En defensa del neoliberalismo

La nueva cruzada de Fidel Castro: evitar un 'invierno nuclear'

Nicholas Casey

Una tarde de agosto, Alan Robock, un experto estadounidense en una teoría de desastres llamada "invierno nuclear", recibió un misterioso e-mail de un emisario que conocía en el gobierno de Cuba. Alguien en la isla estaba interesado en el trabajo del profesor y quería que viajara a La Habana, con todos los gastos pagados.

A medida que se acercaba la fecha de su viaje, los detalles de su visita seguían sin conocerse. Robock voló de Toronto a La Habana, donde un vehículo del gobierno cubano lo llevó desde la misma pista de aterrizaje a una suite del hotel más famoso de la capital. Posteriormente, una hora antes de ofrecer la presentación programada, el profesor de la Universidad de Rutgers supo la naturaleza de su misión.

El comandante lo había convocado. "Resultó que Fidel Castro se interesó en mi trabajo sobre el invierno nuclear y quería verme dar una charla para enviar un mensaje sobre los peligros de las armas nucleares", recuerda el profesor.

Después de que Castro casi muriera de una enfermedad en 2006, el líder revolucionario cubano desapareció de la vista pública, dándole las riendas de la isla a su hermano Raúl. Nadie sabía lo que Castro haría cuando se recuperara, ni siquiera si podría ponerse mejor.

Pero Fidel Castro reapareció hace unos meses, y los que han hablado con él dicen que tiene una nueva obsesión: convencer al mundo que las armas nucleares podrían destruir pronto el planeta.

Este esfuerzo supone un cambio radical de opinión para un hombre que desempeñó un papel clave cuando el mundo estuvo al borde de una guerra nuclear durante la Crisis de los Misiles en Cuba en 1962, después de que Estados Unidos descubriera un arsenal de armas rusas en la isla. Cuando el líder soviético Nikita Khrushchev echó marcha atrás, Castro ordenó a los estudiantes que cantaran en las calles "Nikita, mariquita, lo que se da no se quita".

Castro no respondió a varias solicitudes de entrevistas sobre el asunto hechas a su hijo, Fidel Castro Díaz-Balart.

El gran interés del líder cubano en armas nucleares es la más reciente de una serie de obsesiones, entre las que se encuentran un plan para eliminar el dinero en la isla y los intentos fallidos por producir una vaca de pequeño tamaño que los cubanos pudieran ordeñar en sus propios hogares.

Para aprender más sobre sus actuales esfuerzos, Castro ha invitado a expertos extranjeros para discutir la posibilidad de una guerra apocalíptica. En agosto, llegaron a la isla un investigador de política internacional y un periodista estadounidense para entrevistar durante varios días a Castro sobre la posibilidad de una guerra nuclear entre Irán e Israel. Un sobreviviente de Hiroshima tuvo un encuentro con Castro en septiembre para hablar sobre la explosión nuclear que destruyó la ciudad japonesa en 1945. "De lo que quería saber era de la lluvia negra", dijo el sobreviviente japonés, Junko Watanabe, refiriéndose a la lluvia radiactiva.

La cruzada de Castro parece haber comenzado en agosto, cuando el comandante hizo su primera aparición pública en cuatro años ante una sesión especial del parlamento. Cuando llegó vestido de uniforme militar, sus partidarios gritaron: "¡Viva Fidel!".

La especulación cundió sobre si Castro hablaría de la renqueante economía, si anunciaría reformas o si solicitaría de nuevo el poder.

Pero Castro eligió hablar del apocalipsis, afirmando que "el orden actual establecido en el planeta no podrá perdurar e inevitablemente se derrumbará de inmediato" y todas las divisas no tendrían valor. Castro continuó, advirtiendo sombríamente sobre el riesgo de una conflagración nuclear con Estados Unidos, Irán y Corea del Norte de protagonistas.

Por último, según el documento oficial de la sesión, Yoerkis Sánchez, un joven diputado —quien dijo ser también poeta— se levantó para dirigirse a Castro diciéndole que, con su permiso, le respondería en verso:

Sánchez comenzó a recitar un poema que había compuesto:

Y hoy cuando Fidel nos llama

con firmes conocimientos

ya sobran los argumentos

para convencer a Obama.

Se oyó una cerrada ovación en la cámara.

Castro utilizó el diario estatal Granma para encender las luces de alarma. En sus Reflexiones del Compañero Fidel, escribió al menos 27 columnas advirtiendo de un posible desastre atómico, con titulares como "Invierno nuclear", "El inescapable conflicto", "Cómo me gustaría estar equivocado", "238 razones para estar preocupado, Primera y Segunda parte" y "¿Acaso exagero?".

"A partir de 3.000 grados [Celsius] prácticamente todos los metales y materiales se funden. ¿Qué será a los 10.000 grados? [...] Pues bien, a través de la explosión atómica producto de la masa crítica se pueden alcanzar millones de grados de calor…", escribió en una columna del 11 de octubre llamada "Las armas nucleares y la superviviencia del Homo Sapiens".

Durante su visita a Cuba, Robock hizo una presentación en PowerPoint televisada sobre los efectos a largo plazo de las explosiones nucleares, con Castro sentado al frente del auditorio. Robock dijo que bastaría un puñado de detonaciones para causar daños irreparables; que partes de la Tierra se cubrirían de humo, las cosechas quedarían destruidas y las temperaturas bajarían.

Castro, vestido informalmente con un equipo deportivo Adidas, tomó notas pero no hizo muchas preguntas.

"Él es más de los que hablan", dice el profesor. A su vez, Castro describió a Robock en su columna como "un científico modesto que gusta de reconocer los méritos de sus compañeros más que los suyos propios".

Robock se pasó el resto del viaje acompañado por un grupo que incluía a Fidel Castro Díaz-Balart, un físico nuclear más conocido en la isla como "Fidelito" o "Pequeño Fidel". Los integrantes del grupo visitaron el legendario cabaret Tropicana, según el profesor.

En su último día en la isla, Robock se encontraba en el aeropuerto esperando su vuelo a casa cuando uno de los cubanos recibió una llamada. Era Fidel Castro.

"El comandante quiere saber más sobre tormentas de polvo en Marte. ¿Se lo puede explicar?", le dijeron a Robock.

Los climatólogos usan las violentas tormentas de polvo que cubren Marte de un manto rojo como modelo para mostrar cómo podría quedar la Tierra tras una explosión nuclear, algo que había provocado la curiosidad de Castro durante la presentación de Robock.

El dictador jubilado tenía otra petición para Robock: ¿Cúal es el número máximo de palabras que permite The New York Times en sus columnas de opinión?". Robock no lo sabía, pero le dijo a Castro que probablemente lo podría averiguar.

El comandante escribió un ensayo, basado en gran parte en una de las columnas de Granma, según Robock, quien trabajó en un borrador.

El artículo no ha sido publicado. Un portavoz del diario neoyorquino declinó hacer comentarios, diciendo: "Mejor que se lo pregunten al autor".

Artículo publicado en el Opinion Journal del WSJ