En defensa del neoliberalismo

 

LA PROPIEDAD Y LA PROSPERIDAD
A TRAVES DE LOS TIEMPOS

Traducido de "The Noblest of Triumphs", Capítulo 1

 

Tom Bethell
Traducción: Adolfo Rivero


LA CAIDA

Hace cien años, la institución de la propiedad privada perdió su respetabilidad intelectual. De inicio, ese es el principal hecho histórico que tenemos que afrontar. La caída de la propiedad fue gradual, comenzó a principios del siglo XIX. Pero con la aparición del Manifiesto Comunista, la guerra contra la propiedad privada se volvió abierta y finalmente respetable. Desde entonces, la propiedad en abstracto ha sido vista con menosprecio por los intelectuales occidentales. La forma que tomó ese menosprecio fue el olvido.

En los años 50, cuando Encyclopedia Britannica Inc. publicó su Grandes Libros del Mundo Occidental, la propiedad no se encontraba entre los 102 temas de su índice de "grandes ideas." Arnold Toynbee no mencionó la propiedad en su Study of History de 12 tomos. En otros trabajos, sus comentarios mostraron que no veía ninguna diferencia importante entre la propiedad pública y la privada. Ni en el Ascenso del Occidente de William H.McNeill ni en La Decadencia de Occidente de Oswald Spengler se menciona la propiedad. En los tres volúmenes de Civilización y Capitalismo de Fernand Braudel, del siglo XV al siglo XVIII, prestó escasa importancia a la propiedad y a la ley. Tampoco en la Historia de las Civilizaciones del mismo autor. Paul Kennedy observa que las causas del ascenso de Occidente han intrigado a los estudiosos, y en El Ascenso y Caída de las Grandes Potencias lo atribuye a la geografía. Europa ha escapado a un dominio centralizado en gran medida porque "no hay enormes llanuras sobre las que una horda de jinetes pudiera conseguir un rápido imperio."

En los círculos académicos, durante las últimas décadas, la justificación de la propiedad privada que hizo John Locke –que la gente merece tener la propiedad de lo que hace con su trabajo- ha sido analizada con un grado de desconfianza que hubiera impresionado a los apologistas de la tiranía de los Estuardos, con los que Locke estaba polemizando. Aunque llenan cientos de páginas, los argumentos de los modernos anti-lockeanos son fútiles porque la defensa de la propiedad privada tendría la misma fuerza si Locke no hubiera vivido nunca. Esa defensa se deriva de la naturaleza humana y no de la filosofía del siglo XVII.

En el importante campo del derecho constitucional, hace 50 años "el Tribunal Supremo de Estados Unidos sepultó la propiedad privada en el cementerio constitucional," escribió el politólogo Dennis J. Coyle. Para mediados de los años 30, no se consideraba que los derechos económicos merecieran protección constitucional. Entre 1928 y 1974, el Tribunal rehusó escuchar un solo caso de zonificación. En el terreno de la psicología, según informa el profesor Richard Pipes de Harvard, un investigador de psicología infantil "expresó sorpresa que para 1980 "casi no haya habido trabajo empírico ni trabajo teórico sistemático sobre la psicología de la posesión –sobre los orígenes y desarrollo de la posesividad individual." Esto, señala Pipes, un siglo después de que William James sugiriera que las implicaciones psicológicas de la propiedad eran potencialmente considerables.

