En defensa del neoliberalismo

 

Factores de poder

 

Patricia Poleo

¿Qué pasó? ¿Por qué la rebelión popular parece disuelta en agua de borrajas? La pregunta en los labios de todos es de tan difícil respuesta, que muchos llegan a pensar que Carmona fue instrumento de un auto-golpe en el cual Chávez busca consolidarse. Esta fantasía pudiera parecer sorprendente, pero la realidad es más sorprendente aún. Estamos frente a uno de los capítulos más disparatados en la historia de nuestro país. Uno de esos sucesos en los cuales la realidad supera a la imaginación.

Para nadie era un secreto que en los últimos meses en el país se vivía en inaguantable clima de tensión. Se buscaban salidas a un régimen conflictivo que en opinión de expertos estaba arruinando al país. Un millón de desempleados nuevos, endeudamiento galopante con óptimos precios petroleros, alza inmoderada el costo de la vida.

No había conspiración, pues los cuestionamientos se hicieron de manera abierta. En las últimas semanas todo el mundo hablaba de cuál era la mejor manera de salir de Chávez.

Cada día las reuniones entre los distintos sectores de la oposición eran más frecuentes. Los más concurridos fueron monitoreados por la Disip y de ellas hablaba en forma indirecta el presidente Chávez en sus cadenas. El cír**** se fue estrechando y las reuniones decisivas se realizaron entre Carlos Ortega (CTV), Pedro Carmona Estanga (Fedecámaras) y militares que, utilizando la brecha de los militares que se habían pronunciado por Chávez, a su vez se habían manifestado contra el régimen.

La idea del golpe fue desechada desde el primer momento. Se hablaba de "hacer entrar a Chávez en razón" y obligarlo a renunciar. Pero la sociedad civil debía hacer dos cosas. La primera demostrar que había consenso entre los diferentes sectores, y la segunda, probar que la opinión de la mayoría era que Hugo Chávez dejara la presidencia. De esta manera se ejercería el derecho a la rebelión popular establecido en el artí**** 350 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

El acto en La Esmeralda, donde todos los sectores presentaron su proposición, mostró que sí había consenso entre todos los sectores civiles de la sociedad venezolana. Después vino la discusión para garantizar la Huelga General tras la cual se pediría la renuncia del Presidente Chávez.

Para la huelga general, Carlos Ortega, era la pieza fundamental. Desde el 10 de diciembre del 2001, cuando se realizó el paro nacional de 24 horas, el líder de la CTV, recibía presiones de todo tipo para llamar a la huelga general, pero Ortega alegó que las condiciones no estaban dadas, pues había que llenar algunos requisitos en cuanto a los lapsos de conflictos laborales.

Un joven de 32 años, Isaac Pérez R, acaudalado heredero de Isaac Pérez Alfonso, interviene aquí como vocero de enlace de los militares que se querían alzar. Fue él quien financió la mayoría de los manifiestos y quien cancelaba los honorarios de los abogados defensores de los militares declarantes. Tenía un grupo de estos militares bajo su control, además de subordinar al presidente de Fedecámaras, Pedro Carmona Estanga, su empleado en Venoco, la empresa petrolera donde los Pérez R. son accionistas determinantes.

A esta dupleta militares-empresarios le faltaba el componente laboral, por lo que buscaron la vía para llegarle a Ortega. Concertaron varias reuniones e instaron a Ortega a ejecutar la Huelga General para darle paso al apoyo de militares. El presidente de la CTV siempre se mantuvo reacio. En privado expresaba que querían usarlo para un acto irresponsable, inconstitucional, que daría paso a una dictadura de derecha.

En todas las reuniones se habló de que la junta que debía asumir la transición debería contar con el componente empresarial, el laboral y el militar. Ortega se portó como el defensor de todos los partidos políticos, incluyendo al MVR, que ante una eventual caída de Chávez debían formar parte de un consejo consultivo, en el que debería tomarse en cuenta a la sociedad civil, la iglesia, los medios de comunicación y las ONG.

