EL PLAN PARA TERMINAR LOS PLANES

50 aniversario de la Sociedad del Monte Peregrino: una organización poco conocida que ha tenido enorme influencia en el siglo XX.

Ralph Harris

En el epílogo de la II Guerra Mundial, cuando Friedrich Hayek reunió treinta y tantos académicos europeos y norteamericanos que pensaban como él en las faldas del Monte Peregrino, sobre el Lago de Ginebra, las perspectivas de la libertad, difícilmente pudieran haber sido más sombrías. Churchill había acuñado la frase "la Cortina de Hierro" para caracterizar la división de Europa, aparentemente permanente, entre Este y Oeste. Algunos de los alemanes participantes en este primera reunión de la Sociedad del Monte Peregrino habían confrontado dificultades para conseguir permisos de viaje a Suiza. En abril de 1947, todavía faltaba más de un año para la aparición del nuevo marco alemán y los cigarros aún servían como medio general de intercambio. Como amenazadora premonición del futuro, el nuevo clásico de Hayek "El Camino de la Servidumbre" (1944) había sido prohibido en toda Alemania, y no sólo en la zona soviética sino también en las otras tres partes bajo ocupación occidental.

Exactamente 50 anos después, unos 80 de los ahora 500 miembros de la Sociedad se volvieron a reunir en el Monte Peregrino, a pocos cientos de metros del pequeño hotel donde tuvo lugar el primera encuentro, para celebrar el aniversario y revisar el progreso realizado. El mundo se ha transformado en una dirección que hubiera regocijado a nuestros preocupados fundadores. Por consiguiente, es pertinente preguntarnos ¿en qué medida han avanzado los objetivos de la Sociedad hacia su cumplimiento? Un observador objetivo en la primera reunión de 1947 seguramente tendría que haberse sorprendido del sueño de Hayek y hasta reído de su pequeña banda de economistas, filósofos e historiadores reunidos en Suiza y apartados de las tristes realidades del resto de Europa. Después de todo, su objetivo era iniciar una cruzada intelectual destinada a revertir la poderosa corriente del colectivismo de la Segunda Guerra Mundial, representado por la gran mayoría laborista que había barrido a Churchill del poder en la Gran Bretaña, país que había sido la segunda patria de Hayek desde su salida de Viena en 1931.

Los expertos monetarios de la reunión de 1947 querían abrir el camino para salir del racionamiento, el control de los precios y el trueque gracias a una nueva moneda alemana, que sería brillantemente impuesta el año siguiente por Ludwig Erhard, un amigo de Hayek.

Pero el objetivo de Hayek era mucho más ambicioso. Era nada menos que reconstruir el marco indispensable para una sociedad libre: un gobierno limitado y bajo el imperio de la ley que garantizara los derechos de propiedad individual pero permitiera "la posibilidad de establecer estándares mínimos por medios que no fueran hostiles a la iniciativa y al funcionamiento del mercado". En síntesis, el objetivo de la guerra de Hayek era invertir la marea de colectivismo que, desde 1945, barría Europa con renovado vigor desde la Unión Soviética hasta Gran Bretaña, que ya estaba siendo convertida en una laboratorio socialista.

¿Era toda esta empresa, como podría alegar un cínico, un contradictorio proyecto de planificar el fin de la planificación? Y, de ser así, ¿cómo funcionó ese plan? La primera pregunta es más fácil de responder que la segunda. Hayek no se hubiera desconcertado por la observación de que estaba planificando terminar con la planificación. Como nunca se cansan de subrayar los economistas de mercado, no hay nada de malo en "planificar" el comportamiento cotidiano puesto que esto no significa sino tratar de actuar racionalmente con tanta previsión como pueda conseguir un individuo o un grupo. La planificación que éstos primeros miembros de la Sociedad del Monte Peregrino buscaba destronar era la los ambiciosos proyectos inventados por los políticos, y financiados por el dinero "público", y luego coercitivamente impuestos a un público inerme.

¿Cuál era la gran idea, el plan (privado) que Hayek le propuso a sus compañeros de complot en 1947? La esencia puede hallarse en uno de sus ensayos más importantes, publicado originalmente dos años después con el titulo de `Los Intelectuales y el Socialismo'. No pierde nada por hacerse eco de los últimos párrafos de La Teoría General, donde Keynes dice que el mundo está gobernado por las ideas de los economistas y los filósofos ("tanto cuando tienen la razón como cuando están equivocados"). Astutamente, Hayek amplía su red al incluir en su definición de intelectuales" no sólo a los académicos, periodistas, pastores, etc, sino también a los médicos, científicos y profesionales que "puesto que son expertos en sus especialidades son escuchados con respeto cuando hablan de otros temas en los que no son expertos".

Todos estos intelectuales son definidos por Hayek como "divulgadores profesionales de ideas de segunda mano" que se sienten atraídos al socialismo por la benevolencia de sus intenciones y la excitación que provocan sus aspiraciones utópicas. De aquí que para ganar en la guerra de las ideas, los anti-socialistas tuvieran que proyectar sus propias utopías liberales. Como dijo Hayek: "Tenemos que conseguir que la construcción de una sociedad libre se convierta de nuevo en una aventura intelectual y en una empresa que requiera coraje". El mensaje de esperanza para todos los socios del Monte Peregrino era éste: "Una vez que la parte más activa de la intelectualidad es convertida a determinadas ideas, éstas son generalmente aceptadas por el público de una manera casi automática e irresistible".