En el terreno de la economía, los manuales bestsellers de Paul Samuelson y otros autores ignoraban la propiedad o la relegaban a un párrafo bajo la rúbrica de "ideología capitalista." Desde la II Guerra Mundial casi todos esos textos han afirmado que se podía obtener un crecimiento económico más rápido con la propiedad estatal que con la privada. Armen Alchian, economista de la Universidad de California en Los Angeles, encontró que entre los múltiples campos de la economía incluidos en el Directorio de la Asociación de Economistas de Estados Unidos a mediados de los años 70, no había ninguno sobre "la propiedad, los títulos o los derechos." La propiedad gubernamental, no lucrativa y comunal, eran tratada como si no fueran "diferentes en sus efectos que los estereotipados derechos de propiedad privada." Durante mucho tiempo, en los estudios de postergado, los derechos de propiedad eran "un área intocable" para las tesis doctorales según el economista Steven Cheung. En sus estudios de postergado de los años 70, Robert Barro, economista de Harvard, nunca escuchó nada sobre los derechos de propiedad. Robert Soow del Massachusetts Institute of Technology, ganador del Premio Nobel de Economía en 1987, dijo "todavía creo que la institución de la propiedad privada tiene que seguir probándose a si misma." Se refirió a la "profundidad" de Proudhon cuando dijo que toda "propiedad es un robo."

El descuido de los economistas ha sido notable. Comenzando con Adam Smith, los tratados de economía política más influyentes fueron escritos en una época en que la propiedad era considerada tan importante que definirla parecía superfluo. La propiedad privada era considerada "sagrada." Los economistas ingleses del período clásico no analizaron las instituciones legales sobre las que se basaba su razonamiento. No es exageración decir que cuando la propiedad privada se vio bajo ataque, a mediados del siglo XIX, los economistas habían escrito muy poco en su defensa. En The Legal Foundations of Capitalism, John R.Commons escribió que la propiedad privada "fue dada por descontada, sin investigación, por los economistas del siglo XIX." También lo ha sido mucho más recientemente, y por aquellos cuya preocupación profesional es, precisamente, el desarrollo económico.

LAS BENDICIONES DE LA PROPIEDAD PRIVADA

Las múltiples ventajas de un sistema de propiedad privada nunca han sido debidamente analizadas, probablemente debido a esta peculiar historia. Es un tema vasto y una introducción de esta naturaleza sólo puede esbozar esos beneficios. Pero hay cuatro grandes ventajas que no pueden conseguirse fácilmente en una sociedad que carece de una propiedad segura, descentralizada y privada. Esas ventajas son la libertad, la justicia, la paz y la prosperidad. Este libro pretende afirmar que la propiedad privada es una condición necesaria, aunque no suficiente, para alcanzar estos importantes resultados sociales.

En la actualidad, ya se comprende bastante bien la relación entre la libertad y la propiedad. León Trotsky señaló hace tiempo que donde no hay propiedad privada, el estado puede dominar a los individuos bajo la amenaza del hambre. Milton Friedman, el Premio Nobel de Economía, ha dicho que "no puede haber una sociedad libre sin propiedad privada." Con todo, esta verdad elemental no era comprendida hace 100 años, cuando los intelectuales comenzaron a considerar la propiedad privada como una institución prescindible. Fue la experiencia práctica del comunismo lo que ha cambiado esa perspectiva. Los que tuvieron que vivir bajo su tiranía comprendieron rápidamente que sin derechos de propiedad todos los demás derechos significan poco o nada.

La propiedad privada es un compromiso entre nuestro deseo de libertad irrestricta y el reconocimiento de que otros tienen deseos y derechos similares. Es una forma de ser libre y, sin embargo, "permanecer seguro de la libertad de los demás," como ha escrito James Boyle, el profesor de Derecho de la American University. En estos tiempos, la privacidad es un bien muy admirado. Los tribunales de Estados Unidos han descubierto un derecho a la misma en las penumbras de la Constitución. Con todo, es obvio que no se puede conseguir privacidad sin el previo respeto por la propiedad privada.