En una de las últimas reuniones, en casa de Pérez Recao que se sostuvieron antes de la huelga general, Pedro Carmona dictó una cátedra sobre las responsabilidades que todos tenían con el país. Preocupado porque no se cometieran ilegalidades, Carlos Ortega expuso sus puntos y el de sus trabajadores, insistiendo en el respeto a la Constitución, y acordaron reunirse de emergencia en un máximo de dos días para presentar las listas de las personas civiles, que llevarían la transición después de la renuncia de Hugo Chávez.

El enfoque de Isaac Pérez nunca fue de total agrado de Carlos Ortega, quien dejó esto claro, en esa reunión, cuando se dirigió al joven para decirle: "Tú me vas a disculpar, esta es tu casa y si quieres me puedes botar de aquí después de lo que te voy a decir, pero yo tengo mucho que aclarar. Tu interés es poner allí a Pedro para tú poder manejar muchas cosas y tratar de recuperar todo lo que has dejado de percibir en estros tres años del gobierno de Chávez. Pero aquí todos nos tenemos que sacrificar para poder salvar a este país y dejer a un lado los intereses particulares. Los trabajadores vamos a exponernos. Ustedes los empresarios ¿qué van a poner? Aquí nos tenemos que sacrificar todos y dejar a un lado los intereses particulares por el bien del país. Si yo tengo que sacrificar la presidencia de la CTV y anularme luego, lo hago, pero igualmente lo tienen que hacer ustedes con sus aspiraciones.".

Isaac respondió inmediatamente: "¡Sí, sí! Aquí tenemos que sacrificarnos todos, no te preocupes que todo se hará pluralmente con el consenso de todos los sectores". Isaac Pérez hizo todos los esfuerzos para que Ortega creyera en su palabra. Siempre hablaba en nombre de Carmona.

Aunque Ortega asistía a casi todas las reuniones, su criterio de la situación siempre fue particular. Isaac Pérez insistió en financiarlo, le ofreció hasta vehí****s blindados y el presidente de la CTV jamás aceptó.

Paralelamente PDVSA entraba en una situación crítica por las decisiones que el Presidente de la República había tomado sobre su junta directiva. Esto decidió a Ortega. Carmona tenía momentos de pánico que Ortega lograba apaciguar, comunicándole confianza.

 La comunicación entre Pedro Carmona Estanga y Carlos Ortega continuaba fluidamente -por lo menos en apariencia-, hasta el jueves 11 de abril en la mañana. En uno de los programas martónicos de la televisión, la conductora pidió entrevistar al mismo tiempo a Ortega y a Carmona, pero uno de los directivos del canal lo cual impidió con el siguiente argumento: "Carmona me pidió salir solo, porque ya quiere deslindarse de Ortega"

Y era cierto. Ya Carmona, manejado por su empleador, Isaac Pérez, había tomado su camino, excluyendo a todos los sectores de la vida nacional, incluída Fedecámaras, cuyos avisados patriarcas, encabezados por Alberto Paúl, produjeron a última hora una declaración, poco difundida, en la cual advertían que los dueños de empresas ya no estaban en la línea de Carmona.

El jueves 11 se produce la mayor manifestación pública vista en la historia de Venezuela, cuando una multitud calculada por la prensa extranjera en 500.000 personas, marcha hacia Miraflores. Pistoleros del gobierno, identificados en documento inapelable por las cámaras de televisión, disparan a mansalva sobre una multitud pacífica e inerme. El inspector general de la Guardia Nacional denuncia formalmente que él vio cómo la fuerza pública, cumpliendo instrucciones de Miraflores, no actuó para separar los grupos enfrentados, sino contra los manifestantes de la oposición. En la madrugada del viernes, el general Lucas Rincón al frente del Alto Mando Militar anuncia que Hugo Chávez ha renunciado.

