En defensa del neoliberalismo

 

Semillero de milicias

 

Diana Duque Gómez

El Partido Comunista Colombiano (PCC), padre y promotor de la guerrilla terrorista FARC, ha sido muy riguroso en la aplicación del principio leninista de la combinación de todas las formas de lucha. Lenin dice: “Los revolucionarios que no saben combinar las formas ilegales de lucha con todas las formas legales son unos malos revolucionarios”(1). Por eso el  décimo congreso del PCC explicita: “La combinación adecuada de formas de lucha es la esencia misma de nuestra táctica”(2). Dentro de esta táctica inmutable, el PCC ha creado todo tipo de organizaciones que contribuyan a la toma del poder del Estado por la vía armada, para imponer un régimen totalitario leninista-estalinista sostenido, por su naturaleza, en el terror. Como ha sido evidente desde 1917, cuando el terror rojo se tomó el poder en Rusia, para el leninismo “revolución” significa terrorismo.

Las milicias urbanas de la subversión totalitaria comenzaron a manifestarse a comienzos de 1985 a raíz del mal llamado proceso de paz de Belisario Betancur. En ese año los grupos guerrilleros terroristas afines a las FARC como el M-19 y el EPL con la aquiescencia del gobierno instalaron campamentos en los barrios populares de diferentes ciudades, en particular en Medellín. Un habitante de la Comuna Nororiental de Medellín lo explicó así: “En el 85 llegaron al barrio los del M-19. En ese tiempo estaban en el agite de los acuerdos de paz con Belisario. Un día pasaron, en un carro rojo, invitando a todos los que quisieran asistir a los campamentos... Ellos daban charlas de formación política y organizaban actividades con la comunidad. A los que nos habíamos metido de milicianos nos daban instrucción político-militar. Aprendimos a manejar fierros, a hacer explosivos, a planear operativos militares... Los del EPL, que también andaban de paces con el gobierno, empezaron a hacer lo mismo, a darle instrucción militar a la gente”(3).

Pero desde antes el PCC había desarrollado una organización que sentaría los cimientos para la creación de semilleros de milicianos urbanos. Esa organización, que surge en 1961 con el propósito de fundar barrios de invasión bajo el dominio del PCC, se llama Central Nacional Provivienda, cuyo presidente histórico ha sido el vitalicio concejal comunista de Bogotá Mario Upegui. Los barrios del PCC surgidos de allí están diseminados por todas las grandes ciudades de Colombia. Por ejemplo, en Bogotá están los barrios Policarpa Salavarrieta, Colinas, Nuevo Chile, Salvador Allende, Atahualpa, Pablo Neruda (en Sibaté), Julio Rincón (en Soacha), etc. En Medellín, donde hoy se enfrentan las milicias de las FARC y del ELN con la Fuerza Pública en la Comuna 13, la Central Nacional Provivienda ha fundado muchos de los barrios de las comunas populares: El Popular, Camilo Torres, José Antonio Galán, Nueve de Abril, María Cano, Moscú, otro Policarpa Salavarrieta, etc. (4).

La existencia de estos barrios sometidos desde su fundación a la liberticida ideología leninista-estalinista son sin lugar a dudas los mejores centros de reclutamiento de milicias urbanas de las FARC. Es tal el control del PCC en estas barriadas que el autor del libro sobre la historia de la Central Nacional Provivienda, Carlos Arango Zuluaga, afirmó: “sin excepción, los barrios fundados por la Central Nacional Provivienda en todo el país han sido y son los principales centros de votación del Partido Comunista Colombiano”(5).

Parafraseando a Sun Tzu, autor del Arte de la Guerra, “quien conoce a su enemigo y sabe dónde está, podrá dar cien batallas sin correr ningún peligro de derrota”.

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NOTAS:

1. Gilberto Vieira y otros, Política y revolución en Colombia. Ediciones Alcaraván, 1977, págs. 58 y 59; 2. Ídem., pág. 32; 3. Alonso Salazar, No nacimos p’a semilla. CINEP, Bogotá, 1990, págs. 86 y 87; 4. Carlos Arango Zuluaga, La lucha por la vivienda en Colombia. Eco Ediciones, Bogotá, 1986; 5. Ídem., pág. 80.

Bogotá, 21 de octubre de 2002