Los derechos se sostienen frente al estado, y la propiedad es una protección importante contra el poder estatal. Una sociedad que protege y respeta la propiedad tiende a ser desigual. Durante más de cien años la propiedad ha sido considerada como una expresión de poder pero, como todos los verdaderos derechos, los derechos de propiedad protegen al débil frente al fuerte. Algunos recién llegados a Estados Unidos se maravillaban de que los pequeños propietarios estuvieran tan seguros de su propiedad como los ricos de la suya ("La ley del país funciona de la tal manera que cada hombre está seguro en el disfrute de su propiedad," decía un grupo de colonos alemanes en Maryland en 1763. ("El más modesto está fuera del alcance de la opresión del más poderoso.) Recientes inmigrantes se admiraban que se pudiera comprar propiedad en Estados Unidos sin tener que pagar sobornos. El actual llamado a derechos de propiedad seguros en el Tercer Mundo no es un intento de ayudar a los ricos. Lo que hay que proteger no es la propiedad de los que tienen cuentas bancarias en Suiza. Lo que hay que proteger son las pequeñas e inseguras posesiones de los pobres. Esto fue bien comprendido en la primera y la mejor de las encíclicas sociales de la Iglesia Católica. En Rerum Novarum (Sobre la Condición de las Clases Trabajadoras), publicada en 1891, el Papa León XIII escribió que "ha de ser completamente rechazado el principio fundamental del Socialismo, que haría propiedad pública de todas las posesiones,, porque perjudica a los mismos que busca ayudar."

La institución de la propiedad privada también juega un papel clave en el establecimiento de la justicia. Este es uno de los argumentos más importantes a su favor y, sin embargo, rara vez se ha hecho la conexión entre la propiedad privada y la justicia, fundamentalmente porque se ha hecho equivalente la justicia social con la distribución de los bienes ya existentes. La desigualdad se ha hecho sinónimo de injusticia. Sin embargo, un régimen de propiedad privada hace a las personas responsables de sus acciones económicas. Por consiguiente, semejante sistema asegura que las personas experimenten las consecuencias de sus propios actos. La propiedad nos rodea de espejos que reflejan las consecuencias de nuestra conducta. Tanto el prudente como el pródigo experimentarán las consecuencias de su proceder. Por consiguiente, una sociedad de propiedad privada progresa hacia la institucionalización de la justicia. Como ha dicho el profesor James Q.Wilson, la propiedad es "un poderoso antídoto contra el egoísmo desenfrenado."

La propiedad también es la más pacífica de las instituciones. En una sociedad de propiedad privada, los bienes son pacíficamente intercambiados o laboriosamente creados. Mientras la propiedad esté protegida por el estado, no será fácil quitársela a nadie por la fuerza. Además, una sociedad con instituciones legales que alienten la creación de riqueza disminuye la amenaza a la riqueza de los vecinos. En las sociedades de propiedad comunal, en contraste, abundarán los asaltos contra los vecinos. La propiedad privada también le permite a un país prosperar lo suficiente como para poder defenderse de vecinos agresivos y reducir de esa forma la probabilidad de conflicto.

La propiedad privada dispersa el poder y nos protege de la coerción de otros. Nos permite formular nuestros propios planes y utilizar la información que está en nuestras cabezas. Nos deja libres de actuar sin interferencia, dentro de nuestras propias esferas autónomas. No sólo le permite a la gente hacer sus propios planes sino que, en gran medida, las obliga a hacerlo. Con todo, durante casi todo el siglo XX, hasta muy recientemente, en la mayoría de los países la tendencia ha sido en sentido contrario. En casi todas partes, el poder se ha centralizado y la propiedad ha sido frecuentemente nacionalizada. Donde esto ha sido llevado al extremo, en las economías centralmente planificadas de los países comunistas, se suponía que unos pocos "grandes cerebros" planificaran para todo el mundo. Por consiguiente, la mayoría quedaba reducida un estado servil. De aquí que todos esos países se convirtieran en tiranías. El estado estaba en guerra con las inclinaciones naturales de la gente.

