En defensa del neoliberalismo

 

La gran oportunidad

 

Adolfo Rivero Caro

Pocas veces un nuevo año ha empezado de manera más alarmante. Un revolucionario profesional tomó el mando del país más importante de América Latina. Hugo Chávez, en un momento de extraordinaria tensión en Venezuela, no vaciló en abandonar el país para participar en la jubilosa celebración. No era para menos. El primer almuerzo del nuevo mandatario fue, justamente, con Chávez, objeto del repudio político más colérico y multitudinario que haya visto nuestro continente en mucho tiempo. Y la cena de ese día histórico, un suculento churrasco, fue con Fidel Castro, mentor del nuevo presidente y su cofundador de la nueva internacional terrorista, el Foro de Sao Paulo. Todo simbólico, sin duda, pero en política exterior los símbolos tienen una función muy precisa: enviar un mensaje. Y el mensaje que Lula estaba enviando a toda la izquierda mundial era muy claro: no se dejen desconcertar por mi discurso centrista, yo no he cambiado, mis amigos son los mismos y mis enemigos también.

Uno no puede sino sentirse consternado ante la reacción del gobierno americano. Bush, muy acertadamente, se había entrevistado con Lula en Washington tratando de establecer una relación personal. A su toma de posesión, sin embargo, mandó a un funcionario de tercera categoría, ofendiéndolo sin necesidad y desperdiciando una oportunidad para opacar a Castro y a Chávez. Esa cena y ese almuerzo hubieran sido mucho más difíciles con Colin Powell en Brasilia.

Lo más lamentable, sin embargo, es la forma en que se está manejando la situación venezolana. En una estupenda entrevista de Oscar Haza por la WQBA 1140 el pasado martes Rafael Poleo, brillante periodista y ex senador venezolano, explicaba que, contra todas las apariencias, Chávez es profundamente impopular en el ejército venezolano. En realidad, sólo cuenta con el apoyo de media docena de generales corruptos. El embajador americano en Caracas, sin embargo, amigo de las fuerzas democráticas venezolanas y consciente de que Chávez es un enemigo de Estados Unidos, se muestra nervioso y preocupado ante la posibilidad de su caída debido a la consiguiente inestabilidad en vísperas de la guerra con Irak.

¿Cómo explicar esto? El pasado lunes, The New York Times publicó un desusado artículo sobre el espionaje cubano en Estados Unidos. Revelaba, una vez más, que las evaluaciones de inteligencia sobre Cuba a los más altos niveles del gobierno americano han estado profundamente influidas por la inteligencia cubana. Una víctima de ese trabajo ha sido Fulton T. Armstrong, funcionario de la Agencia Central de Inteligencia a cargo de América Latina que ahora trabaja para el Consejo de Inteligencia Nacional, un organismo asesor del director de la CIA. Armstrong menosprecia la importancia de Cuba como amenaza militar, su programa de armas bacteriológicas y su inclusión entre los países patrocinadores del terrorismo. Es decir, ha estado de acuerdo, al pie de la letra, con las evaluaciones de Ana Belén Montes, la espía cubana. Durante muchos años, funcionarios americanos de los más altos niveles han estado razonando sobre la base de la información que les estaban dando los centros de inteligencia de Fidel Castro. Ahora bien, esto no sólo afecta a Cuba, sino también a la evaluación de toda América Latina.

Era de esperar que la comunidad de inteligencia se sintiera alarmada y revalorizara todas las evaluaciones cuyas fuentes habían sido manipuladas por enemigos jurados de Estados Unidos. Increíblemente, no ha sido así. Se imaginan concentrados en el Medio Oriente pero ignoran los vínculos que Fidel Castro viene cultivando con el Medio Oriente desde hace más de 40 años. Después de todo, Castro ya había organizado una Tricontinental en 1966.

Los demócratas latinoamericanos nunca hemos contado con mejores amigos que los que tenemos actualmente en el gobierno de Estados Unidos. Son representantes del partido que encabezó la lucha anticomunista en la guerra fría y logró culminarla con un éxito histórico universal. En el apasionamiento de críticas muy justificadas, no podemos perder de vista que su objetivo debe ser fortalecer al gobierno, ayudándolo a rectificar posiciones, y no fortalecer a sus opositores que son nuestros peores enemigos. Nunca podemos perder de vista que en Estados Unidos, como en todo el mundo occidental, existe una poderosa quintacolumna anticapitalista y antioccidental con enorme influencia en las universidades y medios masivos de comunicación.

El gobierno americano ha decidido que, en la actualidad, el enemigo fundamental es Saddam Hussein y provocaciones tan brutales como la de Corea del Norte no lo han hecho cambiar de opinión. Esto es sensato y razonable. Ahora bien, ignorar los enormes problemas que plantea América Latina porque éstos no constituyan la máxima prioridad sólo puede explicarse por anemia intelectual o penetración de la inteligencia enemiga.

Obviamente, la desaparición de Saddam Hussein sería un duro golpe para Fidel Castro, para Chávez (si todavía estuviera en la presidencia) y para Lula. Pero Shapiro, el embajador americano en Caracas, debía comprender que la caída de Chávez también sería una ayuda para Estados Unidos en la guerra con Irak porque reforzaría su frágil retaguardia latinoamericana. Los venezolanos necesitan una clara y firme solidaridad de Estados Unidos. Por supuesto que el Partido Demócrata y sus colegas de la izquierda mundial la criticarían ásperamente. Pero el pueblo venezolano, que está librando una batalla heroica y desesperada, la iba a agradecer eternamente. Y los demás pueblos de América Latina también la iban a ver con simpatía. Después de todo, los obreros brasileños del petróleo se han negado a servir de esquiroles de los venezolanos. Esta es una lucha popular y una oportunidad única. ¡Hay millones de personas en las calles manifestando en contra de Chávez y de Fidel Castro! ¡Millones de personas ansiosas de contar con la solidaridad de Estados Unidos! Eso no se había visto nunca en nuestro continente. Es la gran oportunidad de Estados Unidos. El Departamento de Estado tiene que decir que está en contra de los golpes de estado, que apoya la legitimidad democrática y que, precisamente por eso, Chávez debe renunciar inmediatamente y convocar elecciones adelantadas. Un enemigo de Estados Unidos no puede ser garante de su abastecimiento petrolero. Pero, sobre todo, es hora de hacer cambios en la inteligencia norteamericana.