En defensa del neoliberalismo

La obsesión igualitaria
Adolfo Rivero Caro

Una revolución cultural necesaria tendría que acometer el problema de la obsesión igualitaria, fuente de graves problemas dentro de la sociedad americana. Sus orígenes no son difíciles de detectar. Paradójicamente, el más libre e igualitario de los países, el que abrió sus puertas a millones de inmigrantes pobres de todo el mundo, adoleció de una persistente discriminación racial. La historia del fenómeno es larga y complicada. Por una razón u otra, algunos acusan a los republicanos de racistas. Es absurdo. Quisiera recordar que Abraham Lincoln era republicano y que sus feroces opositores en el Sur eran demócratas. Fueron esos demócratas los que organizaron el Ku Klux Klan e impusieron una serie de leyes discriminatorias que no existían anteriormente.

En el apogeo de la guerra fría, los republicanos defendían nuestra sociedad contra las críticas de la izquierda. La crítica del racismo, sin embargo, era justa y totalmente justificada. Mientras los demócratas levantaban esa bandera, los republicannos reaccionaron confusa y débilmente. El resultado fue que los demócratas, con toda razón, se llevaron el agradecimiento de los negros americanos, independientemente de que sólo quieran mantenerlos como una minoría sufrida, eternamente pobre y dependiente del gobierno.

La izquierda ha aprovechado el caso de la discriminación racial, resuelto hace cincuenta años, para insistir en que la sociedad americana es fundamentalmente injusta, porque todos sus miembros no son iguales. Esta es una afirmación profundamente falsa. Esta obsesión igualitaria ha tenido y tiene consecuencias muy negativas. Ninguna diferencia más evidente que la que existe entre hombres y mujeres. Increíblemente, sin embargo, los igualitaristas insisten en que no es relevante. Esto es absurdo. No hay mujeres bomberos porque un bombero puede tener que subir o bajar escaleras cargando a una persona y casi ninguna mujer puede hacerlo. Se sigue insistiendo, sin embargo, en incoporar a mujeres a funciones militares en las que históricamente nunca han prticipado y que sólo consiguen rebajar los estándares y crear toda una serie de problemas anteriormente inexistentes. ¿Discriminación? Por favor. ¿Puede una mujer ser presidente de Estados Unidos y, por consiguiente, jefe supremo de las fuerzas armadas? Por supuesto que sí. ¿Acaso no está el ejemplo de Margaret Thatcher? Ahora bien, ¿puede una mujer ser un navy seal? Por supuesto que no, o sólo al precio de rebajar drásticamente sus exigencias físicas. (El caso de la Thatcher, por cierto, muestra que el movimiento feminista, que la odiaba intensamente, tiene muy poco que ver con los intereses de las mujeres y todo que ver con una crítica disolvente de la sociedad americana).

Todos somos diferentes y nada más justo y natural que aceptar esas diferencias. Lo forzado, artificial e intelectualmente deshonesto es insistir en que esas diferencias no existen. La prensa liberal afirma que la diferencia de resultados es prueba de que existe discriminación. Es una posición falsa y manipuladora. ¿Acaso el número desproporcionamente alto de judíos exitosos en carreras de ciencias significa que se discrimina contra los angolosajones? Un jugador profesional de básquetbol gana más en un año que lo que un médico o un ingeniero puede ganar en toda su vida. En su gran mayoría, son negros, ¿será entonces porque se discrimina a los blancos? No hay bolivianos ni ecuatorianos en los grandes conjuntos musicales ni cubanos en los equipos de fútbol. ¿Será porque los discriminan? Por favor.

En Malasia, Vietnam, Indonesia, Tailandia o las Filipinas la minoría china --alrededor del 5 por ciento de la población en el sureste de Asia-- es dueña de la mayoría de las inversiones en la industrias claves. Los inmigrantes japoneses en EEUU encontraron una creciente discriminación que culminó en su masivo internamiento durante la II Guerra Mundial. Sin embargo, ya en los años 70 las familias niponamericanas estaban ganando casi un tercio más que la familia americana promedio. Los chinos han estado despropocionadamente representados en matemáticas, ciencias y tecnología. Los alemanes sobresalen en ciencia, tecnología y las fuerzas armadas. Los ejemplos pudieran multiplicarse indefinidamente.

Las diferencias de resultados tienen muchas causas. Darles ventajas artificiales a las minorías (la llamada "acción afirmativa'') para tratar de conseguir igualdad de resultados ha tenido efectos contraproducentes en todo el mundo. El término, por cierto, fue utilizado por primera vez en un contexto de discriminación racial por el presidente John K. Kennedy en la orden ejecutiva 10,925 de 1961, que decía que los contratistas federales debían "tomar acción afirmativa para garantizar que los solicitantes fueran contratados y que los empleados fueran tratados durante su empleo sin consideración a su raza, creencia, color u origen nacional''. Nunca fue cuestión de dar preferencias artificiales, sino todo lo contrario. Tenemos que rechazar la obsesión igualitaria.

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