La propiedad y la prosperidad están íntimamente vinculadas. El intercambio es la actividad básica del mercado y cuando los bienes no son de propiedad privada no se les puede intercambiar con facilidad. Las economías de libre mercado, por consiguiente, sólo se pueden construir sobre la base de la propiedad privada. Los derechos de propiedad son "el fundamento de la economía de mercado," como lo han observado Daniel Yerguin y Joseph Stanislaw en The Commanding Heights. De la misma manera, un conocimiento de las reglas de propiedad existentes en una sociedad dada constituye el prerrequisito del análisis económico, y en la teoría económica se deberían de hacer explícitos los efectos de esas reglas. La propiedad privada le permite a la gente "evaluar" lo que poseen y (tanto en su vida diaria como en el sentido financiero) "realizar" ese valor.

Esta conexión entre la prosperidad y la propiedad privada sólo ha sido aceptada recientemente. Durante muchos años, mucha gente pensó que las economías dirigidas y planificadas centralizadamente podían ser mejores que el libre mercado. Pero resultó que los no propietarios empleados por el estado no podían sustituir con éxito la vasta multiplicidad de juicios e intercambios de mercado. La creencia de que los planificadores podían hacer esto, alcanzando de esa forma el mismo resultado que el producido por la propiedad privada (o mejor porque era supuestamente más justo), fue la clave del espejismo económico del socialismo.

EL LENTE DE LA PROPIEDAD

Visto a través del lente de la propiedad, se vuelve comprensible la continua y no prevista preeminencia del Occidente durante el medio siglo posterior a la II Guerra Mundial. Los países que han disfrutado de una propiedad privada bien desarrollada han seguido disfrutando de un crecimiento económico real.

Tras la llegada al poder de los soviéticos, falsas estadísticas económicas oscurecieron los verdaderos (y desastrosos) resultados del comunismo. Este error se prolongó durante décadas. Así durante mucho tiempo pareció como si la crítica marxista de la propiedad privada hubiera sido justificada. El sistema de planificación centralizada parecía estar trabajando bien sin ella. De esa manera, el verdadero papel de la propiedad en la vida económica quedaba enmascarado. Uno de los manuales de Economía de mayor venta en Estados Unidos todavía afirmaban en 1987 que "en general, la tasa de crecimiento soviético ha sobrepasado, en su conjunto, la de Estados Unidos en el período posterior a la II Guerra Mundial." (*) ¿Cómo podía plantear entonces alguien que la propiedad privada era indispensable para el crecimiento económico?

En la actualidad, parece probable que el Producto Nacional Bruto de la Unión Soviética y sus satélites haya sido diez veces menores que el supuesto. Un ejemplo debiera bastar. En el Resumen Estadístico de Estados Unidos publicado por el Departamento de Comercio incluye una tabla que compara el PNB per capita en diferentes países. En 1989, el año de la caída del Muro de Berlín, se decía que el ingreso per capita de Alemania oriental ($10,330) era mayor que el de la Alemania occidental ($10,320). La misma tabla también alegaba que el per capita de la Alemania oriental era mayor que el de Japón. En la actualidad, nadie trataría de defender esas cifras.

El problema no era sólo de credulidad estadística. Las elites y los economistas del desarrollo no se habían dado cuenta de los verdaderos requerimientos institucionales del crecimiento económico. En cierta medida, todavía no lo han conseguido. Por ejemplo, el repetido llamamiento a tener "democracia" en el exterior sugiere que las instituciones políticas occidentales no han sido analizadas más allá de cierta obligación de celebrar elecciones periódicas. Pero la democracia, como la economía, tiene que tener sus fundamentos. No es algo que se pueda establecer en el terreno inculto de la anarquía o de la dictadura. No fue así como se desarrolló la democracia en el mismo mundo occidental, y no hay razón para esperar que vaya a ser diferente en el Tercer Mundo.