Para este momento, Carlos Ortega y Pedro Carmona se encontraban en Venevisión, junto con otras personalidades nacionales que habían asistido al acto en el cual Luis Miquilena se separaba expresa y públicamente del régimen, como reacción ante la matanza perpetrada en la tarde. Se formó una mesa redonda de hecho, con la presencia de personalidades de todos los sectores que habían acudido a la invitación de Miquilena. Se habló de la Venezuela después de Chávez, de la parte legal, del paso a dar y de la manera de conformar un gobierno representativo, con amplia participación de todos los venezolanos. Algunas personas pidieron a Rafael Poleo tomara nota de las opiniones, para que redactara un acta básica que todos firmaran. Ortega instó a mantenerse dentro del marco jurídico constitucional.

En determinado momento, Carmona dijo estar extremadamente fatigado y pidió se le permitiera dormir algunas horas para continuar las conversaciones a la mañana siguiente. Algunas personas le acompañaron al ascensor. Allí Poleo le preguntó sobre lo que era preocupación de muchos, que los factores fundamentales del episodio histórico fueran detenidos en sus hogares.

-¿Vas a dormir en tu casa?- Preguntó Poleo -No. Voy al (hotel) Four Seasonns a bañarme y a cambiarme. -¿Vas a dormir vestido?- le repuso el periodista, no se sabe si con sorna o considerando que el caudillo gerencial quería estar listo para cualquier eventualidad.

Se fue Carmona y le siguieron otros concurrentes. Pocos quedaban cuando Poleo recibió una llamada de Fuerte Tiuna. Cerrado el teléfono, el periodista dijo a los presentes que la llamada era para informarle que Carmona estaba en Fuerte Tiuna, en la ofiina del general Vásquez Velasco, Comandante del Ejército, formando un gobierno bajo la dirección de Isaac Pérez. Carmona les había engañado.

¡Ya nos jodió! - profirió uno de los asitentes. Ortega marcó números en su celular. Al otro lado, Carmona:

-¡Mire.! ¡Yo creí que usted era un hombre serio!- tronó el sindicalista al empresario. Y continuó una dura reprimenda en la cual le hizo saber a Carmona la gravedad de su traición y le advirtió que no contara con el movimiento sindical para lo que estaban haciendo. Cortó Ortega secamente y volvió a marcar. A quien le atendió, le dijo que con ese mismo celular lo pusiera con el general Vásquez Velasco. Por la respuesta a lo que se le dijo del otro lado, se supone que Vásquez Velasco le propuso irse a Fuerte Tiuna para participar en el bizarro conciliabulo.

-¡Yo no voy para ninguna parte! ¡No me meto en eso y conmigo no cuenten!- Bramó, congestionado, Ortega. Cerró el teléfono, se levantó, se paseó un rato, aparte hizo otras llamadas y volvió para manifestar su deseo de retirarse. Alguien se atrevió a decirle: "Y por qué no vas.? Están formando gobierno." -No voy a contestar eso. Además esa vaina no va a durar.

En la mañana, el consejo directivo de la CTV, presidido por Ortega, se reunió para acordar rechazo a la operación montada por Isaac Pérez a través de Carmona.

En la sede de la Comandancia del Ejército, zona reservada al Jefe del Estado Mayor, se habían instalado en un cubí**** Pedro Carmona y su secretario, Juancho Mejías, redactando la alocución en la cual informarían que eran el nuevo gobierno. En el cubí**** de enfrente estaba Allan Brewer Carías redactando a mano lo que luego sería el Acta Constitutiva del Gobierno de transición. Dos cubí****s más adelante de Pedro Carmona, estaban Isaac Pérez Recao, Daniel Romero -secretario privado de Carlos Andrés Pérez y futuro procurador del gobierno de Carmona- y un tercero no identificado, se alternaban en la corrección de los manuscritos de Brwer Carías. Afuera, impacientes, se encontraban Eugenia Mendoza y José Rafael Revenga, quienes tímidamente se asomaban a los cubí****s que delicadamente le cerraban en sus narices.

