En defensa del neoliberalismo

La muerte de un argumento

Adolfo Rivero Caro

He combatido duramente a Barack Obama y no tengo por qué retractarme de ninguna de mis opiniones. Ahora, sin embargo, ha sido electo presidente de Estados Unidos. La elección popular no lo hace una buena opción. Los pueblos, como los individuos, cometen errores. El pueblo alemán eligió democráticamente a Hitler. Mussolini fue inmensamente popular. Fidel Castro también lo fue y Hugo Chávez todavía retiene un apoyo que, aunque en radical disminución, sigue siendo significativo. Quiero aclarar que no estoy comparando a Obama con ninguno de estos personajes. Sólo quiero decir que haber sido electo no significa que me haya equivocado en su evaluación, aunque ojalá haya sido así. Lo importante, sin embargo, es que ha sido electo nuestro presidente. Felicito, por consiguiente, a sus simpatizantes cuya mayoría, al menos aquí, sólo quiere lo mejor para Estados Unidos.

Desde hace muchos años, los ''conservadores'' americanos hemos sostenido que la discriminación racial no juega ningún papel importante en nuestra sociedad. Los socialistas, por su parte (que aquí se denominan ''liberales'') han insistido en que sí, y han inventado una extravagante teoría para justificarlo: la de que todos los grupos sociales son iguales en capacidades y talentos y que, por consiguiente, lo único que explica que no estén igualmente representados es la discriminación racial. Esta idea absurda pero constantemente machacada por los medios de comunicación, ha sido pasivamente aceptada por el público. La elección de Barack Obama como presidente debía enterrar definitivamente la famosa discriminación racial en Estados Unidos. Parece un buen momento para deshacernos, de una vez por todas, de esa idea absurda de la representación proporcional. ¿Deben protestar los anglos porque, siendo una mayoría, son minoritarios en las multimillonarias nóminas de los equipos de basquetbol americano? ¿Deben protestar peruanos, chilenos, ecuatorianos, bolivianos y tantos otros latinoamericanos porque no tienen una representación igual a la de los cubanos en la música popular? A su vez, ¿deben sentirse discriminados los cubanos porque, a pesar de su relativa excelencia deportiva, brillan por su ausencia en el fútbol, el deporte más popular del mundo? Por favor. Nunca en la historia, en ninguna parte del mundo, grupos distintos han tenido desempeños iguales. Esta teoría, inventada para estimular resentimientos entre los grupos, no es más que el anémico heredero de la lucha de clases de Carlos Marx.

Todo el mundo se fija en la tragedia del gueto negro en Estados Unidos. Es justo pero ese gueto está muy lejos de representar la situación general de los negros americanos. Walter Williams nos recordaba, por ejemplo, que en el 2005, los negros americanos ganaron $644,000 millones. Si constituyeran una nación serían la 16ta nación más rica del mundo, por delante de Holanda, Bélgica y Suiza. Negros americanos han sido los dirigentes de algunas de las ciudades más ricas del mundo como Nueva York, Chicago, Los Angeles, Filadelfia y Washington D.C. Por no hablar de que, en octubre de 1989, Colin Powell fue nombrado Jefe del Estado Mayor Conjunto. Posteriormente fue secretario de Estado para luego ser sustituido, hasta el día de hoy, por Condoleezza Rice. Algunos negros americanos están entre las personas más ricas y las personalidades más conocidas del mundo.

Es cierto que el gueto existe. No es de extrañar. Menos del 40 por ciento de los niños negros son criados en hogares con un padre y una madre. Pero sus problemas educativos no tienen nada que ver con ninguna discriminación. Las escuelas cuyos alumnos son mayoritariamente negros reciben el mismo financiamiento que las de mayoría blanca. En fin, esto tendrá que ser tema de otras columnas. Lo que debía estar claro es que la existencia de un gueto negro en Estados Unidos no significa que su causa sea la discriminación racial. Esta existe, sin duda, pero, en nuestra sociedad, su importancia es sólo marginal. Y la elección de Obama lo confirma de una vez por todas. Estas elecciones debían significar la muerte del argumento de la discriminación racial como un factor significativo en la sociedad americana contemporánea.

Permítanme pronosticar que Obama va a hacer muy poco por los negros americanos. No es falta de voluntad, es cuestión de filosofía. Los demócratas quieren ayudar a los negros del gueto. Quieren darles más sellos de alimentos y otras ayudas por el estilo. Los republicanos no, los republicanos quieren que salgan del gueto, que eleven su nivel de vida, que se incorporen a la clase media. Las estadísticas muestran que cuando las minorías prosperan, incluyendo a los negros americanos, éstas empiezan a votar republicano. No es de extrañar. Entre otras cosas, ahora pagan impuestos y, por consiguiente, quieren que se los rebajen.

Los grupos más pobres de nuestra sociedad no pagan impuestos. Por otra parte, de cada $100 en impuestos que se pagan en EEUU, el 50% de los contribuyentes que menos ganan, paga menos de $4. El otro 50%, el de los que más ganan, paga más de $96. Decir que los ricos no pagan su justa parte es pura demagogia. Por supuesto, siempre se les puede cobrar más. Pero es bueno recordar que no se les están aumentando los impuestos a ''los ricos'' sino a los empleadores. Esa política que sólo va a llevar a la contracción del empleo.

Estamos viviendo un momento peligroso. Nuestros enemigos van a querer aprovechar la transición entre el gobierno de Bush y el de Obama. De ahí, entre otras cosas, la ofensiva rusa para fortalecer a Venezuela e, indirectamente, debilitar a Colombia, nuestro principal aliado en la región. Pero eso es otro asunto. Lo trataremos en próximas columnas.

Noviembre, 2008

 

 

Regresar a la portada