En 1996, el Economist llamaba la atención en su portada sobre "el misterio del crecimiento económico. Su naturaleza había sido un considerable embarazo a los "modelos" de los economistas. Algo se había perdido en el camino. Ahora nos damos cuenta de que eran la propiedad privada y el imperio de la ley. Sólo ahora estamos empezando a darnos cuenta de que la estructura institucional del capitalismo no es tan "natural" como algunos habían pensado. Copiarla ha resultado mucho más difícil de lo imaginado. Pocos comprenden el substrato legal antecedente de su evolución. Hernando de Soto contaba su incapacidad para encontrar alguien que le explicara los fundamentos legales de las economías occidentales. Con el tiempo llegó a la conclusión de que esa persona sencillamente no existía.

Los estados de bienestar social del mundo occidental se construyeron sobre la premisa de que la propiedad, particularmente bajo su forma de ingreso, ya no era sagrada. Se podía tomar de unos para dársela a otros, para el beneficio de todos. Los más necesitados la disfrutarían mucho más de que lo que los más ricos la extrañarían. Se suponía que esta redistribución sería tan virtuosa como eficiente. Se aliviaría la escasez de los pobres y la tentación del exceso de los ricos. Mientras tanto, las "leyes" de la economía asegurarían que los países pobres alcanzaran a los desarrollados. Los factores de la producción, el capital en particular, serían más eficaces en los primeros que en los segundos. Por consiguiente, la riqueza de las naciones convergería. Pero no ha sido así.

Recurrir a las instituciones legales y políticas como un instrumento de explicación sólo puede llevarse hasta cierto punto. Yo planteo, por ejemplo, que Gran Bretaña fue el primer país de Europa en desarrollar el sistema adecuado (de estímulo de la prosperidad) esbozado anteriormente. De esta forma puede explicarse el enorme éxito e influencia de Gran Bretaña a partir del siglo XVIII. Resulta mucho más difícil explicar por qué sucedió en Gran Bretaña y no en otras partes (en realidad, Holanda parecía llevar ventaja a Inglaterra pero luego cometió un error fatal, pusieron impuestos demasiado altos y el país perdió su competitividad. Pero ¿por qué cometieron este error los holandeses y los ingleses no? Eso sigue siendo un misterio.) Y, de nuevo, ¿por qué los británicos entregaron su liderazgo en el siglo XX? Se puede señalar el aumento de las regulaciones y la pérdida de competitividad pero ¿por qué olvidó la clase gobernante lo que antes sabía? En los Estados Unidos de hoy estamos presenciando una amnesia similar.

Vital para el sistema de alentar la prosperidad fue el gran descubrimiento de la igualdad ante la ley. Esto fue lo que los romanos no tuvieron y hacia lo que los ingleses se movieron rápidamente. Es el descubrimiento singular más importante de la ley occidental, consagrado en la Declaración de Independencia de Estados Unidos. Descartar la premisa de que la gente es lo suficiente igual como para ser considerada igual ante la ley, como está empezando a suceder en Estados Unidos, es un gravísimo error político. De no corregirse provocará grandes tensiones y resultará enormemente destructivo.

Lo que subyace aquí es una suposición de aproximada igualdad individual en todo el mundo. Por supuesto, el desarrollo económico en el mundo ha sido muy desigual pero también lo han sido todos los sistemas legales relevantes. Todos los países que han avanzado mucho más que los demás han disfrutado de mercados libres y competitivos, en los que la ley ha establecido incentivos apropiados. Por consiguiente, aquí la "teoría" es que, si todas las naciones disfrutaran de la misma infraestructura legal y política, podrían disfrutar también de niveles comparables de desarrollo económico, independientemente de otros factores, como la raza. Esta teoría pudiera demostrar ser falsa. Las diferencias étnicas han demostrado tener un efecto, inclusive considerable. Con todo, la teoría igualitaria debe ser escuchada. No deja de ser sugerente que los residentes de países legalmente opresivos se vuelvan mucho más productivos cuando se mudan a países desarrollados. Los indios, clasificados por castas, son relativamente improductivos en la India pero no en otros países. Está claro que han sido oprimidos por sus leyes y no por sus genes. Lo mismo es válido para los irlandeses.

