opositor político del libre comercio con América Latina. Libre comercio absolutamente indispensable para el desarrollo de nuestros países. Sí, es cierto que entre los republicanos también hay proteccionistas. Y sí, es cierto que el presidente Bush ha hecho enormes concesiones a los intereses agrícolas y siderúrgicos. Esto es erróneo y censurable. Con todo, si no los hubiera hecho, el Congreso no le hubieran concedido el fast track, la autorización para firmar acuerdos comerciales. La misma que permitió recientemente firmar el acuerdo de libre comercio con Chile. Es bueno recordar que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte fue una idea del presidente George Bush padre y que, en relación con América Latina, ha sido la iniciativa de política exterior más importante desde la del Buen Vecino de Roosevelt. La crítica, justa y necesaria, nunca debe perder la perspectiva.