Este fue el plan que Hayek propuso con el establecimiento de la Sociedad del Monte Peregrino. Iba a ser una especie de academia mundial de profesores y estudiantes tan liberales como firmes. Una academia móvil y casi fantasmal. No tenía base ni personal permanente. En vez de eso, durante el siguiente medio siglo, un creciente número de miembros cuidadosamente seleccionados se reuniría en cónclaves privados, cada uno o dos años, en agradables lugares alrededor del mundo desde Cambridge, Berlín, París y Madrid hasta Princeton, Hong Kong, Sidney y Praga. El programa siempre tiene la misma temática: explorar, sin atender a lo que pudiera ser expeditivo o "políticamente factible", tanto los fundamentos filosóficos de la sociedad libre como el marco legal/institucional dentro del que la gente pueda disfrutar del máximo de libertad, paz y prosperidad. En cada reunión se presentan informes, para ser leídos y vigorosamente discutidos, sobre todos los desórdenes endémicos a las sociedades modernas, desde inflación, monopolio, proteccionismo, sindicalismo, cabildeo y "asistencia social" (welfare) estatal hasta el acumulativo crecimiento del gobierno, los impuestos, las regulaciones y todas las otras desventuras a las que está sujeta la "democracia mayoritaria".

Desde su primera reunión en 1947, la Sociedad ha evitado la publicidad. El reclutamiento y reeducación de nuevos "divulgadores de ideas de segunda mano" para difundir la visión de la sociedad libre, sería emprendido de manera espontánea (una palabra favorita de Hayek) por miembros individuales a través de sus conferencias y sus escritos o a través del surgimiento de los "think tanks" (organizaciones de análisis) que siguieron el ejemplo pionero del Instituto para Asuntos Económicos (IEA), establecido en 1957 por Antony Fisher, uno de la minoría de primeros empresarios miembros de la Sociedad.

Tal fue el plan para terminar con la planificación. Cincuenta años después, ¿en qué medida se pudiera decir que se ha cumplido? No hace falta perturbar la privacidad de la reunión del aniversario para señalar un cierto número de logros trascendentales. El colapso de la Unión Soviética y el surgimiento de Reagan y Thatcher como pioneros de las reformas de mercado en todo el mundo apenas merecen elaboración. Pero ¿puede la Sociedad del Monte Peregrino reclamar parte de este mérito? Los norteamericanos pueden ser los mejores jueces de la influencia de los muchos miembros de la Sociedad que estuvieron alrededor de Reagan. En Gran Bretaña, no tengo ninguna duda de que las decisivas reformas de los sindicatos, las industrias estatales, la política monetaria y muchas más se debieron, en gran medida, a los miembros del parlamento directamente instruidos en el análisis del mercado por las publicaciones del IEA conformadas por los principios de la Sociedad del Monte Peregrino. Pero el papel decisivo fue jugado por nuestros académicos y periodistas, que ayudaron a transformar el debilitado consenso colectivista en una actitud favorable al mercado. La última prueba del éxito de la Sociedad se vio en una reciente elección británica cuando el "Nuevo Laborismo" (New Labor) ganó una gran victoria mediante el simple expediente de renunciar expresamente al socialismo y de jactarse de que podía hacer funcionar "una dinámica economía de mercado" de mejor manera que los mismos fatigados Conservadores.

Una de los nuevos "historiadores contemporáneos" británicos ha dejado por escrito un tributo más amplio todavía a la Sociedad del Monte Peregrino. El Dr. Richard Cockett, autor de "Pensando lo Impensable", escribió, en ocasión del aniversario que sus reuniones se caracterizaban por "un riguroso debate sobre la economía lejos de un mundo que probablemente ahora le deba más a la Sociedad que a ninguna otra organización de intelectuales... Hayek y la Sociedad del Monte Peregrino son al siglo XX lo que Karl Marx y la Primera Internacional fueron al siglo XIX".

Esta notable declaración adquiere mucha credibilidad gracias a los éxitos conseguidos en la batalla de las ideas. En 1974, una temprana señal surgió de la Suecia neutral. Tomó la forma de un Premio Noble para Hayek, totalmente inesperado. Es cierto que la distinción estuvo compartida con un economista socialista sueco cuyo nombre he olvidado. Pero el siguiente premio, en 1976, fue otorgado exclusivamente a otro miembro fundador de la Sociedad del Monte Peregrino: Milton Friedman. Para 1997, otros cuatro miembros activos de la Sociedad habían recibido un reconocimiento similar: James Buchanan, George Stigler, Ronald Coase y Gary Becker.

Tengo que resistir la tentación de hacer citas de las animadas discusiones que caracterizaron la reunión del 50 aniversario. Pero puedo decir que el sobrio regocijo imperante no consiguió borrar la ansiedad sobre la persistencia de la hipertrofia gubernamental. Inclusive en Estados Unidos el gasto público prácticamente se ha duplicado desde los anos 50, yendo del 20 al 40 por ciento del ingreso nacional. Es cierto que la marea de la planificaron central ha sido echada atrás pero sólo para ser reemplazada por el frenético crecimiento de la asistencia social (welfare) colectivista. Este Estado del Bienestar no sólo ha fallado en resolver el problema de la pobreza sino que ha debilitado peligrosamente los tradicionales fundamentos morales del logro individual y la cooperación voluntaria. Para los europeos también está la sombra de la Unión Europea, un bloque centralizado fundido por regulaciones proteccionistas y que prefiere una moneda única inventada a la competencia hayekiana de monedas.

En la cena de clausura hicimos muchos brindis a los padres fundadores de la sociedad, de los que sólo Milton Friedman estaba presente. No tuvimos que reafirmar nuestro compromiso de seguir luchando por un gobierno limitado que libere a la democracia política, secuestrada por la multiplicación de los grupos de presión, que siguen socavando su legitimidad en comparación con la democracia del mercado. Pienso que el principal objetivo que nos resta es el de quitarle a la democracia (mal representativa) su inmerecido prestigio.