 

Curiosamente, un nuevo campo llamado ley y economía, que se introdujo en los años 70, se volvió influyente en los círculos legales. Su más infatigable exponente, Richard A. Posner, lo ha convertido, prácticamente solo, en un movimiento. Tiene muchas cosas interesantes que decir y el nuevo campo ha ayudado a restaurar la propiedad a los departamentos de economía. Posner planteó que la eficiencia económica era un sucedáneo de la justicia. Su alegato fundamental, sin embargo, que la vida económica depende del régimen legal, ha sido poco enfatizado.

Posner planteó que había algo cuantificable y objetivo llamado eficiencia y que podía usarse para resolver las perplejidades morales de la ley. Viejos debates podrían resolverse al fin sin recurrir a valoraciones subjetivas. Br8ce Ackerman, de la Escuela de Derecho de la Universidad de Yale, llamó a la ley y la economía "lo más importante que ha pasado en el pensamiento legal desde el New Deal.’’

PROSPERIDAD Y PROGRESO

El eclipse de la propiedad coincidió con el reino de la idea del progreso. Había una importante relación entre ambas: a través de la historia, la mayoría siempre ha estado resignada a vivir en lo que pudiera llamarse el Presente Imperfecto. Se aceptaba que, como resultado de la Caída, la naturaleza humana era imperfecta. Por esta razón, la propiedad era considerada como una institución necesaria aunque, quizás, no ideal. Ninguna división de los bienes no había sido ni ordenada por Dios ni era un reflejo necesario de la justicia natural. Pero había que aceptar alguna división si se quería preservar la paz y la armonía. Ese era el punto de vista de Santo Tomás, entre otros. Sería magnífico si fuéramos perfectos y no tuviéramos necesidad de las reglas, límites y sanciones de la propiedad. Pero, mientras no llegue ese momento, la propiedad es indispensable.

Antes de que Edward Gibbon publicara La Decadencia y Caída del Imperio Romano, el mejoramiento de la sociedad se visualizaba generalmente como una restauración de la Edad de Oro. Filósofos y poetas miraban con añoranza al Edén de antes de la Caída. Los bienes eran propiedad común y, sin embargo, la gente vivía en paz. Había armonía sin propiedad. Jean-Jacques Rosseau, tan moderno en tantos sentidos, fue uno de los últimos en proponer una Edad de Inocencia. Mucho antes, Séneca había descrito una época en que "era imposible que un hombre tuviera más que otro; todas las cosas se dividía entre ellos sin discordia…’’

En la época de la Revolución Francesa, o poco antes de la misma, algo nuevo apareció. Algo que pudiéramos llamar el Futuro Perfecto comenzó a sustituir a la nostalgia del pasado. Se aceptaban las imperfecciones de la naturaleza humana pero ahora se pensaba que eran sólo temporales. Se esperaba un perfeccionamiento humano en el futuro. Esto está en el centro mismo de la idea del progreso – una idea radicalmente nueva en el mundo, y sumamente peligrosa. A exactamente el mismo tiempo, cierto número de pensadores comenzó a tener serias dudas respecto a la propiedad. Comenzamos a leer frases como "la actual institución" o "el presente sistema" de propiedad. Puesto que se podía imaginar algo mejor, súbitamente el sistema existente pareció defectuoso. Por consiguiente, se debería cambiar y, quizás, abolir. Y otros pensaban que, nos gustara o no, el cambio estaba en camino. Y, por supuesto, que lo estaba.