El general Usón Ramírez -quien antes de los hechos ya había presentado su renuncia al presidente Chávez- entró al lugar varias veces para advertir que era preciso dar garantías al presidente Chávez, habida cuenta de que negociaciones realizadas por los generales Rosendo y Hurtado Sucre con Chávez, habían dejado claro que se le debía permitir la salida del país en compañía de sus familiares para la firma de del Decreto de Renuncia a la Jefatura del Estado. El general Usón fue interrumpido por otro general que le dijo: "¡No te metas en ese peo! Chávez ya está listo y aquí se queda!" Isaac Pérez y Daniel Romero sentenciaron entonces: "Chávez no puede irse. Debe ser juzgado por la masacre de ayer".

Mientras tanto, un grupo de generales entró a la oficina del Jefe del Estado Mayor, donde el general Emnrique Medina Gómez había llevado a Chávez y ya los esperaba Monseñor Baltazar Porras, quien también había abandonado oportunamente la reunión en Venevisión. Allí conminan a Chávez a firmar la renuncia sin la garantía de su salida del país. Chávez se negó rotundamente. La salida y entrada de generales en perfecta fila y los apresurados pasos de los empleados de Isaac Pérez que lucían pistolas, chalecos y armas especiales, decía claramente de la confusión que reinaba en el 5to piso de la CGE. El general Usón manifestó en cuatro oportunidades más que debían dejar a Hugo Chávez salir del país si firmaba su renuncia y que si éste no la firmaba, se estaba ante un golpe de Estado, lo cual era inadmisible para la tradición democrática del Ejército.

Brewer Carías replicó: "¡No importa la renuncia! ¡Ya Lucas Rincón la va a anunciar por televisión y eso será más que suficiente!".

Seguidamente, Isaac Pérez, con Daniel Romero sentado en la computadora, fue nombrando uno a uno de sus ministros.

 Factores de poder (II entrega) Caras 17 de abril de 2002

Patricia Poleo

Amaneciendo el viernes, todo el país se sintió confundido al ver en la televisión a un presidente de la República llamado Pedro Carmona Estanga que ofrecía una rueda de prensa, escoltado por el Alto Mando Militar, pero sin Carlos Ortega a su lado. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba la otra cara de la moneda, la fundamental, la que acreditaba la naturaleza popular del movimiento basado en el artí**** 350?

Las imágenes mostraban el primer anillo de seguridad del nuevo presidente, conformado por jóvenes de aspecto caucásico, armados hasta los dientes y vestidos de camuflaje. Evidentemente, no eran militares. Uno de ellos, el que protegía directamente la espalda de Carmona, es uno de los empleados de mayor confianza de Isaac Pérez en su empresa de seguridad.

Carlos Ortega vio toda la escena desde su casa. No hubo más contactos ni intentos de sentarse a conversar con él por parte de Pedro Carmona. Las ONGs nunca fueron llamadas. A los medios de comunicación se les llamó cuando ya Carmona y su equipo estaban asentados en Miraflores -por cierto que algunos mostraron una torpe avidez en esa rara asamblea donde la reportera advirtió que hilaban en el aire, porque al régimen le quedaban dos horas de vida... en la práctica fueron cinco.

A media mañana del viernes 12, ya Ortega estaba reunido con el Comité Ejecutivo de la CTV, explicándoles su ausencia de participación y posición frente al golpe. Luego declaró ante el país como lo que siempre había sido: el presidente de la Confederación de Trabajadores de Venezuela.

El grupo de Carmona ya había tomado Miraflores. Por allí paseaba Allan Brewer Carías. Cecilia Sosa intentaba hacerle ver a Daniel Romero la cantidad de errores jurídicos y constitucionales que se estaban cometiendo con los decretos que se leerían más tarde. Romero asumió la total responsabilidad y dijo una frase histórica, de prócer:

-¡Eso se queda como está!

