En defensa del neoliberalismo

 

De Praga, con amor

 

Adolfo Rivero Caro

Tenía que ser Praga. Es oportuno y simbólico que la bella capital checa sea la sede de una gran reunión de solidaridad con la disidencia cubana. No es por gusto que el evento, que empieza hoy, titulado Hacia la Democracia en Cuba haya sido convocado por el Comité Internacional por la Democracia en Cuba (CIDC), creado en el 2003 por iniciativa del ex presidente checo Vaclav Havel. No es por gusto que se desarrolle bajo los auspicios oficiales del ministro de Relaciones Exteriores de la República Checa, Cyrill Svobeda, y del presidente del Senado Pietr Pithart. Los checos saben lo que es vivir bajo una dictadura comunista. (Se reirían, por cierto, de Lucía Newman y de esas imágenes de CNN que muestran a cubanos preparándose para un ciclón cargando con cajas de agua Evian. Por favor. Esas imágenes son normales en cualquier parte que no sea una Cuba comunista, donde cualquier provisión básica es considerada un lujo que sólo puede adquirirse en divisas.)

Entre el medio centenar de personalidades que han confirmado su asistencia al evento se encuentran, además de Havel, que ha su gran inspirador, los ex presidentes José María Aznar, de España; Patricio Alwyn, de Chile; Luis Alberto Lacalle, de Uruguay, y Luis Alberto Monge, de Costa Rica, así como los ex primeros ministros de Canadá, Kim Campbell, y Philip Dimitrov, de Bulgaria. El objetivo central de la reunión es movilizar al máximo el apoyo internacional a la disidencia, en momentos en que la dictadura cubana se ensaña con los presos de la oposición interna y Castro medita cómo eliminarlos físicamente. Y esto no es una afirmación gratuita.

Independientemente de que Cuba, como todo el resto de América Latina, arrastra la herencia colonial española de arbitrariedad, centralismo, corrupción y violencia, la influencia norteamericana había ido moderando estos atavismos y empujando en nuestra sociedad un creciente respeto por la ley. Desgraciadamente, los accidentes no sólo se producen en la vida de los individuos, sino también en la historia de los pueblos. Fulgencio Batista, que desde mediados de los años 30 había sido el gran impulsor del welfare state que culminó en los años 50, decidió dar un golpe de estado que resultó en una tragedia sin precedentes para la nación cubana. El golpe del 10 de marzo de 1952 puso en crisis las instituciones de la república en una época particularmente turbulenta de la historia mundial. Le dio a Fidel Castro, un pistolero talentoso, la oportunidad de llegar al poder. Aunque él mismo no lo comprendiera, iba a retrotraer a Cuba a la época de la colonia. El despotismo, la arbitrariedad y hasta el odio de Weyler contra Estados Unidos iban a regresar al poder a nombre del progreso revolucionario.

En aras del antiamericanismo, Castro desvinculó a Cuba del respeto por los derechos individuales y la modernidad de EEUU y enyugó el país a la semibarbarie rusa, donde sólo cinco años antes del triunfo de la revolución cubana todavía gobernaba Stalin, el principal genocida del siglo XX. Esto iba a reforzar los peores atavismos de nuestra herencia cultural. De aquí que el asesinato político siempre haya sido una opción para Fidel Castro, a la que ha recurrido en más de una ocasión.

Política y culturalmente, los cubanos no teníamos nada que ver con Rusia ni con los países de la Europa del este. Nuestro único y verdadero vínculo estaba en la común oposición al imperialismo soviético. De aquí que las relaciones entre los disidentes cubanos y los de la Europa del este tengan una larga historia. El 23 de octubre de 1987, el Comité Cubano pro Derechos Humanos (CCPDH) dio una misa en la iglesia de San Juan de Letrán en La Habana en memoria del sacerdote polaco Jerzy Popielezcu, el capellán del sindicato Solidaridad asesinado por la seguridad del estado polaca. Recuerdo que en la misma iglesia, Ricardo Bofill planteó la redacción de una carta llamamiento a la disidencia de Europa del este. En la misiva se declaraba tajantemente: ``Batallamos por el derecho a la vida cuando nos oponemos tenazmente a los fusilamentos mediante procesos penales secretos y sin garantías procesales de índole alguna. Aquí, en esta isla del mar Caribe, luchamos contra la tortura, los tratos crueles y degradantes y las condiciones de vida infrahumanas a que se somete a nuestros detenidos y prisioneros''.

Me parece importante destacar que aunque planteábamos que ''toda la labor que ejecutamos es pacífica y está dirigida a propiciar el diálogo y el entendimiento entre los hombres de todas las creencias'', la carta empezaba expresando nuestra adhesión y solidaridad con la conmemoración de 31 aniversario de la insurrección popular húngara de 1956. ''La revolución de los trabajadores húngaros de 1956'', decía la carta, ''fue la primera gran rebelión de una sociedad contra el stalinismo, y su aplastamiento bajo los tanques rusos dejó un estigma de sangre y barbarie que jamás podrá ser borrado.'' Que nuestra labor sea pacífica no significa que seamos pacifistas. Cada momento histórico tiene sus propias necesidades y exigencias.

Recuerdo que en 1981, cuando Bofill y yo estábamos presos en el Combinado del Este, junto con los otros pocos disidentes que había por entonces, discutíamos consternados sobre la represión desatada contra el sindicato Solidaridad. Aunque el famoso sindicato había conseguido una enorme fuerza y popularidad, veíamos cómo era disuelto y forzado a la clandestinidad. Nadie podía imaginarse que, antes de que se acabara la década, Solidaridad sería la principal fuerza política de Polonia mientras que el viejo estado totalitario polaco se desmoronaría junto con los otros satélites de la Unión Soviética. Y que poco después vendría el turno de la Unión Soviética misma.

En la reunión de Praga, el CCPDH estará representado por nuestro viejo amigo, el enciclopédico Leopoldo Fornés. Los antiguos disidentes de la Europa del este y los verdaderos demócratas del mundo entero van a levantar su voz en defensa de Raúl Rivero, Oscar Elías Biscet y el resto de la brillante pléyade de opositores cubanos presos. Le van a recordar al mundo y en particular a la Unión Europea que sus vidas corren peligro y que es urgente conseguir su inmediata liberación. De aquí que sea imprescindible aumentar las presiones contra la dictadura cubana puesto que éste es el único lenguaje que entienden los bárbaros modernos. Ese es el mensaje que nos llega de la bella y combativa Praga, con amor y solidaridad.