Hasta ese tiempo, cualquiera que afirmara que el existente sistema de propiedad debería cambiarse tenía que afrontar la objeción de que otras reglas de propiedad, aunque quizás posibles, no serían deseables porque se socavarían los incentivos. Aparentemente, la propiedad privada era lo único que estimulaba la gente a trabajar. Las comunas empezaban muy amigablemente pero, en un año o dos, terminaban en furiosas disputas. Entonces dividían o "privatizaban" la comuna y se separaban para siempre.

Pero ahora surgió una respuesta. El Progreso. El hombre había sido egoísta en el pasado, es cierto, y todavía lo era, pero el futuro sería diferente. El futuro sería perfecto. ¿Que no se podía cambiar la naturaleza humana? No eran tan seguro. Algún día, la evolución moral del hombre triunfaría sobre el pecado original. Y, cuando llegara ese momento, la propiedad privada ya no sería necesaria. La nueva visión, en la que se construiría una sociedad de nuevo y sobre fundamentos distintos, creando un Hombre Nuevo, fue muy energizante para los intelectuales. Una esperanza real para el futuro reemplazó una nostalgia simplemente poética sobre el pasado. El optimismo sustituyó a la añoranza.

¿Cuál fue el origen de esta creencia de que podía reformarse la naturaleza humana? Richard Pipes, de Harvard, ha hecho una interesante sugerencia en relación con el papel de John Locke. Esto es paradójico porque también fue el gran defensor de los derechos de propiedad. Se puede argumentar, sin embargo, que sentó las bases tanto de la moderna defensa de la propiedad como de sus ulteriores ataques. En su Essay Concerning Human Understanding (1689) señaló el camino hacia la creencia de que podía rehacerse la naturaleza humana. Al contradecirla doctrina de las "ideas innatas," Locke argumentó que todo nuestro conocimiento se derivaba de la experiencia sensorial. El estado inicial de la mente era simplemente "un papel en blanco, sin ninguna idea,’’ pensaba.

Aquí Locke abrió las puertas para cierto número de ideas modernas, entre ellas la de un completo materialismo. (El mismo era agnóstico y dijo creer que "nunca podremos saber si algún ser simplemente material piensa o no.’’) Pero había algo más: Al controlar la información sensorial, sugirió, podría manipularse el contenido de nuestras mentes. "Si mereciera la pena," escribió, "sin duda se pudiera ordenar a un niño que tuviera sólo unas pocas, inclusive de las ideas ordinarias, hasta que hubiera llegado a hombre."

El ensayo de Locke se publicó en Francia en 1700, donde tuvo su mayor influencia. Sus posibilidades fueron inmediatamente reconocidas por los philosophes de la Ilustración. Entre ellos estaba Claudio Helvecio, cuyo De l’esprit se publicó en 1758. "Locke ha abierto el camino a la verdad’’, escribió Helvecio, que inmediatamente vio las implicaciones. Si lo que pensamos es una función de las impresiones que recibimos, entonces gracias a la legislación podemos controlar lo que la gente aprende y sabe. Y entonces la gente se puede mejorar. No por la religión, añadió. Porque "los vicios, las virtudes, el poder y la felicidad de un pueblo no dependen "de la religión, ni lo que se llama moralidad… sino de la legislación y sólo de la legislación.’’ Mediante la manipulación de lo que hoy llamaríamos "el ambiente de aprendizaje," se pudiera modelar a la gente de una u otra forma. De hecho, proclamó, la educación lo podía todo. ("L’education peut tout!") En el siglo XX, esas ideas serían llevadas a su conclusión lógica en el adoctrinamiento y los campos de reeducación.

El fundador del marxismo ruso, G.V. Plejanov, incluyó un admirativo ensayo sobre Helvecio en su Historia del Materialismo. "al aplicar el principio de "la sensación física" se mostró como el más consistente y el más lógico de los materialistas del siglo XVIII," escribió Plejanov. Hizo su ensayo en 1895 en Ginebra. En el mismo año y en la misma ciudad conoció y se hizo amigo de un revolucionario que pensaba igual que él. Se llamaba Vladimir Ilich Lenin.

