En defensa del neoliberalismo

La rebelión en Libia: Lecciones de Irak   
Por Ahmad Chalabi
Bagdad

Mientras contemplamos al déspota Moammar Gadhafi atacar a sus conciudadanos con toda la fuerza criminal a su disposición, en Irak recordamos otra insurrección y otro dictador que masacró a miles de personas para conservar su reino de terror.

En 1991, al final de la primera Guerra del golfo, el pueblo iraquí oyó el llamado del presidente Bush a que se deshiciera del régimen de Saddam Hussein. El ejército regular iraquí había desaparecido o estaba amotinado, y las fuerzas leales a Saddam estaban en desorden. En unos días, 14 de las 18 provincias de Iraq quedaron fuera del control del régimen y, después de transcurrida una generación, más de la mitad de la población conocía el sabor de la libertad.

El nudo se estaba apretando alrededor del cuello de Saddam cuando en Washington se tomó una decisión fatídica.  Presionados por “realistas” de política exterior-como Colin Powell,  Jefe del Estado Mayor Conjunto, Brent Scowcroft,  consejero de seguridad nacional y Richard Haass, principal director del Consejo Nacional de Seguridad para asuntos del este y sur de Asia -Bush le permitió a Saddam usar aviones militares para aplastar la rebelión.

 Lo que siguió fue una masacre. Hasta 330,000 civiles iraquíes murieron bajo las tácticas brutales de Saddam, que incluían usar helicópteros artillados para atacar vecindarios y tanques para destrozar escuelas, hospitales e iglesias. Mientras miles de tropas estadounidenses estaban todavía en suelo iraquí, y en algunos casos suficientemente cerca como para verlo, el tirano desató el poder del armamento moderno contra hombres, mujeres y niños.     .

 Las noticias de Libia son un recordatorio escalofriante de aquellos días tenebrosos en Irak. No es coincidencia que Gadhafi mencione frecuentemente a Irak en sus peroratas. Sabe que Saddam se aferró al poder por la fuerza bruta, aprovechando el temor occidental a la inestabilidad.  

 El régjmen  libio ya ha usado aviación contra protestantes desarmados, entre otras atrocidades. Lo que hace imperativo que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas imponga una prohibición de volar sobre las áreas más populosas de Libia. Su resolución de este fin de semana, imponiendo sanciones al régimen fue necesaria, pero no suficiente, para ayudar a los libios que han votado con sus vidas contra la dictadura.  

La comunidad internacional que vendió a Gadhafi su arsenal tiene ahora la responsabilidad de ayudar a los libios a que se liberen. La ayuda directa a las fuerzas del cambio y la democracia es la mejor forma de asegurar una transición a la democracia.  El Consejo de Seguridad debería abrir un diálogo con la oposición libia inmediatamente, a fin de proveer ayuda humanitaria, y posiblemente militar.

Fue solo después que las matanzas masivas de Saddam provocaron una marea de refugiados de Irak hacia países vecinos en marzo y abril de 1991, que la comunidad internacional decidió actuar.

El Consejo de Seguridad aprobó la resolución 688, que estableció una distinción legal entre el pueblo iraquí y el régimen, y pidió a Saddam que cesara la represión contra el pueblo. La Coalición usó la resolución 688 como base legal para imponer una zona de no vuelos de Irak, primero en el norte y después en el sur. Esas acciones pueden haber llegado muy tarde para cientos de miles de iraquíes en 1991, pero sirven como un buen precedente para evitar un similar baño de sangre en Libia.   

 En todos los debates sobre lo acertado y lo erróneo en la guerra de Irak, casi nunca se menciona que, después que Saddam fue depuesto, encontramos 313 tumbas colectivas en Irak. Nunca olvidaré el día  de mayo de 2003 cuando visitamos un lugar recientemente descubierto, cerca del pueblo de Hilla. Las fuerzas de Saddam habían arrojado allí 12,000 cadáveres de la insurrección que tuvo lugar en 1991.  Las  víctimas eran civiles, muertos por atreverse a enfrentar un dictador y ansiar la libertad.    

 La supervivencia del regimen de Gadhafi sería una pesadilla para el pueblo libio y una amenaza a la paz internacional. La comunidad internacional debe a los libios el ayudarlos a expulsar al tirano y evitar que la historia se repita.   

No son necesarias tropas extranjeras, sólo ayuda. Hace veinte años, en estas páginas, pedí a Occidente  que abandonara su política de apoyar la dictadura árabe a fin de mantener la estabilidad. La mejor forma de tirar al basurero de la historia esa política miope e inmoral es ayudar a los árabes a que se liberen a si mismos.  

 Chalabi es un legislador iraquí.
Tomado del WSJ