En defensa del neoliberalismo


La rebelión del té
Adolfo Rivero Caro

Algunos lectores se sienten intrigados por estos supuestos `partidos del té' (tea parties) que están revolucionando el panorama político de Estados Unidos. ¿Qué tiene que ver el té con las luchas políticas? No es raro que les extrañe, y por eso me parece conveniente hacer un poco de historia.

Alrededor de 1770, los americanos estaban protestando porque la Corona les estaba cobrando impuestos sin que ellos tuvieran representación en el Parlamento británico. El lema de ¡Ningún impuesto sin representación! se hizo enormemente popular. En un esfuerzo de reconciliación, la Corona canceló todos los impuestos, menos el del té, simplemente para mantener el principio.

En noviembre de 1773, tres barcos cargados de té llegaron a la bahía de Boston. En medio de una gran irritación popular, Hutchinson, el gobernador inglés, dijo que la carga sería desembarcada y que el impuesto al té sería cobrado de acuerdo con la ley. Sam Adams, un activista americano, organizó un grupo que asaltó los barcos, tomó la carga de té y la tiró a la bahía. Puesto que una de las acepciones de party es simplemente una reunión social, un tea party no es más que una reunión para tomar té. Sam Adams y sus partidarios dijeron que su desafío a la Corona británica no era más que la forma de tomar té en Boston. Este fue prácticamente el inicio de la guerra de independencia americana.

Desde entonces, en Estados Unidos, muchos desafíos espontáneos al gobierno son llamados reuniones del té (tea parties) o, quizás mejor, como rebeliones del té. Todos los pueblos tienen estas expresiones que, no por gusto, se llaman idiotismos. En Cuba, por ejemplo, cuando una situación es particularmente difícil se dice que "la caña está a tres trozos''. Ahora en Cuba, por cierto, sin duda que la caña está a tres trozos.

Ahora bien, ¿qué significan actualmente estas "rebeliones del té'' en la política de Estados Unidos? En realidad no son más que un violento rechazo a la política del gobierno de Barack Obama. Un año atrás, mucha gente me criticaba ácidamente porque calificaba a Obama de socialista. Poco después, sin embargo, una portada de la revista Newsweek proclamaba: "Ahora todos somos socialistas''. Al parecer, no estaba tan despistado. La rebelión del té es un gran movimiento popular contra la avasallante intervención estatal, exacerbado por la política general y los extraordinarios gastos deficitarios del gobierno de Obama.

Ahora bien, aunque la rebelión del té sea un movimiento furiosamente anti-Obama, es un movimiento independiente, no republicano. No es por gusto. La última vez que los republicanos tuvieron el control del Congreso, gastaron tanto o más que los demócratas, en una evidente traición a sus supuestos principios conservadores. Los grandes partidos americanos son dos grandes tiendas de muchas tendencias diferentes. Por consiguiente, su militancia ideológica, aunque real, tiende a ser mínima. Ambos partidos operan bajo un sistema, definido por la Constitución de EEUU y que ambos aceptan. Obviamente, ese sistema es capitalista. Ahora bien, en principio, los republicanos son conservadores, partidarios del sistema, interesados en fortalecer la empresa privada mientras que los demócratas son progresistas, críticos del sistema, interesados en reformarlo y fortalecer el papel del Estado. Los republicanos defienden los tradicionales principios morales que sustentaron la creación y desarrollo de esta nación. Los demócratas son mucho más críticos de los mismos. Ahora bien, ni todos los demócratas actuan como progresistas ni todos los republicanos se comportan como conservadores.

La rebelión del té es, sin duda, un movimiento profundamente conservador. Es por eso que simpatiza con republicanos como Marco Rubio o Mitt Romney pero es hostil a otros como Charlie Crist o John McCain. Hace un año este movimiento prácticamente no existía; hoy, sin embargo, posiblemente sea la fuerza más poderosa en la política americana. Representa una profunda reacción, en la base, contra la orientación socialista del gobierno de Barack Obama. En su primera convención, el 4 de febrero, en Nashville, Tennessee, su principal figura fue la carismática Sarah Palin. Es un movimiento descentralizado, profundamente independiente y suspicaz de supuestos líderes. Sus miembros se ven como revolucionarios, como hombres y mujeres sin previa participación política, ansiosos por rescatar los valores tradicionales de la nación. Muchos, y entre ellos yo, lo contemplan con profunda simpatía y lo consideran una gran esperanza de la política de Estados Unidos.

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