La convicción de Helvecio de que se podía reformar la naturaleza humana mediante la legislación fue "uno de las ideas más revolucionarias en la historia del pensamiento político, ’’ escribió Richard Pipes, que parece haber sido el primero en darse cuenta del papel de Helvecio como intermediario entre Locke y Lenin. "Extrapolando una esotérica teoría del conocimiento, nació una nueva teoría política con vastas implicaciones prácticas.’’ Hacer virtuosos a los hombres era la nueva tarea de la política.

Durante más de mil años, en el mundo occidental, la institución de la propiedad privada había sido sostenida por la doctrina de la Caída del Hombre, que se pensaba había dejado una profunda falla en la naturaleza humana. La nueva creencia de que una simple legislación pudiera borrar esta imperfección natural hubiera parecido absurda e infantil, por no decir impía y herética, a los viejos pensadores. Pero una vez que estas nuevas ideas comenzaron a difundirse, como sucedió después de la Revolución Francesa, la propiedad empezó a ser atacada. Si se podía cambiar la naturaleza humana tan fácilmente, el viejo argumento de que no se podía tratar de reformar algo que hubiera sido dispuesto por Dios, comenzó a parecer simplemente reaccionario.

La propiedad privada había sido criticada anteriormente, y había sido defendida por lo menos desde Aristóteles. Pero el ataque de los socialistas del siglo XIX –Godwin, Owen, Marx y otros- fue de una intensidad sin precedentes. El resultado fue que la propiedad quedó bajo ataque antes de que hubiera sido adecuadamente analizada o defendida. Cicerón y algunos otros habían dicho algunas cosas buenas en su día. El mismo Locke había defendido la división de bienes originalmente destinados a todos. El trabajo individual justificaba separarla "del estado común en que la dejó la Naturaleza." David Hume había defendido la existente distribución de la propiedad- un argumento que naturalmente atraía a los que habían heredado grandes posesiones. Una generación más tarde, Sir William Blackstone estableció una masa de reglas legales vinculadas a la propiedad. Pero cuando llegó el ataque marxista, no había nadie listo para advertir sobre las desastrosas consecuencias que se derivarían de la abolición de la propiedad privada.

La afirmación socialista de que sin propiedad privada de los medios de producción la producción aumentaría parecía absurda, pero fue difundiéndose cada vez más. Puesto que la naturaleza humana había dado origen a la propiedad, surgió la peregrina idea de que la abolición de la propiedad estimularía la reforma de la naturaleza humana. La falacia ayudó a legitimar los duros cambios realizados por los bolcheviques. Fue entonces cuando empezó su experimento de 70 años para organizar la vida sin propiedad privada. Surgió una especie de tabú en cuanto a la discusión de la institución de la propiedad. Había empezado un experimento esperanzador y la Unión Soviética era su laboratorio.

Los entusiastas visitarían "el futuro" y regresarían con entusiastas informes. "La masilla es exactamente igual que la naturaleza humana, " escribía George Bernard Shaw a su regreso en 1931. "Se puede modelar en cualquier forma que uno quiera; y cuando se ha moldeado, se pone tan dura que uno supondría que nunca hubiera podido tener otra forma." Añadió que el gobierno soviético "ha modelado la masilla rusa con mucho cuidado…y se ha puesto dura y ha producido un tipo de animal diferente." Al final, en 1991, Boris Yeltsin habló de la experiencia soviética justamente como un experimento. Y sólo para desear que, al principio, se hubiera ensayado en menor escala.

En los años por venir, el crecimiento de la población mundial sólo aumentará la importancia de la propiedad privada. Si la población se duplica en el próximo siglo, la privatización será inevitable para todos. Cuando la población era pequeña en relación con el territorio, como era en América del Norte, no importaba que la tierra fuera usada en común y, en consecuencia, que se desperdiciara.