 Horas más tarde se efectuaba el acto de juramentación. Carmona acompañado por su esposa y su hijo. Daniel Romero, traje Armani, corbata Sulka pinchada por perla de tamaño heroico, pelo peinado con mousse, fue la emblemática imagen que condujo el acto. En el paneo que hacía la televisión de los asistentes al acto no había caras conocidas. Isaac Pérez y Daniel Romero habían llenado el foro con sus amistades más cercanas y la línea media de sus empresas. De relleno estaban los eternos buscapuestos, parte del folklore.

Con la lectura de cada decreto, los presentes arrancaban a Romero una sonrisa de satisfacción. Carmona le coreaba con gestos impropios que sorprendían a los televidentes. Lo más celebrado por la fauna asistente fue el nuevo cambio de nombre del país y la eliminación de la Asamblea Nacional, éste último el menos sostenible jurídicamente, como Cecilia Sosa trató de hacerles ver, ganándose la sonrisa despectiva de Brewer y las groserías de Romero. Nadie parecía darse cuenta de que en vez de una partida de nacimiento, Romero leía la sentencia de muerte de un gobierno.

La pregunta era quién tomaría el juramento a Carmona. En nuevo presidente se levantó de su asiento y tomó con la mano derecha un papel con la inscripción del juramento. Levantó la mano izquierda y se autoproclamó.

Después vinieron a firmar el acta los personajes que supuestamente representarían a todos los sectores de la sociedad. José Curiel representando a los partidos políticos, que se habían retirado del acto, y el buen Miguel Ángel Martínez a los medios de comunicación, daban cuenta de un absoluto desconocimiento de la realidad.

El nombramiento del ministro de la Defensa fue lo primero que hizo temblar a los cuarteles. Se suponía que el cargo era para el comandante del Ejército, Efraín Vásquez Velazco, no sólo por su posición en el momento de la salida de Hugo Chávez del poder, sino por su antigüedad y definitivamente porque la clave de un golpe es el Ejército.

El ministerio de Finanzas fue entregado a Leopoldo Martínez, joven prospecto del Stud Lauría. En una reunión previa al paro en la que se afinaban los acuerdos, Isaac Pérez le había dicho a Ortega, dentro del mejor estilo del nuevo régimen:

-Yo tengo ya al Ministro de Finanzas: ¡Leopoldo Martínez!

Primero Justicia, partido al que representa Leopoldo Martínez en el parlamento, no estuvo nunca de acuerdo con que él participara, y de forma interna, lo excluyeron de la organización, con duros cuestionamientos sobre la utilización que estaba haciendo del partido. A Primero Justicia no le dio tiempo de manifestar públicamente que Leopoldo Martínez no formaba parte del gabinete en su representación, pero dirigentes de ese partido sí se lo habían comunicado a esta periodista diez días antes del golpe.

Todos los ministros de Carmona fueron nombrados por Isaac Pérez, mezclando sus gerentes con militantes del Opus Dei y algún representante de negocios asociados. Pero no sólo eso. Apenas amaneció el viernes, Isaac, junto con Marcos Sánchez, se fue hasta la Disip y ordenó que les extendieran credenciales de comisarios generales. Después escogió un contingente de funcionarios para organizar operativos de captura y seguimiento. El funcionario a cargo, Wiliam Oropeza, se asesoró con oficiales de inteligencia, quienes le recomendaron que no le entregara funcionarios a Isaac Pérez.

El viernes en la noche, el general Raúl Baduel, comandante de los paracaidistas, manifestó su rechazo al gobierno dictatorial que había instaurado Pedro Carmona Estanga. Los detalles de cómo se le volteó a Carmona la Fuerza Armada Nacional los daré en la columna de mañana. Andrés Baduel, los periodistas Rafael Poleo, Teodoro Petkoff y esta columnista, citados en orden cronológico de su pronunciamiento, expusimos en diferentes medios de comunicación las razones por las cuales considerábamos al nuevo régimen ilegítimo y no representativo, augurando su brevedad.

