En defensa del neoliberalismo
 

Un audaz avance hacia el pasado

 

ADOLFO RIVERO CARO

El intento del gobernador Jeb Bush por desmantelar, brutal y apresuradamente, los programas de acción afirmativa es un verdadero crimen. Creo que se merece una inyección letal. ¿Qué sería de la Florida, de Estados Unidos y del mundo sin la acción afirmativa? Hay quienes consideran que la igualdad de los hombres ante la ley es la conquista más importante de los últimos mil años. Nada de eso. En todo caso, sería el error más grave del milenio. La culpa la tuvieron los ingleses, buscándole problemas al rey con la carta magna.

La acción afirmativa es un valiente esfuerzo por corregir ese error y avanzar audazmente hacia la edad media. Tenemos que volver a las armaduras y los arcabuces, cuando lo importante no era el individuo sino el estrato social al que se pertenecía. En aquella época, a nadie se le hubiera ocurrido tratar igual a nobles y plebeyos.

A mí, en realidad, lo que me molesta no es la acción afirmativa sino lo limitado de su carácter. Porque, la injusticia no sólo afecta a los negros americanos. Nos afecta a todos. El fútbol, por ejemplo, es el deporte más popular del mundo. Pero ni el Real Madrid ni el Atlético de Bilbao ni el Boca Junior de Argentina contratan futbolistas cubanos. ¿Por qué? La respuesta es obvia. Nos tienen odio. Nos discriminan.

Bien vistas las cosas, la discriminación es un fenómeno sorprendentemente universal. Los chinos y los indios son casi la mitad de la población del planeta. Y, sin embargo, Emilio Estefan no contrata músicos chinos ni indios. Ni de Paquistán ni de Afganistán ni de Mongolia. Por no hablar de su grosera discriminación contra los bongoseros bolivianos, los timbaleros chilenos y los treseros suecos. En cualquier momento le están poniendo una demanda.

Por cierto, argentinos y uruguayos, peruanos y brasileños se quejan amargamente porque nunca los contratan para jugar pelota en las grandes ligas. Y fíjense como nunca se menciona ningún puertorriqueño ni ningún dominicano en las antologías del tango. Esto no puede seguir así. Uno sufre esas injusticias en silencio, hasta un día.

Y, díganme una cosa, ¿hasta cuándo la mayoría de las mujeres va a tener que soportar que unas cuantas bellezas las humillen? ¿Por qué mi amiga Gisela Bombín no puede ser presentadora de televisión como Marian de la Fuente? ¿Porque es bizca y un poquito tartamuda? Ella, al menos, es real. Porque todo el mundo sabe que Marian de la Fuente no existe, y que es una creación de la tecnología digital. No, a Gloria Bombín la discriminan. Y es precisamente por eso que hace falta extender la acción afirmativa. Tiene que haber una cuota para las bizcas. Las feministas tienen mucha razón en oponerse a los concursos de belleza. Después de todo, ninguna ha podido participar nunca. Y, si ustedes conocen alguna, no tendrán dudas por qué. Las discriminan.

El principio está claro, lo que hay que precisar es la cuota de feas que tiene que aparecer en Playboy y la de gordos a competir en los 100 metros planos. La falta de flacos entre los levantadores de pesas y de calvos en los anuncios de champú lo podemos discutir después. Lo importante es empezar a nivelar el terreno de juego (to level the playing field).

No puedo revelar los detalles, pero un abogado angloamericano que trabaja en Coral Gables me dijo estar preparando una demanda por discriminación racial contra la Asociación Nacional del Baloncesto (NBA). Porque, si los negros sólo representan el 13 por ciento de la población, ¿por qué tienen prácticamente monopolizado ese deporte de sueldos fabulosos? Y no es el único, por cierto. La respuesta esta clara. Porque discriminan a los blancos.

Y habrá que llegar a rectificar las diferencias individuales. Los Chicago Bulls estuvieron acomplejando a los demás equipos de la NBA porque no se tomaron medidas de acción afirmativa con Michael Jordan. Este tenía que haber jugado con los ojos vendados, tenis de plomo y una mano amarrada en la espalda. (Aunque lo más seguro hubiera sido tenerlo encerrado en un sótano con una camisa de fuerza puesta.) Para nivelar el terreno de juego.

Año tras año, tenemos que soportar que norteamericanos, europeos y asiáticos se repartan los premios Nobel de física, química y matemáticas. Pero si alguien se merece esos premios son los cubanos. Después de todo, los físicos creyeron que dos cuerpos no podían ocupar el mismo espacio hasta que los cubanos no inventaron un transporte conocido como el ``camello'', los químicos no supieron que la carne era un vegetal hasta el bisté de cáscara de plátano y los matemáticos tuvieron que esperar hasta la paridad del peso cubano con el dólar para comprender que 1 era igual a 50. Si estos descubrimientos no merecen un premio Nobel, que venga Dios y lo vea.

No podemos decir que no hemos progresado. Ya tenemos mujeres boxeadoras e infantas de marina (que no deben confundirse con las jóvenes que trabajaban en un famoso centro de entretenimiento habanero). Quién sabe lo que nos reserve el futuro. Pero no debemos permitir que ningún Jeb Bush se interponga en el camino. Martin Luther King lo dijo bien claro. El quería que los hombres fueran juzgados por el color de su piel y no por el contenido de su carácter. ¿O era al revés?