En defensa del neoliberalismo
 

Vigencia de Pepe el policía

 

Adolfo Rivero


Como en los laberintos de espejos, el pueblo americano está confundido ante las múltiples imágenes con que lo engaña la prensa liberal. Nuestros adversarios nos describen como opuestos a los derechos paternos, como poco respetuosos de la ley y, al calor de varios desafortunados incidentes, como adversarios de la policía y las autoridades. Esas imágenes no sólo son falsas sino que representan una total inversión de la realidad.

Al decir que subordinamos los valores familiares a la ``política'', los liberales rebajan la importancia de la lucha contra el comunismo al nivel de cualquier oposición dentro de una democracia. Pero, ¿tan poca relevancia tiene el anticomunismo? ¿Tan despolitizados están los liberales americanos?

No lo crean. Simplemente son otros los temas que los apasionan y movilizan. ¿Quién ha visto, por ejemplo, que los liberales americanos sean tolerantes con los antiguos oficiales de la Gestapo? ¿O con racistas militantes, como David Duke, o con los miembros del Ku Klux Klan? ¿O con los que defienden los simples certificados escolares (vouchers) o se oponen a la acción afirmativa? Son tolerantes con los comunistas. Pero son capaces de perseguir, con una saña verdaderamente ridícula, hasta a simples fumadores.

Todos tenemos prioridades. Para nosotros, nada más importante que la libertad y la lucha contra el comunismo. Para los liberales, es la lucha contra el cigarro. Si durante la guerra fría, y en aras de la lucha contra el comunismo, Estados Unidos se aliaba con un gobierno corrompido o autoritario, ellos lo criticaban ferozmente. Sin embargo, cuando EU se alió con la Unión Soviética para luchar contra Hitler, lo aplaudieron con delirante entusiasmo.

Los liberales consideran al fascismo como un mal absoluto. El comunismo, sin embargo, es considerado como la infortunada desviación de una tendencia esencialmente justa. (Alain Besancon ha dedicado a este tema un formidable ensayo, Comunismo olvidado, que puede leerse en español en www.neoliberalismo.com.)

En la cuestión de la policía, permítanme recordar algo. ¿Quiénes son los que todos los días están diciendo que la policía se comporta brutalmente cuando reprime a cualquier delicuente de profusos antecedentes penales? ¿Acaso no es la prensa liberal la que insiste en que cuando la policía reprime a delincuentes negros, no lo hace porque sean delincuentes sino porque son negros? ¿Y ahora somos nosotros los adversarios de la policía?

No fueron los conservadores ni los cubanos, sino los liberales americanos, los que, en los años 60 y 70, les decían ``puercos'' (pigs) a los policías. Siempre los han detestado, al igual que al FBI, a la CIA y todas las fuerzas armadas. Y los detestan porque son guardianes del status quo y cancerberos del execrable sistema capitalista. Fueron los liberales americanos los que recibieron con odio y hostilidad a los héroes que regresaban de luchar contra el comunismo en Vietnam. Y han cambiado muy poco. Basta con observar críticamente la cobertura del trágico aniversario de la derrota norteamericana.

No. Los conservadores americanos, y nuestra comunidad, nunca han tenido ese tipo de hostilidad profundamente ideológica con la policía y las fuerzas armadas en general. Todo lo contrario. Siempre los hemos defendido porque vemos en ellos un baluarte de la democracia. Nuestras relaciones con la policía de Miami, en particular, han sido tradicionalmente buenas. De no ser así, no sería posible una caricatura tan popular como ese genial Pepe el Policía de Varela.

Eso no significa, por supuesto, que no puedan producirse aislados actos de brutalidad. No veo justificación para esa agresividad contra manifestantes obviamente pacíficos. Es censurable, sin duda, y los afectados hicieron muy bien en protestar con toda energía. Ahora bien, dicho esto, que se hagan las amonestaciones pertinentes (no creo que haga falta más.) Y punto. Ni la policía de Miami ni la de ningún otro lugar de Estados Unidos tiene ninguna razón de hostilidad con una comunidad tan amable y respetuosa de la ley como la nuestra. Ni nosotros tenemos por qué retirarle nuestra simpatía a los que nos protegen, a riesgo de sus vidas, contra la barbarie. Ningún error aislado puede justificarlo.

El público americano se siente ofendido por la reacción de nuestra comunidad ante el asalto a la casa de los González. Y, sin embargo, es justo calificar ese asalto de fascista. Los grupos fascistas, como las brigadas de acción rápida castristas, no atacan a delincuentes ni terroristas sino a civiles desarmados, simples opositores políticos. Justamente lo que había en la casa de los González. (Ahora sabemos que fue Fidel Castro el que convenció a Clinton de que Lázaro tenía un arsenal en la casa.) Pero, hay que insistir una vez más, la responsabilidad no es del SWAT team asaltante. Ellos defienden su operativo porque tienen confianza en la dirección política del país --que fue la que lo justificó y lo ordenó. La realidad es que Clinton engañó a esos policías, como engañó a los González.

Nuestro antagonismo tiene que estar dirigido contra los verdaderos culpables: el gobierno Clinton--Gore. Hay que repetirlo porque nuestros enemigos nos quieren crear confrontaciones artificiales. Y no podemos darles ese gusto. Aquí, los patriotas y los nacionalistas somos nosotros. Y los que seguimos queriendo, igual que siempre, a Pepe el Policía.