El sábado en la mañana, un vocero de Pedro Carmona me llamó para citarme a Miraflores, pues el presidente quería hablar conmigo. El ambiente que encontré en el palacio fue el de reparto de los cargos. El único de los ministros nombrados el día anterior que parecía tener los pies puestos sobre la tierra era José Rodríguez Iturbe, el Canciller, quien dijo: "Aquí estamos, a la expectativa". El resto mostraba la euforia del triunfo que ya en la calle se sentía precario. Un funcionario del chavismo que había advertido telefónicamente en la mañana: "No salgas de tu casa. Ellos creen que tienen el control y no es así. No queremos esto. Hoy tomamos nuevamente el país".

El sábado en la mañana, todos los propietarios de medios se reunieron con Carmona. Le expresaron la voluntad general de apoyarlo a sacar el país adelante con la condición de que rectificara los decretos anticonstitucionales y convocara a Carlos Ortega a una reunión, para que el país se diera cuenta de que los trabajadores no estaban excluídos.

Gustavo Cisneros fue el encargado de llamar a Carlos Ortega, quien se encontraba en Falcón, para hacerlo regresar a Caracas a reunirse con Carmona. Ortega ya estaba decidido a no participar de ese gobierno y declinó la oferta de reunirse con el presidente. A pesar de ello, le enviaron un avión privado que Ortega nunca abordó.

En esa reunión, Carmona le ofreció a los periodistas la jefatura de OCI. Es decir, el manejo de información del gobierno. Por cierto que esto provocó un furioso disgusto en Alfredo Federico Ravell, experto en el área. Sólo me permitieron hablar dos minutos, durante los cuales logré dejar establecido mi absoluto rechazo a ese o cualquier otro cargo. Le señalé varios de los errores que se habían cometido, aparte de los obvios que en ese acto ya habían sido enumerados por Marcel Granier, en nombre de todos los asistentes.

Mientras tanto, las bandas chavistas estaban a punto de tomar el Palacio. Todas las guarniciones estaban levantándose. El ministro de la Defensa, como si recordara en ese momento algo importante, le comentó a los propietarios de medios que Baduel quería dar una rueda de prensa y les insinuó no transmitirla ni publicarla. Miguel Henrique Otero, director de El Nacional, le recordó al ministro que él había sido acusado por Hugo Chávez de obligar a los periodistas a mentir, lo cual no fue cierto en aquella oportunidad ni lo sería ahora:

-No pretendo controlar a mis periodistas, que son verdaderos profesionales. No lo haría nunca.

Esta periodista le recordó a todos los presentes que aunque la televisión venezolana no transmitiera los hechos, los canales internacionales sí lo harían. Sorpresivamente alguien replicó. "No importa. A CNN sólo lo ve un grupito de personas".

Mientras tanto, el ministro de la Defensa, Vicealmirante Héctor Ramírez Pérez, se movía nerviosísimo para cumplirle entonces, con dos días de atraso, el compromiso que habían hecho con Chávez de enviarlo al exterior.

No hubo finalmente acuerdo sobre la auto-censura propuesta por el régimen. Todos salieron corriendo del Palacio, citándose para una reunión en la tarde, a la que exigían invitar de Carlos Ortega. En las afueras de Miraflores, ya los chavistas se contaban por centenares que se abalanzaban sobre los carros de los propietarios de medios que salían en fila, uno tras otro. Carmona fue sacado de su oficina y llevado hasta el lugar donde la misma guardia de palacio, siempre leal a Chávez, lo defendería.

Dentro de Miraflores era imposible no escuchar los gritos de quienes afuera clamaban por el regreso de Hugo Chávez. Cuando los manifestantes apenas empezaban a llegar, Isaac Pérez, que además es un experto en seguridad, gritaba desesperado a sus escoltas que le acercaran el carro para salir de allí. Fue directo hasta el aeropuerto, tomó su avión y se fue del país.

Mientras tanto Daniel Romero, quien esperaba para ser juramentado Procurador General de República, aseguraba: "¡Aquí no ha pasado nada, nosotros tenemos el control. Seguimos siendo gobierno!".