En defensa del neoliberalismo

 

 

 

La paradoja Varela

 

El Proyecto Varela ha cambiado radicalmente la situación política cubana. Es asombroso ver cómo un puñado de activistas puede poner contra la pared a una dictadura totalitaria. Castro se ha sentido obligado a paralizar el país y montar una enorme farsa de supuesto apoyo para tratar de ocultar su impopularidad. Impopularidad, hay que subrayarlo, que el Proyecto Varela ha hecho evidente. Castro sabe que pierde cualquier votación secreta y que, aunque falsificara los resultados, siempre habría un considerable grupo de funcionarios que iba a saber la verdad. De ahí su violento rechazo al plebiscito y su substitución por una votación vigilada por los organismos represivos. Si el voto es secreto en las democracias, ¿qué valor puede tener el voto público en una dictadura? De aquí el universal repudio (¡''liberales'' americanos incluidos!) a la última farsa castrista.

 

Algunos amigos temían que el Proyecto Varela fuera a legitimar la constitución socialista y, por consiguiente, al régimen. Para su sorpresa, la esencial arbitrariedad del régimen le hacía imposible respetar su propia constitución. Hayek, por cierto, lo había explicado en El camino de la servidumbre. No sólo eso. El Proyecto Varela les ha quitado a los liberales americanos el argumento de que el levantamiento del embargo produciría una relajación de la dictadura. ¿Cómo va a ser posible cuando el régimen acaba de afirmar la imposibilidad legal de cualquier cambio futuro? El mismo Elizardo Sánchez, uno de los fundadores de la disidencia cubana, ha reconocido haberse equivocado al creer en la posibilidad de un cambio negociado. Paradójicamente, el Proyecto Varela ha sido la mayor ayuda que hayan recibido nunca los partidarios de una solución radical. Se ha hecho un desesperado esfuerzo para buscar una solución pacífica del problema cubano. Oswaldo Payá es, sin duda, un auténtico premio Nobel de la paz.

Con todo, Castro se mantiene en el poder.

 

¿Significa esto entonces que va a desatar otra feroz represión contra la disidencia y que nada ha cambiado? No veo por qué. No es cierto que el Proyecto Varela haya terminado. Eso es lo que Castro quiere hacer parecer. Pero el Proyecto Varela no es una iniciativa de Fidel Castro, sino de Oswaldo Payá y de la disidencia cubana y, por consiguiente, ellos son los únicos que pueden decidir sobre el mismo. Que yo sepa, ellos siguen buscando firmas. Ahora el mundo entero conoce el Proyecto Varela. Supongamos que, pese a toda la coerción oficial, la disidencia consiguiera 50,000 o 100,000 firmas más a favor de un plebiscito. ¿Acaso no aumentaría todavía más la presión sobre la dictadura? El régimen nunca ha sido más débil. Su única esperanza está en los dólares que nosotros mismos vamos a mandar a Cuba. Y, por otra parte, hay que considerar la nueva situación internacional.

 

El presidente Bush, en efecto, está buscando una radical transformación en la política exterior de Estados Unidos. En el medio Oriente, por ejemplo, se mantiene desde hace medio siglo un cierto status quo caracterizado por un permanente estado de guerra, más o menos activo, entre Israel y sus vecinos árabes. Es conveniente recordar que las guerras libradas desde la fundación misma de Israel no han tenido nada que ver con ninguna presunta ''nación'' palestina (cuya existencia nadie conocía), sino con la existencia del estado judío. Es por eso que Bush está tratando de invertir ese paradigma. No hay que resolver primero el conflicto entre Israel y los palestinos, sino al revés: primero hay que cambiar el entorno en que se desarrolla el conflicto entre Israel y los palestinos. Yasser Arafat está demasiado comprometido con la aniquilación del estado de Israel. Hay muchos palestinos que quieren un estado independiente mediante una solución negociada. Pero la fracción que aspira a la desaparición de Israel siempre va a mantener su hegemonía mientras cuente con el multimillonario apoyo logístico de Irak, Irán y Siria. Por consiguiente, la solución del conflicto árabe-israelí pasa por la eliminación de las dictaduras de Irak e Irán. Esto representa un cambio radical en la política norteamericana.

Este cambio de perspectiva puede tener una gran importancia al enfocar la situación de América Latina. Buena parte de Colombia está bajo el control de los subversivos. La red terrorista tiene una dimensión continental cuyo frente legal es el llamado Foro Social. En realidad, no hay forma de acabar con la subversión colombiana y sus ramificaciones continentales mientras puedan contar con una vasta red de apoyo internacional. Y el centro organizador de esta red de subversión está en Cuba.

 

Es cierto que Castro no tiene los recursos materiales de Irak o Irán, pero tiene relaciones internacionales cultivadas desde hace casi medio siglo. Y esto no es historia antigua: la embajada cubana en Caracas fue el centro de la resistencia chavista cuando la crisis de abril. Castro ha sido el gran reorganizador de las fuerzas revolucionarias en el Foro de Sao Paulo, junto con Lula, tras la catástrofe de la Unión Soviética y el campo socialista. Lo consecuente con la nueva visión del presidente Bush, por consiguiente, es que la solución del problema subversivo de América Latina pase por la eliminación de Cuba como su centro neurálgico. Esto, por supuesto, todavía es teórico. Su ejecución práctica confronta grandes dificultades. Pero la posibilidad está sobre la mesa. Producto, paradójicamente, de una iniciativa tan pacífica y generosa como el Proyecto Varela.