Por qué el petróleo aún tiene futuro
Por
Daniel Yergin
El 28 de agosto de 1859, en los bosques del noroeste de Pensilvania,
el primer pozo petrolero exitoso de Estados Unidos comenzó a bombear
crudo, dando inicio a una revolución energética que convertiría al
aceite de ballena en un producto obsoleto y que terminaría
transformando al mundo industrial. Sin embargo, 150 años después,
incluso a medida que la demanda en los países en desarrollo aumenta,
la posición del crudo en la economía global está siendo cuestionada
como nunca antes.
¿Por qué se da este debate sobre la fuente más importante de energía,
y una muy conveniente, que provee 40% del consumo total del planeta?
Existen preocupaciones tradicionales como la seguridad energética,
la diversificación, el riesgo político y el potencial de conflicto
entre los países por los recursos. Las grandes variaciones en los
flujos mundiales de ingresos generan ansiedad sobre el posible
impacto en el equilibrio global de poder. Algunos temen que el
suministro mundial se acabe, aunque un análisis de la base de
recursos anuales, incluyendo un estudio reciente de cerca de 800
yacimientos petroleros, muestra que quedan amplios recursos físicos
bajo tierra. El juego político que se libra en la superficie es otro
asunto.
Sin embargo, dos nuevos factores están alimentando el debate. Uno es
la forma en la que el petróleo ha asumido una segunda identidad. Ya
no es sólo una mercancía física, también se ha convertido en un
activo financiero, junto a las acciones, los bonos, las divisas y el
resto del portafolio financiero mundial. La volatilidad en el precio
que resulta de este cambio —en la que la cotización pasó de menos de
US$40 en 2004 a US$147,27 en julio de 2008, regresando a US$32,40 en
diciembre de 2008 y ahora de vuelta a más de US$70— tiene enormes
consecuencias y no sólo en las estaciones de gasolina o en la ira
del público. Hace que sea mucho más difícil planear inversiones en
energía, ya sea en petróleo y gasolina o en combustibles renovables
y alternativos. Además, puede tener un enorme impacto económico; las
automotrices de Detroit hicieron agua después de lo que sucedió con
los precios en 2007 y 2008 incluso antes de la crisis del crédito.
Tal volatilidad puede alimentar futuras recesiones e inflación.
Esa volatilidad se ha convertido en un tema político explosivo. El
primer ministro británico, Gordon Brown, y el presidente de Francia,
Nicolas Sarkozy, hace poco pidieron en estas páginas una solución
global para la "volatilidad destructiva", aunque agregaron que no
hay "soluciones sencillas".
El otro factor nuevo es el cambio climático. Sin importar cuál sea
el resultado de la próxima conferencia sobre el cambio climático de
las Naciones Unidas a celebrarse en diciembre en Copenhague, la
regulación del carbono ahora forma parte del futuro del petróleo.
¿Pero es posible hacer grandes recortes en el consumo mundial de
petróleo? Tanto el Departamento de Energía de EE.UU. como la Agencia
Internacional de Energía proyectan que el uso global de energía
incrementará en cerca de 50% entre 2006 y 2030, con el petróleo
suministrando 30% o más de la energía del planeta.
La razón radica en otro aspecto nuevo, la globalización de la
demanda. Los mercados en los que crece la demanda de crudo ya no
están en Norteamérica, Europa Occidental y Japón. EE.UU. ya tocó su
"cénit de demanda de gasolina".
El crecimiento de la demanda ahora ha pasado, de forma masiva, a los
mercados emergentes de rápido crecimiento: China, India y Medio
Oriente. Entre 2000 y 2007, 85% del crecimiento de la demanda
mundial de petróleo se encontraba en el mundo en desarrollo. Este
cambio ha proseguido: este año, se han vendido más autos nuevos en
China que en EE.UU. Cuando la recuperación económica tome fuerza, lo
que suceda en los países emergentes será el factor determinante en
el camino del consumo general.
Hay dos maneras obvias de bajarle las revoluciones al crecimiento de
la demanda: frenar el crecimiento económico o encontrar nuevas
tecnologías. La primera no es aceptable. Por lo tanto, la respuesta
debe recaer en la tecnología. El reto es encontrar alternativas al
petróleo que puedan ser económicamente competitivas, convenientes y
confiables, a la escala masiva que se necesita.
¿Cuáles serán esas alternativas? ¿Los autos eléctricos a batería o
recargables en la red eléctrica, que son los favoritos del momento?
¿Los biocombustibles avanzados? ¿Vehículos a gas natural? ¿La red
inteligente que puede integrar adiciones con una generación
eléctrica más verde? ¿O los avances en el motor de combustión
interna, que incrementan la eficiencia de combustible en dos o tres
veces el nivel actual?
La verdad es que no sabemos y no sabremos por mucho tiempo. Por
ahora, sin embargo, está claro que los niveles mucho más altos de
apoyo a la innovación, y los grandes incentivos y subsidios del
gobierno, inevitablemente impulsarán el cambio tecnológico.
Para el petróleo, el enfoque está en el transporte. Después de todo,
sólo un 2% de la electricidad estadounidense es generado por
petróleo. Hasta hace poco, parecía que la carrera entre el auto
eléctrico y el auto a gasolina se había decidido hace un siglo, con
una victoria decisiva para el auto a gasolina en base a su costo y
desempeño. Pero la carrera se ha reanudado.
No obstante, sin importar cuáles sean los avances, el impacto real
en el uso de combustible en los próximos 20 años será al alza debido
al tiempo que toma organizar e implementar una producción a escala
masiva y el gran tamaño de la industria automotriz global. Mi firma,
IHS CERA, proyecta que con volúmenes de ventas agresivos y sin
grandes obstáculos en el camino (algo inusual para las nuevas
tecnologías), los autos híbridos y eléctricos puros constituirían un
25% de las ventas de autos nuevos para 2030. Pero debido a la lenta
renovación de la flota automotriz, el consumo de gasolina sólo se
reduciría modestamente por debajo de lo que sería. Después, por
supuesto, el impacto crecería quizás sustancialmente.
Sin embrago, en EE.UU., al menos durante las próximas dos décadas,
una mayor eficiencia del motor de combustión interna, los diesel
avanzados y los híbridos tradicionales, combinados con
biocombustibles de segunda generación y materiales nuevos más
ligeros, tendrán un impacto más inmediato. No obstante, hay una
posibilidad global. Si los vehículos eléctricos pequeños y de bajo
costo se vuelven muy populares en los mercados en crecimiento de
Asia, muy probablemente ayudaría a reducir la curva global de
crecimiento de la demanda futura de crudo.
En cuanto a los próximos 150 años de petróleo, difícilmente podemos
comenzar a suponer lo que sucederá. Al menos por los próximos 20
años, la saga económica de los mercados emergentes continuará
haciendo al crudo un negocio de crecimiento global.
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Yergin, presidente de IHS CERA, es el autor de "The Prize: the Epic
Quest for Oil, Money, and Power" (Free Press).
Su artículo sobre el futuro del petróleo aparece en el número más
reciente de la revista Foreign Policy.
Septiembre, 2009 |